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Publicidad, nutrición y realidad

Por un poco de coco, sección de Marta Torrijos

¿Te acuerdas del anuncio del batido que bajaba el colesterol? ¿O del yogur que te ayudaba a ir al baño? ¿Qué pasó con la leche sin lactosa que te ayudaba a sentirte más ligera?

¿Y si te digo que no lo necesitas? La publicidad intenta crearnos una necesidad, le otorga a los alimentos unas propiedades que, aunque son ciertas, no son significativas dentro de una alimentación saludable. ¿Por qué digo esto? Porque si en tus comidas principales hay ya una buena cantidad de verdura, consumes varias piezas de fruta al día y acompañas las comidas con legumbres y cereales integrales, no tendrías necesidad de estos productos. Resulta que una alimentación saludable ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares, entre otros muchos beneficios, y que el consumo de fibra es el suficiente como para que no te cueste ir al baño. ¿Y qué ocurre con la leche sin lactosa? Muy resumidamente te contaré que la lactosa es el azúcar de la leche y cuando llega al intestino es la lactasa (una enzima) la encargada de descomponer la lactosa en glucosa y galactosa para que pueda ser absorbida. Esto que parece un trabalenguas, viene a decir que a la leche sin lactosa en realidad no se le quita la lactosa, sino que se le añade lactasa, es decir, no te vas a levantar con más energía a no ser que seas intolerante, simplemente la lactosa se encuentra descompuesta, pero si llevas unos hábitos saludables sí que notarás una mejoría.

Que la publicidad influye en cómo comemos es algo que no nos debería sorprender. Un análisis socio-histórico realizado por Cecilia Díaz-Méndez y María González-Álvarez para la revista Empiria de la UNED nos explica cómo nuestra manera de comer ha ido evolucionando desde los años sesenta, cuando aparece la industria alimentaria. Podemos ver cómo la publicidad empieza dando identidad a los primeros productos envasados o cómo para quitar la frialdad que producen las fábricas se intenta evocar al mundo rural, pero lo ocurrido con el aceite de colza adulterado y, posteriormente, el mal de las vacas locas hace que los consumidores pierdan la confianza en el sector, así que apuestan por la seguridad del embalaje, dando a conocer diferentes tipos como el tetrabrick y también, empieza a aparecer la idea de que la delgadez es un símbolo de belleza y salud. Esta idea llega hasta nuestros días, donde en busca de conseguir el mejor producto caemos en el error de otorgar a los alimentos ciertas bondades, que aunque sí que pueden tener propiedades interesantes, no es el alimento el que nos proporciona salud, sino el conjunto de nuestros hábitos, así tenemos el batido que baja el colesterol, el yogur que ayuda a ir al baño y la leche sin lactosa que te da energía para rendir por las mañanas. 

Te puedes estar preguntando entonces que cómo es posible que se puedan dar este tipo de declaraciones nutricionales y es que hay que tener en cuenta dos cosas. La primera, que para que sea real y se pueda publicitar debe cumplir con las normas europeas, y la segunda, que no debe dar a entender que una dieta variada y equilibrada no pueda cubrir las necesidades nutricionales. Y es que para que un producto pueda ser publicitado como light, por ejemplo, solo necesita reducir un 30% su contenido en grasa respecto al original, de esta forma, podemos ver bebidas de soja light cuando la bebida de soja ya de por sí es baja en grasa o patatas light con un contenido alto en grasa.

Así que, cuando veas un anuncio de un producto enriquecido con 3, 6 o 10 vitaminas, pregúntate si han sido añadidas para aparentar ser saludables o si se trata de un alimento recomendable. A modo de truco, si es un producto que podrías hacer en casa, pero que por falta de tiempo prefieres comprarlo, seguramente se trate de una buena opción para el día a día, como por ejemplo gazpacho, salmorejo, escalivada o legumbres cocidas.   

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