El derecho a la diferencia se establece cuando se tutelan los rasgos específicos, naturales y culturales que diferencian e individualizan a las personas. El respeto a este colectivo se materializa cuando las personas reconocen la singularidad y diferencias de cada individuo. En el caso de las personas con discapacidad, que son sujetos con derechos y responsabilidades, el respeto a su diferencia es un paso real hacia su integración efectiva.
A la hora de la verdad, sin embargo, las personas con discapacidad que requieren algún tipo de apoyo para ejercer sus derechos no tienen las mismas oportunidades que el resto de la población. Es motivo de preocupación que las barreras urbanísticas, arquitectónicas o de comunicación obstaculicen, o incluso impidan, su acceso a servicios de uso público. También lo es que no consideremos seriamente la posibilidad de promover la participación activa de las personas con dificultades de comprensión en la adopción de las decisiones que les afectan.
Una sociedad es accesible cuando quienes viven en ella tienen la posibilidad real de participar, de vivir a su manera, de relacionarse y de acceder a los servicios, todo ello en condiciones de igualdad con el resto de la ciudadanía. Es el momento de convertir los derechos en hechos y de ser consecuentes. Todo lo anterior de qué sirve si nuestras instituciones nos halagan (y poco más) en días especiales, mientras los partidos sólo nos tienen en consideración cuando hay elecciones de cualquier tipo.
En Rivas, por ejemplo, se debe garantizar que las personas discapacitadas puedan acceder a cualquier local público (polideportivo, piscina, teatro…) o privado sin necesidad de reclamar nada, ni a nadie, para ayudarnos; o que los aparcamientos son lo que se necesitan y que están situados en el mejor lugar y más cercano a la entrada.
Igual que se reclama la perspectiva de género para la realización de cualquier proyecto, también debería existir la perspectiva de discapacidad. Y también sería conveniente que dejen de tratarnos unos y otros como ‘pobrecitos’ y den paso a nuevas perspectivas en la que -como todos somos diferentes- el respeto y el derecho a la diferencia sean la norma y no la excepción.
Nino Olmeda