Algunas personas no se merecen homenajes, se merecen condenas
El pasado martes se ha vuelto a instalar la placa con el nombre del General Millán Astray en sustitución de la Maestra Justa Freire en el distrito de La Latina en la ciudad de Madrid. Una decisión que ha sido tomara por el ejecutivo municipal dirigido por José Luis Martínez-Almeida basándose en la resolución del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM).
La sentencia del tribunal del pasado 13 de mayo de 2021 obligaba a su restauración tras la votación en contra de los grupos parlamentarios de Vox, Ciudadanos y el Partido Popular de la propuesta del PSOE que reclamaba el cambio del nombre. De esta manera, Millán Astray vuelve al callejero de la ciudad generando una fuerte polémica en redes sociales y con la crítica de los partidos de la oposición, como Más Madrid.
Dicha resolución judicial indicaba que Millán Astray no participó de forma directa en el golpe de Estado contra la República que otorgó el poder a Franco, ni tampoco en conflictos bélicos durante la guerra en España o en las acciones represivas de la dictadura.
Justa Freire una de las creadoras de las Comunidades Familiares de Educación durante la Guerra Civil
Justa Freire (Moraleja del Vino, Zamora, 4 de abril de 1896–Madrid, 15 de julio de 1965) fue una pedagoga y maestra española.1
Tras estudiar magisterio en la Escuela Normal de Zamora, obtuvo por oposición la plaza de maestra nacional en 1918, mismo año en que decidió afiliarse a la Unión General de Trabajadores, concretamente a su Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza. Brevemente impartió enseñanza en la escuela de Casillas (Ávila). En 1921 se trasladó a Madrid, donde consiguió plaza en el Grupo Escolar ‘Cervantes’, centro vinculado a la Institución Libre de Enseñanza y en el que se educaban a los hijos de los obreros del barrio madrileño de Cuatro Caminos. En él Freire se ocupaba de la acción social (cuidado de la casa, comedor, acogida al nuevo alumnado, veladas familiares y con antiguos alumnos), así como de los ensayos pedagógicos del centro (escuela maternal, formación de maestros y atención a las visitas). Asimismo, con el apoyo de la Junta para Ampliación de Estudios pudo sufragarse viajes a Bélgica y Francia para mejorar en su formación pedagógica.
Graduada en la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio, en 1932 se dedicó a impartir cursos de pedagogía a maestros en Pamplona y San Martín de Valdeiglesias. En noviembre de 1933 fue nombrada directora del Grupo Escolar ‘Alfredo Calderón’ de la Ciudad Jardín, posteriormente denominado CEIP Padre Poveda, en Madrid, siendo ella una de las primeras mujeres españolas que dirigió a un equipo de docentes formado por hombres. Gracias al diario en el que anotaba toda la actividad escolar conocemos la labor pedagógica que llevó a cabo en este centro educativo. Además, dio a conocer sus experiencias innovadoras a la comunidad educativa mediante sus publicaciones en la revista especializada en pedagogía ‘Escuelas de España’. En ese periodo colaboró como maestra con las Misiones Pedagógicas.
Debido a la Guerra civil española y por la cercanía a Madrid del ejército sublevado, no se pudo seguir impartiendo clases con normalidad en el ‘Alfredo Calderón’ y, por ello, en diciembre de 1936 se dio orden de clausurar este centro y de evacuar a sus niñas y niños a la región de Valencia. Allí el Gobierno español encargó a Freire que colaborara en la creación y desarrollo de las Comunidades Familiares de Educación junto con otros destacados pedagogos como Ángel Llorca. Debido a su buen trabajo el Gobierno fue ascendiéndola: inspectora–visitadora de Colonias, Delegada Regional de la Infancia Evacuada y, finalmente, Delegada Nacional.
Al acabar la guerra civil, en mayo de 1939, la dictadura detuvo a Freire, y en septiembre de ese mismo año un consejo de guerra la condenó a seis de años de prisión dentro de un marco ideológico de represaliar a docentes, intelectuales y mujeres. Finalmente estuvo encarcelada dos años. En su estancia en la Cárcel de mujeres de Ventas, se hizo cargo de la escuela de adultas, ayudada de otras maestras como Rafaela González Quesada. De las presas más jóvenes -menores de edad, entre las que se encontraba alguna de las Trece Rosas-, se encargó la maestra María Sánchez Arbós.5
A su salida de Ventas en 1941 impartió clases de forma particular, hasta que en 1944 entró a trabajar como secretaria en el Colegio Británico, si bien también allí realizó labores docentes. En 1952 solicitó que se la permitiera reingresar al cuerpo funcionarial de maestros nacionales. Al año siguiente consiguió recuperar su plaza magisterial, pero sufrió el castigo de perder todos los derechos previos, junto con su antigüedad, y de recibir la prohibición expresa de ejercer en Madrid. Por ello, en 1954 fue nombrada maestra del Grupo Escolar ‘Padre Algué’ en el municipio barcelonés de Manresa. En 1958 fue trasladada al Centro de Orientación Didáctica del Servicio Nacional del Magisterio, en Madrid, y volvió a dar clases en el Colegio Británico. En esos últimos años colaboró escribiendo artículos en la revista El Magisterio Español, hasta su muerte en Madrid a los 69 años de edad.
