Una vez creímos que cavando profundo se llegaba al infierno
y que sobre la faz de la tierra todos los hombres eran buenos,
que la lluvia era Dios haciendo limpieza
y que a los niños los traía la cigüeña.
Creímos que las grandes penas de amor se curaban con el tiempo
pero que podíamos perder el corazón goteando por un corte pequeño.
Nos convencieron de que las personas cambian
y de que el primer amor nunca se acaba,
que el arcoíris tiene una puerta donde toca la tierra
y que el sol se alcanza si corres a donde se esconde.
Que si uno es muy bueno, de grande le salen alas.
En el diente de leche bajo la almohada.
Nos dijeron que es posible volar si corres muy fuerte,
que cuando se llega a adulto es fácil la vida,
que solo los viejos mueren,
que las familias permanecen unidas.
Creímos en los superpoderes y en los superhéroes
y en que todos tenemos un hada madrina.
Que juntando muchas escaleras podíamos subir al cielo
y por allí mismo bajarían las personas que un día se nos fueron.
Supusimos que las mujeres bellas eran todas sirenas
y que apresando las manecillas apresábamos el tiempo.
Nos hicieron creer en la felicidad de las personas ricas
y en que la Tierra era un hogar sin fronteras.
Una vez creímos en los Reyes Magos,
que los abuelos nacieron viejos,
que la luna estaba hecha de queso
y que al movernos perseguía nuestros pasos.
Creímos que la bondad generosa existe
y que olvidar lo malo era posible.
Que si plantando una semilla crecía un árbol,
sembrando amor nos crecería un príncipe encantado.
Que la ropa encoge y el cuerpo no crece.
Creímos que papá y mamá serían para siempre,
que una estrella fugaz era un ancestro que quería visitarnos
y que el primer beso se nos quedaba escrito en la frente.
Podíamos correr hasta la loma del cerro
y saltar de nube en nube hasta el firmamento.
Los relámpagos eran fotos hechas desde el cielo.
Los deseos esperaban monedas dentro de las fuentes.
Una vez creímos en las mariposas en el vientre cuando el amor es sincero.
Que los novios podían comerse la luna de miel
y que las perdices les hicieron felices eternamente.
Creímos que cruzando los dedos cumpliríamos los sueños.
Que aún quedaban hombres y mujeres fieles.
Que existía el amor eterno.
Y de todas las mentiras,
que el amor mueve molinos es el engaño más cierto
y que el amor todo lo puede es la verdad más ambigua,
pues puede secarse mi cuerpo de llorar, si no me quieres,
y solo la luz del candil que llevas dentro puede traerme la risa.
Raquel Sanchez-Muliterno García
Psicóloga y escritora