OPINIÓN

Ni los Reyes eran magos

Cómo justifican las personas religiosas las actuaciones en contra de su propia fe

Las religiones siempre han formado parte de todas las estructuras de la sociedad. En el caso de la cristiana, su poder ha ungido reyes, ha dictado siempre las normas de comportamiento para cada minuto de la vida de las personas (los creyentes y los otros muchas veces), sus aspiraciones, culpabilidades, emociones. Ha determinado la moral colectiva e incluso hasta la justicia. Esto desde su creación, poco después de la muerte de Cristo. Y sus máximos dirigentes, situados siempre en las más altas instancias del poder político y económico en todos los países donde han llegado a implantarse las distintas ramas del cristianismo.

Los musulmanes, en nombre del islamismo, su profeta Mahoma y su dios Alá (al-lāh), la ‘guerra santa’ (yihad) es práctica habitual de determinados grupos islámicos. Los grupos yihadistas matan en nombre de su dios y están convencidos de que serán recompensados por ello.

Los judíos expulsados de España y de otros países. Perseguidos con pretensión de su exterminio por los nazis… Ahora hacen ellos, exactamente lo mismo con el pueblo palestino. Muchos judíos siguen considerándose descendientes de los antiguos hebreos ‘el pueblo elegido por Dios’, y lo que hacen es en su nombre y siguiendo su mandato.

En ningún momento, en la Biblia, libro sagrado en el que se basa la religión católica, se invita al uso de la fuerza y mucho menos a matar a nadie.

En el Corán, también libro sagrado al que se remiten los musulmanes, tampoco se invita a maltratar o matar a los demás. Son muchos los estudiosos y teóricos islamistas que dicen que ‘una interpretación correcta del Corán, rechaza todo recurso a la violencia’.

La Torá, el texto religioso de referencia de los judíos, deja bien claro el respeto a las demás personas y excluye el uso de cualquier tipo de violencia. ‘Quien hiere o hasta golpea a otra persona transgrede una de las 365 prohibiciones de la Torá’.

Algunos de los principios fundamentales del cristianismo y del judaísmo rechazan la idolatría (también al dinero), el asesinato, robo, deshonestidad y adulterio: No adorarás a otros dioses ajenos; No matarás; No cometerás adulterio; No hurtarás; No dirás falso testimonio contra tu prójimo, ni mentirás; No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo (tampoco su fuerza de trabajo física o intelectual).

El Islam nos enseña que es responsabilidad de cada individuo tratar a toda la creación con respeto, honor y dignidad. Para tener éxito en esta vida y en la otra, el Islam le pide a cada individuo obedecer al Creador y tratarse a sí mismo, a los creyentes, a toda la humanidad y al medio ambiente, con respeto. El Islam enseña que las personas son responsables no sólo por sus actos y pensamientos, sino también de la influencia que tenemos sobre otros y sobre la creación. El Islam encomienda ordenar el bien y prohibir el mal, y vincula el respeto con la paz, el amor y la compasión. Por lo tanto, las personas deben respetar el honor, la privacidad y la reputación de sus semejantes. El respeto implica mantenerse completamente alejados de la maledicencia, la mentira, la calumnia y el chisme que solo traen vergüenza y desgracia. El respeto incluye querer para los demás lo que queremos para nosotros mismos. Tratar a los otros tal y como deseamos que nos traten, con compasión, con amor y misericordia.

He tomado como referencia las tres religiones más importantes y las tres coinciden fundamentalmente en los mismos principios, el respeto hacia sí mismo, hacia los demás y hacia nuestro planeta, en todos los aspectos. Y eso implica la no explotación, abuso, usurpación, robo, codicia…, y por supuesto, no desear ni provocar la muerte de nadie.

¿Qué interfiere en la mentalidad de muchas personas, gobernantes, empresarios, militares…, gentes que se dicen de convicciones profundas de fe, para que actúen precisamente en contra de sus propios principios?

