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Una medicina sin rostro

Desde un tiempo a esta parte he notado un brusco descenso del interés por las medicinas alternativas, entre las que se incluye la acupuntura. Quizás el esfuerzo significativo que muchos profesionales han hecho para su divulgación y su comprensión no haya sido suficiente. Me gustaría compensar este déficit, unirme a ese grupo silencioso que mira con desesperación, incluso con tristeza, como la acupuntura pierde terreno e incluso se cuestiona su eficacia.

Es el momento de recordar que este sistema de sanación nació y se utiliza eficazmente desde hace ya varios siglos, que a lo largo del tiempo ha sufrido y ha superado incontables ataques y persecuciones, la más brutal desde el propio oriente y que a pesar de todo ello aun cuenta con una gran estima como medicina, en un amplio espacio de la población mundial.

Pero desearía explicar por qué este desamparo. Estamos sometidos a un mundo cada día más mecanicista, en el que la causa y el efecto tienen que ser muy evidentes y este es por excelencia el procedimiento desde el que se desarrolla la medicina que nosotros conocemos. Esta manera de entender la vida, exige la existencia de «superespecialistas» que ignoran todo lo que no entra dentro de su estrecho margen de conocimiento, produciendo una miopía que oscurece todo lo demás. En el otro extremo se encuentra la medicina oriental, para la que es imposible restablecer la salud si no se equilibra la totalidad de nuestro espacio físico, mental y espiritual. Por supuesto que valoro y acepto el desarrollo de la medicina convencional porque es de una valía inestimable y ayuda a restablecer un innumerable número de dolencias, sin embargo, no comparto su soberbia, su deseo de apagar o silenciar, incluso en ocasiones de perseguir al resto de las medicinas entre las que se encuentra la acupuntura Es difícil explicar el funcionamiento de la acupuntura.

La incomprensión no es fruto de nuestra incapacidad intelectual, simplemente ese camino, como ya he explicado en incontables ocasiones no es la única forma de conocer. El camino que los meridianos recorren en nuestro cuerpo no es caprichoso, tampoco es mágico, ni pertenece a! terreno del esoterismo, sin embargo no podemos explicarlos. Profundizar en su conocimiento no es una cuestión de error y ensayo, como se ha querido mantener en algunos manuales.
No por incomprendidos el uso de los meridianos de acupuntura deja de ser eficiente, simplemente puede que la humanidad no posea los medios necesarios para desentrañar el misterio de su origen y por ello no pueda explicar su existencia, que no sea capaz de establecer sus conexiones con el mundo de las emociones, ni siquiera con el fluir continuo de nuestra existencia. La razón es solo una herramienta capaz de explicar procedimientos, pero no alcanza para comprender la vastedad de algo que rebasa desde mi punto de vista el límite de lo humano. Existe un conocimiento que es inalcanzable y por tal motivo nos tenemos que conformar con un puñado de procedimientos. Por eso su profundidad, su hondura, es de momento inaccesible para el ser humano, lamentablemente solo podemos utilizar una minúscula porción de su capacidad para recuperar la salud y llegados a este punto es muy importante la figura del acupuntor, especialmente de aquel que haya convivido con ella a lo largo de toda su vida, que haya presenciado con asombro como su manejo ha destapado el poder escondido en algún lugar de nuestro cuerpo, un poder insustancial, que como una amable brisa de primavera se ha llevado lejos de nosotros aquello que nos producía dolor y abatimiento

Por todo ello la acupuntura no es, ni puede ser una ciencia, sino el resultado de continuas experiencias, las cuales se sostienen en una base sin sustancia, sin manuales, que no se pueden sumar, ni acumular, que no dejan que se las atrape en interpretaciones pero que para asombro y felicidad de todos, son rotundas, contundentes y extraordinariamente eficaces.

Evelio Rivera Juárez
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