Reglas y casillas, ¿a qué jugamos?

En relaciones internacionales, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, se habló del “orden basado en reglas”. Las Naciones Unidas y el derecho internacional arbitraban unas reglas que permitían que “blancas” y “negras” se disputaran el tablero del mundo siguiendo unas normas aceptadas por todos. Hoy, sin ninguna versión contemporánea de Juicios de Núremberg a la vista, vemos como Israel continúa la masacre.

Las órdenes de detención que la Corte Penal Internacional dictó contra el primer ministro, Benjamin Netanyahu, por crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad deben aplicarse para detener al mayor Herodes de nuestra era, con 16.000 niños y niñas asesinados. “Los ataques contra niños y niñas en Gaza no pueden normalizarse”, afirmó James Elder, portavoz global de UNICEF. Que haya quién sigue defendiendo a Israel cuando asistimos al primer genocidio televisado en directo es algo que me saca de mis casillas.

Ojalá el juego, como pasa también con el deporte, nos permitiera canalizar nuestros impulsos más destructivos y competitivos a formas de ocio inofensivas, incluso saludables. Seríamos una sociedad mejor, si recuperáramos esa mirada infantil sobre la importancia del juego en sí mismo. Crecemos pensando que jugar es cosa de niños, un entretenimiento que dejamos atrás con la adultez. Sin embargo, jugar no es solo un derecho de la infancia, reconocido por la Convención de los Derechos del Niño, sino una necesidad humana en todas las etapas de la vida. El juego fomenta la creatividad, la empatía y la capacidad de resolver conflictos; habilidades que, en un mundo tan polarizado, enloquecido y enfurruñado como el nuestro, se vuelven imprescindibles.

Este número lo dedicamos a los juegos de mesa, con el deseo navideño de que nos ayuden a perder sin resentimientos, a celebrar las victorias sin humillar al otro y a cooperar, porque descubriremos que los mejores juegos (como en la vida) son en los que cooperamos. Son, en resumen, una pequeña escuela de valores que, como sociedad, necesitamos redescubrir. Un Catan para enseñar escasez de recursos a cada negacionista del cambio climático. Un Pandemic (juego cooperativo anterior al COVID) para enseñar a la ciudadanía que nuestro personal sanitario realizó una heroicidad, porque la sociedad unió a ellos sus fuerzas. Ganar o perder no importa, frente a la diversión de jugar en común. Aprendamos a jugar, aprendamos a vivir (en común), pues somos parte del mismo juego.

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