El tema base del mes, para compararlo con en el mundo de los insectos, permite múltiples opciones sobre las que disertar. No obstante, vamos a elegir alguna que sea peculiar e inusual para poder compararla con otros tipos más frecuentes y conocidos.
Y lo primero que nos viene a la cabeza es la partenogénesis, ese modo de reproducción que permite “hacer clones” de manera “cuasi indefinida” (esto siempre me recuerda escenas de las películas ”Yo robot” o “La guerra de las Galaxias”). Y es que hay insectos y otros animales que lo necesitan y se prestan bien para este fin. En este caso es obligado mentar a los pulgones (áfidos del orden Hemíptera), un extenso grupo distribuido por todo el mundo cuyos miembros se alimentan de plantas (muchos están considerados graves plagas en algunos cultivos). Los áfidos han modificado su morfología y ciclos de vida para adaptarse a sus necesidades vitales, lo cual incluye fenómenos como la partenogénesis en la reproducción.
La partenogénesis se basa en el desarrollo de células sexuales femeninas (óvulos) no fecundadas. Se presenta con relativa frecuencia en platelmintos, rotíferos, tardígrados, insectos y crustáceos, pero también incluso en algunos vertebrados (ciertos reptiles y anfibios y, muy raramente, en peces o aves). El fenómeno fue descubierto por el biólogo y filósofo suizo Charles Bonnet (1720-1793), estudiando precisamente pulgones. En 1811, el apicultor Jan Dzierzon fue el primero en señalar tal origen en los zánganos de las abejas.
En el caso de los pulgones este método es muy adecuado porque las hembras producen cientos o miles de descendientes clónicos sin el concurso del espermatozoide, por lo que se ahorran el tiempo que la mayoría de los seres emplean en la búsqueda de pareja y de esa manera producen muchos individuos para explotar el recurso alimenticio abundante, o sea, las plantas de las cuales se alimentan (por tanto, se reproducen partenogenéticamente cuando las condiciones son favorables y hay abundante alimento. De lo contrario, como sucede al final del verano y durante el otoño, producen machos y hembras que se reproducen sexualmente y de esa manera renuevan el “soporte genético” de cada especie para poderse adaptar a los cambios en las condiciones del medio). En definitiva, que este método de reproducción permite que el óvulo pueda desarrollarse y ser origen de un nuevo ser sin que haya sido fertilizado. Todo esto que les cuento tiene, por descontado, diversos problemas para ellos, como el de la ingente mortandad de descendientes que son presa de los depredadores, pero, en definitiva, es el camino evolutivo “elegido” por este grupo de insectos.
Deseamos que el regreso de las vacaciones no haya sido excesivamente duro y en el verano hayan recuperado energías y salud psíquica para acometer con éxito y buen ánimo el nuevo “año natural”: éste que comienza en septiembre. Como de costumbre, les emplazamos, si son ustedes tan amables, a leer la revista que aparecerá el próximo mes. Muchísimas gracias por estar ahí, porque, recuerden, que son “el alma de Zarabanda”. Sin ustedes nada de lo que hacemos tendría sentido.