El Lebrijano, gran cantaor flamenco ya fallecido, decía en su “Dame la libertad’’, que “unos le rezan a Dios y otros rezan a Alá y otros se quedan callaos que es su forma de rezar”.
Todas las religiones, todas ellas ligadas a la existencia del ser humano, tienen sus rezos, dirigidos cada uno a su Dios, y también disponen de sus sacerdotes y curas. De estos últimos, destaca el que ha sido detenido y encarcelado porque drogaba a parroquianas y después abusaba sexualmente de ellas. También grababa en vídeo sus fechorías y pecados.
Este sacerdote, hijo de una monja, fue pillado por la denuncia de una novia suya que había localizado en el domicilio que compartían un disco duro con fotografías y vídeos. Este hombre fue párroco de una iglesia de Melilla y luego fue destinado a Málaga por las autoridades de la Iglesia. Este misterio, que pretendió ser ocultado por los responsables de esta religión con el traslado del presunto violador, era conocido por todos menos por los responsables de parar esta actividad delictiva y denunciar al cura por cometer todos los pecados. Este cura no cumplió una máxima de la religiosidad: realizar con esmero sus obligaciones religiosas.
Sería necesario el diálogo interreligioso, primero entre todas las confesiones cristianas (catolicismo, protestantismo y otras) y, a continuación, entre todas las religiones para coordinar sus actividades y trabajar en la sociedad para hacer de la tolerancia y respeto a los demás su método de trabajo. También, cumplir la necesaria separación del Estado y la Iglesia, en el caso de España, la católica, y aceptar que los privilegios del pasado se han acabado. Los símbolos religiosos deberían haber desaparecido de los colegios.
Para aclarar las cosas y neutralizar el clericalismo, es necesario defender la laicidad del Estado, que se realiza mediante la separación del Estado y las distintas instituciones religiosas, agnósticas o ateas y la neutralidad del Estado con respecto a las diferentes opciones de conciencia particulares.
Religión no es lo mismo que clericalismo, que es la ilegítima deriva política de la religión, es decir, la pretensión de dominación de una opción espiritual particular sobre la esfera pública. El laicismo no es antirreligioso ni anticlerical cuando el clero desempeña su papel dentro de los límites de su comunidad religiosa.