Las autoridades cristianas, judías o musulmanas, han matado de manera continuada a lo largo de la historia, justificándolo como actos en nombre de Dios. Los reyes, presidentes de países, primeros ministros…, se encomiendan a Dios para cometer las peores atrocidades. Empresarios de todo tipo explotan hasta la extenuación a sus trabajadores, dejándoles morir en ocasiones incluso, y a la vez se declaran profundamente religiosos y practicantes de su fe. Traficantes de drogas (perniciosas o incluso letales), explotadores de mujeres (prostitución, vientres de alquiler…), traficantes de personas, incluso de niños, etc., lucen enormes cruces colgando de su cuello, son religiosos devotos, hacen espléndidos donativos a sus iglesias. Gente humilde observadores devotos de su religión y cumplidores de los preceptos, pero en su cotidianeidad actúan con agresividad, desaprensión hacia las personas y las cosas, desconsiderados con el medio ambiente, etc.

¿A quién se encomiendan cuando rezan? ¿Por qué rezan? Muchos de ellos ciertamente controlan su vida material: tienen dinero de sobra, pueden obtener cualquier cosa que les apetezca, incluso, pueden comprarse un hijo o un órgano humano compatible consigo mismo en caso de que lo necesiten y pueden pagarse los lugares y los médicos para que les hagan el recambio. Otros, lo único que tienen es su propia vida, que frecuentemente la hacen chocar con todo lo que les rodea.

De las cosas que menos se entienden de la existencia de la especie humana, es la muerte. Resulta muy decepcionante que la vida se acabe en un momento determinado y ya no haya nada más. Otra de las circunstancias difícilmente aceptadas, para la mayoría, es la impotencia ante situaciones y/o fenómenos que nos superan y a los que no podemos enfrentarnos (enfermedad, catástrofes…). Resulta más fácil creer que una fuerza superior puede ayudarnos a superar todo eso que solos no podemos. De ahí nacen las creencias en ‘entes sobrenaturales’, ‘religiones’. También la brujería, los chamanes, druidas…, o conceder poderes a determinadas representaciones, ritos, objetos, etc. (pinturas, estatuas, templos…, runas, cartas de adivinación…, sacrificios, etc.).

A lo que las personas tenemos verdadero miedo es a lo desconocido. Y desconocido es lo que pueda haber después de la muerte. La muerte es lo único que vedaderamente preocupa, es el único inconveniente al que nadie puede vencer, por eso, el objetivo de muchos es comprarse un sitio privilegiado en el más allá, piensan que con su dinero, con las donaciones a sus iglesias, obtendrán privilegios allí donde podamos ir. Los faraones se hacían enterrar con todas sus riquezas (objetos, bienes y personas), hoy los que tienen el poder económico son los nuevos faraones, tras ellos, los políticos corruptos, los informadores serviles, los empresarios explotadores, los que imparten la justicia desigual y los justicieros… La organización social hoy no es muy distinta, solo que, quienes integramos las categorías inferiores, todos somos trabajadores, y la última de esas categorías, son los que están bajo el umbral de la pobreza y los desechados.

Pero nadie se escandaliza: las guerras y las matanzas siguen fluyendo por doquier, los beneficios de unos pocos crecen desorbitadamente y la precariedad de una mayoría cada vez más amplia, también aumenta sin parar. Y mientras, unos y otros rezan. Unos para conseguir una plaza en el más allá, otros para que la benevolencia divina les proporciones algo de suerte. Tan absurdo lo de los primeros, como lo de los otros…

Las religiones son invenciones humanas de poder y de sometimiento: se basan en aseveraciones indemostrables, supuestos otorgamientos de autoridad a determinadas personas por parte de un ente superior que nunca se ha mostrado, control de conciencias y de actuaciones con arreglo a unas normas elaboradas para la dominación colectiva…, y siempre bajo la amenaza y el miedo de los castigos terrenales o ‘los otros’ desconocidos, y supuestamente terribles…

La buena o mala suerte no existe, siempre responde a hechos objetivos. Pensar que un poder desconocido y mágico va a resolver nuestros problemas, es ingenuo. Conceder autoridad a aquellos ungidos por un ente divino, es necio. Precarizar nuestra vida para ganar otra de la que nadie sabe nada, es absurdo… Solo nuestra inteligencia, esfuerzo colectivo, respeto a los otros y a nuestro medio, nos proporcionarán la felicidad y la vida eterna, para nosotros y nuestra especie.

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