Millán Astray: de participar en la guerra de Filipinas a fundar la Legión
Militar español y fundador de la Legión, José Millán Astray nació en La Coruña un 5 de julio de 1879 y falleció el 1 de enero de 1954 en la ciudad de Madrid. Amigo personal del dictador Francisco Franco, Millán Astray ocupó el cargo de procurador en las Cortes franquistas y aunque estudio derecho siempre mostró su interés por la carrera militar.
A la edad de 15 años ingresó en la Academia de Infantería de Toledo y con tan solo 17 años se graduó como teniente segundo para pasar a servir en la infantería de la capital. Más tarde, en 1896, ingresaba en la Escuela Superior de Guerra, pero su andadura militar comenzó en la guerra de Filipinas.
«La reorganización del Ejército, después del desastre colonial, supuso para Millán Astray el paso en los años siguientes por varios destinos de guarnición», explican en la Real Academia de la Historia. Fue en 1905 cuando asciende a capitán en Madrid y conoce a la que fue su esposa, Elvira Gutiérrez de la Torre, hija del general Gutiérrez Cámara. «Al año siguiente, obsesionado con el Estado Mayor, pidió reingresar de nuevo», añaden.
En 1912 fue destinado a Melilla, pero su gran impulso llegó con la fundación de la Legión en el año 1920, tras la orden emitida por el ministro de la Guerra, José Villalba Riquelme. Fue el propulsor de este cuerpo tras ir moldeando el proyecto años atrás y siendo la Legión Extranjera Francesa su modelo. De hecho, el por entonces comandante Francisco Franco se comprometió con Astray en crear un futuro cuerpo de voluntarios.
El enfrentamiento con el escritor Miguel de Unamuno
Cuando estalló la Guerra Civil, el general Millán Astray se trasladó a España para estar a disposición de Francisco Franco, aún con su cuerpo mutilado. Por ello, su labor consistió en la propaganda del régimen y de las tropas. «Por deseo expreso de Franco formó el Cuerpo de Mutilados por la Patria; cumplió el encargo dando pruebas de su sentido práctico y capacidad organizativa», destacan en la Real Academia de Historia.
Uno de los hechos más notorios de este general ocurrió durante un enfrentamiento con el escritor y filósofo Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca, de la que era rector, el 12 de octubre de 1936. En esta fecha se celebraba el actual Día de la Hispanidad, denominado anteriormente como Día de la Raza. Durante la discusión, el militar pronunció la siguiente frase: ¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!. Unas palabras que siguen creando controversia a día de hoy, frente al «Venceréis, pero no convenceréis» de Unamuno.
Por qué es inconcebible la calle Millán Astray
A la altura de los años veinte, el pasado imperial español era ya residual. Lo único que quedaba eran los enclaves africanos, una auténtica pesadilla desde el siglo XIX que se prolongó al XX tragándose la vida de miles de españoles en las luchas contra las cabilas del Rif. Para asegurar el mantenimiento de aquellas colonias, en 1920 Millán Astray creó la Legión a imitación del modelo francés. Pero lo peor estaba por venir. En 1921 tuvo lugar la terrible derrota de Annual ante las fuerzas de Abd-el-Krim. La guerra siguió durante la dictadura de Primo de Rivera hasta que en 1927 se dio por concluida con la victoria española con un coste humano altísimo por ambas partes.
«Francisco Franco y Millán Astray abrazados mientras entonan cánticos legionarios. Cuartel de Dar Riffien». Fotografía de 1926.
Pero la herencia de aquella larga y terrible guerra dio como resultado la formación de un ejército colonial dedicado a mantener aquellas fronteras. De ahí, de aquellas luchas brutales donde no se respetaba convenio alguno –se llegó al extremo de intentar destruir a los rifeños mediante el lanzamiento desde aviones de gases tóxicos sobre objetivos civiles–, surgieron una serie de militares conocidos como los africanistas, formados en aquella guerra sucia que consiguieron rápidos ascensos.
Fue uno de ellos, Franco, el que elevado al Estado Mayor por el ministro de la Guerra Diego Hidalgo Durán, envió al ejército de África en octubre de 1934 a sofocar la revolución asturiana a las órdenes de Yagüe. Y también de ahí, vista su eficacia, saldrían dos años después las fuerzas mercenarias que arrasarían a sangre y fuego los pueblos y ciudades de la ruta que, en cuatro meses, les llevaría hasta las puertas de Madrid al mando de Franco y de sus conmilitones africanistas.
