Pensando los centros educativos

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Si en un taller se quedase sin reparar un porcentaje alto de vehículos… si en un centro médico los enfermos se quedaran en ese estado largo tiempo… No echaríamos la culpa ni al propietario del vehículo, ni al enfermo. Sin embargo, en la escuela/instituto se carga la culpa en el que falla.

En varias ocasiones ya nos hemos referido a la necesidad de cambiar el sistema escolar para hacerlo más democrático, inclusivo y respetuoso con la dignidad y las características de cada persona que en él participan.

Cada día, como adulto, en mi labor de magisterio, en mi hacer de padre y de abuelo, sigo sorprendido de la fuerza y la vigencia que tiene un modelo de escuela que parece responder más al sentir y al hacer de los adultos que en ella trabajan, que a las necesidades y características del alumnado que asiste a ella, y que, curso a curso, emplea gran tiempo de su vida en esa actividad. Me refiero a esos centros educativos que se organizan para dar respuesta al alumnado que sigue los programas, las consignas y que va sacando los cursos con continuidad. Pero que parece renunciar a buscar alternativas para aceptar, apoyar y luchar por el desarrollo de los alumnos y alumnas que más necesitan ser aceptados, acogidos y apoyados.

Cuántos centros organizan sus clases dejando en cada nivel algunos grupos en los que se agrupan a los que presentan mayores dificultades y además se dejan para las personas de nueva incorporación. Cuántas notas se ponen en función de una media aritmética sin tener en cuenta los progresos, ni los esfuerzos, ni las circunstancias individuales.

Alguien dirá que es lo normal, que si no tienen el nivel no pueden aprobar por mucho que se esfuercen, que no lo suelen hacer, y tengo que dar el programa para no perjudicar al resto. Y esa idea es la que está en el centro de toda la organización. Y así, se estructura todo el centro para que avancen los que puedan y al resto se les pide que se esfuerce un poco más. Que se esfuerce, sí. Pero por su cuenta. En su casa, con su familia, o si pueden con academias y clases particulares. Porque en el centro escolar no puede ser atendido si no es capaz de seguir el ritmo de los demás. Con lo cual dejamos a una gran parte de la población escolar, que suele ser la que tiene menos medios a su alcance, en situación de fracaso, de repetición, de abandono. Y lo que es más grave con una imagen personal forjada alrededor de su poco valor y de la escasa importancia de su persona.

Si en un taller se quedase sin reparar un porcentaje alto de vehículos… si en un centro médico los enfermos se quedaran en ese estado largo tiempo… No echaríamos la culpa ni al propietario del vehículo, ni al enfermo. Sin embargo, en la escuela/instituto se carga la culpa en el que falla y se le va dando, una y otra vez, la misma propuesta y la misma solución. El centro escolar parece decir que son bienvenidos, pero que si aparecen dificultades allí no pueden hacer nada. Que no pueden organizarse de manera diferente para acoger y educar a todos.

Por desgracia esta es la situación de la mayor parte de los centros escolares. En ocasiones disimulada por el esfuerzo y el buen hacer del profesorado que tratan de hacer todo lo posible en su aula. Pero no ven la manera de incidir en la organización general.

Tenemos confianza en la nueva ley educativa que busca el cambio de esa organización, para hacer que los centros sean inclusivos, que acojan y respondan a las características y necesidades de todas y cada una de las personas que en él estén. Por desgracia, la inercia del sistema es grande y serán necesarios varios años para que veamos un cambio real.

Mientras tanto, nos toca seguir esforzándonos en apoyar a los que están a nuestro alrededor y seguir dedicando nuestro hacer y nuestra participación en generar dinámicas para conseguir una escuela pública de tod@s y para tod@s.

Colectivo EQS – Miembros del Movimiento Cooperativo de Escuela Popular (http://www.mcep.es)

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