Pensar el espacio urbano para todas y para todos es hacerlo desde la diferencia pero no desde la desigualdad.
El objetivo del urbanismo debería ser poder vivir en barrios inclusivos que tengan en cuenta la diversidad real que caracteriza a los espacios urbanos, y así hacer posible que el derecho a la ciudad sea un derecho humano para todas las personas.
Aplicar la perspectiva de género en el urbanismo supone posicionar en igualdad de condiciones el mundo productivo y el reproductivo. Supone un urbanismo de proximidad donde la experiencia de las personas constituye una fuente básica de conocimiento.
El urbanismo con perspectiva de género como parte de la arquitectura, aunque ha tenido un importante desarrollo en contenidos en los últimos años, aún se encuentra en proceso de definición. Existen posicionamientos heterogéneos que se mueven entre las aportaciones teóricas que explican el papel histórico de la mujer en la ciudad, hasta propuestas de proyectos concretos, estos últimos mucho menos generalizados por la dificultad que tiene llevarlos a cabo al suponer importantes inversiones económicas. También han proliferado los estudios propositivos de buenas prácticas en el urbanismo y la arquitectura que incorporan la perspectiva de género en sus determinaciones.
En la búsqueda de una propuesta práctica sobre los aspectos que deberían ser tratados por el urbanismo a través de la perspectiva de género, se podrían tener en cuenta tres líneas de trabajo:
La primera tiene que ver con la movilidad. Un análisis de los desplazamientos aplicando la segregación de género nos dirá que los desplazamientos de las mujeres suelen ser enlazando distintos recorridos para realizar distintas funciones (de casa al colegio, del colegio al trabajo, del trabajo a la tienda, de la tienda al colegio, del colegio a casa), mientras que los desplazamientos de los varones suelen ser de tipo pendular (de casa al trabajo, del trabajo a casa).
A esto añadimos la dimensión económica, encontramos que de forma generalizada cuando sólo existe un coche por unidad familiar, éste suele ser utilizado por el varón mientras que la mujer se suele desplazar caminando o en transporte público. De hecho, el porcentaje de usuarias de transporte público es mayor que el de usuarios. A estos desplazamientos añadimos el hecho de que se realizan acompañando a niños y niñas, personas mayores, personas dependientes o con movilidad reducida. La imposibilidad de un desplazamiento ajustado a las exigencias de la ciudad contemporánea genera exclusión social y laboral.
La segunda cuestión tiene que ver con la seguridad. Parece obvio que las mujeres, y mucho más si van acompañadas de personas vulnerables como niños y niñas, personas mayores, dependientes o con movilidad reducida, presentan una mayor indefensión ante ataques o conflictos con otras personas.
La mujer no sólo debe estar segura, sino que debe sentirse segura. Ese debería ser uno de los objetivos principales del urbanismo. Cuestiones como una adecuada iluminación no sólo de los recorridos principales, de los recovecos, calles secundarias, salidas de metro, paradas de autobús, etc., deberían ser contempladas por los proyectos de urbanización y detectados en los estudios de desarrollo urbanístico.
Y el tercer grupo de medidas tiene que ver con la accesibilidad. Normalmente son las mujeres las que se ocupan del cuidado de las personas con problemas de movilidad. Las distintas normativas de accesibilidad ayudan a solventar algunos de los problemas que las personas con movilidad reducida encuentran en el uso libre de la ciudad. Diseñar espacios públicos seguros, accesibles y a los que se pueda llegar desde los principales puntos de la ciudad favorece la interacción y la cohesión social.
Una apuesta clara por la participación ciudadana en los procesos que aspiren a una autogestión de los espacios públicos que sea efectiva, deberá contemplar la aportación de la perspectiva de género como un instrumento valioso.
Si aceptamos la urgencia de incorporar la vida al plano material de la arquitectura y de la planificación como resistencia a la tendencia global que deshumaniza nuestros entornos urbanos, descubriremos que la perspectiva de género es una herramienta imprescindible que ayuda a transformar y mejorar nuestra comprensión del despliegue de la habitabilidad de muchos colectivos en la ciudad.
Se tendría que incorporar la perspectiva de género al urbanismo a través de diferentes herramientas,haciéndose imprescindible contextualizar y hacer legible este aspecto para que quienes deben aplicarlo no lo rechacen y lo asuman como una herramienta útil que mejore su trabajo y no como una imposición que lo obstaculiza.
Pilar Gabina Alonso García
Secretaria de Organización
PSOE Rivas