¿Hace falta recordar que los legionarios y regulares trasladaron a la Península el estilo de guerra de exterminio que habían practicado en África? Los rojos venían a ser como los rifeños y así fueron tratados. La Legión dejó su huella de terror allí por donde pasó y cabe afirmar que las mayores cifras de represión de todo el país se dieron precisamente en el recorrido de dichas fuerzas: Cádiz, Sevilla, Huelva, Badajoz, Toledo, Madrid… con hitos de sobra conocidos como los barrios obreros sevillanos, la ruta hacia Almendralejo y Mérida, Badajoz, Talavera de la Reina, Toledo, etc. Era la «columna de la muerte», las fuerzas de choque del ejército lanzadas ahora contra los propios españoles que las mantenían.
La derecha permanente española nunca ha ocultado su agradecimiento a la Legión. No hay duda de que sin el ejército de África todo hubiera sido muy diferente. Se comprende que ahora se opongan a que se elimine la calle dedicada a su fundador, Millán Astray, al que presentan como el padre de los pobres, multiplicados por cierto por ellos mismos con su golpe y su guerra. Millán Astray, antirrepublicano visceral, anduvo fuera de España en numerosas ocasiones desde abril de 1931. El golpe militar le cogió en América, pero sabía lo que se tramaba y partió para España en cuanto supo que Franco andaba comprometido en la sublevación. Rondaba ya los sesenta años y Franco lo colocó al frente de la oficina de propaganda que se abrió en Salamanca.
Desde dicha oficina, a través de la emisora de radio y recorriendo la zona ocupada para pregonar la buena nueva, se convirtió en el cantor de Franco. Pero su pasión por éste debió llegar a tal extremo que incluso resultó excesivo para los franquistas, que llegado un momento consideraron contraproducente tanto elogio carente de la más mínima medida. Y acabó pasándole lo que a Queipo. Aquello que venía bien en los meses del terror siguientes al golpe, resultaba excesivo cuando ya el triunfo del fascismo estaba asegurado. He aquí varias muestras del pensamiento de Millán:
«España pronto tendrá una victoria y será una merecida victoria fascista. Fascismo, nacionalismo y falangismo son en el fondo la misma cosa».
«Madrileños, españoles: Franco me ordena que en su augusto nombre os diga que ofrece a Madrid el Pan, el Perdón y la Justicia».
«¡Llévanos a la batalla, conducidos por tu genio guerrero, por tu energía, por tu acierto, por tu fortuna! ¡Echemos de nuestro suelo al enemigo! ¡Formemos también nuestro Ejército español! ¡Y tú, puesto al frente, levantarás tu espada victoriosa, mirando a Oriente, y saludarás al «Duce», al «Führer», ya que tú eres el Caudillo!».
«Ellos (los nuestros) saben que en las zonas ocupadas por nosotros la vida es tranquila, que no hay asesinatos, que no hay torturas, que no destrozamos las fábricas y los campos, que no asesinamos a los presos, y saben que al que pide perdón lo perdonamos…».
«¡Cataluña es España y sólo España! (…). Nos batimos: para una España nueva, con paz, con trabajo, con justicia, con amor, con grandeza. Pero una España española».
«Ahora hablo yo, Millán Astray, el que tanto quiere a los humildes».
Son sólo unas muestras sacadas del libro que en 1939 dedicó a Franco, que reunía charlas y discursos varios en torno a su idolatrado «Caudillo». Concluida la guerra Millán siguió su ascenso hasta general honorífico de división, director general de mutilados y procurador en Cortes hasta su muerte en 1954.
Un país que se dice democrático no puede dedicar una calle a un fascista
Carece de lógica alguna que una sociedad democrática mantenga una calle al militar fascista que fundó la Legión. La inhibición de los partidos que llegaron al poder con la transición, especialmente el PSOE, está en la base de esta indefinición permanente que conduce a que, año tras año, asistamos a la reivindicación de individuos implicados en el brutal golpe militar del 36 y en la larga dictadura. Y siempre el mismo cuento: todos eran benefactores. Yagüe, Queipo, Millán, Franco…
El Ejército, la Guardia Civil o la Policía son ya en buena parte muy distintas de lo que fueron en épocas anteriores, pero ninguna de estas instituciones debe creer que su pasado ya ha sido borrado. Sus objetivos ahora son diferentes, pero su historia, por muchos archivos que hayan sido ocultados y destruidos, es suficientemente conocida como para saber qué hicieron y a quién sirvieron. Lo expresó muy bien Francisco Tomás y Valiente hace ya tiempo: «Nadie tiene mentalidad de revancha, nadie tiene mentalidad de venganza, pero no nos engañemos, nadie tiene mentalidad de olvido». (Redacción)