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Por una educación social y por el bien común

Dos de cada tres mujeres de Rivas mejoran los estudios

Ha empezado el año y hemos podido conocer informes que nos hablan del aumento de la desigualdad en el mundo y cómo los más ricos son los que más aumentan su riqueza y los desfavorecidos su pobreza. Y en el plano doméstico, en el aspecto educativo, cómo va aumentando el gasto por familia en las llamadas actividades extraescolares de forma desigual: las más pudientes para ampliar su formación, y las de menos recursos tratando de compensar las carencias del sistema para que sus criaturas puedan seguir en él.

Son solo dos ejemplos, pero podríamos citar muchos otros que nos llevan a una cuestión ¿cómo es posible que estos informes no generen reacciones y sigamos dando por bueno el sistema?

Es un tema que admite diversas respuestas e interpretaciones. Pero, hoy me gustaría señalar algunas de las características del sistema educativo que han contribuido a que esa situación se dé y se mantenga.

Desde pequeños nos han “educado” para adaptarnos, para funcionar bajo unas condiciones que nos marcan; donde no se favorece ningún protagonismo fuera de la norma; en el que cada persona debe asumir sus circunstancias y responder por sí misma; donde el apoyo, la cooperación, la búsqueda de la acción común no son aceptadas. Hemos aprendido que señalarse y salirse de la norma es origen de problemas. Que es mejor pasar, esforzarse y llegar al máximo posible desde el individualismo y en competencia con el resto. Y que no hacerlo supone la expulsión.

Así nos educaban en la dictadura, y, por desgracia, siguieron haciéndolo en la mayor parte de las escuelas e institutos. La democracia no supuso cambios verdaderos en la organización y dinámica de los centros, y lo que es más grave, en el día a día de las aulas donde nos “formaban” generación tras generación.

Han pasado más de cuarenta años de la aprobación de la Constitución y seguimos sin formación ciudadana. Sin ser conscientes de la importancia, de la necesidad y de los beneficios que se derivan de nuestra acción colectiva. Nos siguen “educando” desde los medios de comunicación y nos cuelan noticias y versiones que siguen defendiendo el derecho individual por encima del colectivo. Nos llevan a pensar que “todos son iguales”, que da igual quien gobierne, que es más importante un bar abierto, que un centro de salud o un instituto público.

Y así, noticia tras noticia, versión tras versión, insulto tras insulto… tratan de alejarnos de los momentos de pausa, de encuentro, de reflexión y diálogo para comunicarnos y ser ciudadanos críticos, responsables y participativos que conocen sus derechos y son capaces de implicarse en su defensa.

Tenemos por delante un año electoral. Tendremos varias ocasiones de emitir nuestro voto. Pero no debemos limitarnos a eso. Es necesario que, en la medida de lo posible, pensemos en los demás, en lo colectivo, en el bien común. Y que en nuestro entorno incidamos en este sentido buscando un pensamiento crítico que nos ayude a entender y valorar quién defiende lo público y quién lo individual y privado.

¿Qué gano si me reducen un poco los impuestos, pero tengo que pagar la sanidad o la educación?

Perdonad, hoy quería tratar la importancia de la educación cívica y ciudadana desde los primeros años dentro del sistema escolar como forma de avanzar en una sociedad más justa y democrática… pero me ha parecido más importante manifestar las consecuencias de no hacerlo.

Colectivo EQS – Miembros del Movimiento Cooperativo de Escuela Popular (http://www.mcep.es)

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