El silencio nos hace cómplices del dolor en el que vive una gran parte de la sociedad.

La asimetría entre los efectos sociales de la globalización y el escenario descrito es de tal calibre que Federico Mayor Zaragoza describe el silencio como la fórmula capaz de explicar lo inexplicable.

“… Ante la creciente pobreza que genera el proceso de globalización liderado por los países más prósperos, silencio. Ante la deslocalización productiva hacia el Este y directiva hacia el Oeste, silencio. Ante los grandes desafíos que significan la incorporación de China y la India al crecimiento planetario, silencio. Silencio ante la aceptación de regímenes dictatoriales porque benefician a la economía de mercado y de guerra en la que estamos viviendo. ¿Cuánto gastamos al día en armamento? ¿A que manos van a parar los inmensos réditos de la explotación de los recursos naturales de países cuyos ciudadanos no tienen después unas migajas que llevarse al plato? ¿Cuándo acabaremos con los paraísos fiscales para que podamos abordar con posibilidades de éxito la lucha contra el tráfico de drogas, de armas, de personas…?” (Mayor Zaragoza, 2006).

El neoliberalismo convierte al ciudadano en consumidor. La libertad del ciudadano cede ante la pasividad del consumidor. El votante, en cuanto consumidor, no tiene un interés real por la política, por la configuración activa de la comunidad. No está dispuesto ni capacitado para la acción política comun. Solo reacciona de forma pasiva a la política refunfuñando que le degrada. Los políticos y los partidos también siguen esta lógica del consumo. Tienen que proveer. De este modo, se degradan a proveedores que han de satisfacer a los votantes en cuanto consumidores o clientes. La roban la palabra.

No solo las multinacionales roban la palabra vida. No son solo ellas. También son los gobiernos y el FMI y la OMC y la Unión Europea y los medios de comunicación y los militares.

Cada día mueren cien mil personas en el mundo por hambre de las cuales treinta mil son niños». Sumemos las guerras, el tráfico de seres humanos, las drogas, el terrorismo, los crímenes de las multinacionales… y todo ello para beneficio exclusivo de una banda de delincuentes que han domesticado a estos seres que denominamos humanos.

Y para estos criminales hay dos herramientas fundamentales.

Los mal llamados Paraísos Fiscales, cloacas donde todas estas ratas esconden sus botines y compran las voluntades de la mayor parte de los dirigentes mundiales.

http://interamerican-usa.com/articulos/Crim-org-terr/Crm-org-Glob-fin.htm

Y el silencio cómplice del resto de la sociedad.

Ante las injusticias  sociales, quienes detentan el poder buscan justificar sus acciones aduciendo la culpabilidad a la víctima. Ellas, las víctimas son culpables de sus miserias.

Esto es posible observarlo cotidianamente en los casos de abuso sexual infantil y de violencia familiar hacia las mujeres. El agresor, en más de un 95% hombre, se escuda bajo el pretexto de que el niño o la niña “queráa”, “lo buscaba”, “lo seducía”, “lo propiciaba”. Y el silencio de estas víctimas y del entorno conocedor de estos crímenes los hacen posibles.

La teoría de la espiral del silencio surge en 1977, propuesta por la alemana Elisabet Noelle-Neumann. La teoría explica la forma en la que la opinión pública surge como forma de control social, al plantear que las personas adaptan su manera de comportarse a las opiniones predominantes en su contexto social sobre cuáles conductas son o no aceptables. Esta conducta tiene su origen a nuestro natural temor al aislamiento, que podría darse si expresáramos opiniones percibidas como minoritarias, razón por la cual los individuos estamos constantemente «sondeando» el clima de la opinión pública para determinar qué opiniones podemos expresar.

Los medios de comunicación al servicio de la globalización neoliberal son elementos fundamentales en la construcción de la opinión pública, de este silencio, culpabilizando a las víctimas de su situación.

Y nosotros con nuestro silencio ante la miseria, la explotación y los crímenes del neoliberalismo también.

 Eulogio González Hernández.

 

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