La constelación de Orión, por su grandeza, no sólo es uno de los mayores “asterismos” del cielo, sino que, realmente es nuestra “Casa”, vivimos aquí. La Vía Láctea es una galaxia espiral barrada, uno de cuyos mayores brazos es el “Brazo de Orión” o “Brazo Local”, donde se encuentra el Sistema Solar y la Tierra. Se sitúa entre los dos brazos más grandes, el de Sagitario (arriba) y el de Perseo (abajo). El brazo tiene unos 3.500 años luz de ancho y más de 20.000 años luz de largo. En la imagen podemos ver dónde está situado el Sol.
Vamos ahora a hacer un repaso de los principales objetos que se encuadran dentro de esta constelación, empezando por los objetos Messier: La Nebulosa de Orión, también conocida como Messier 42, M42, o NGC 1976, es una nebulosa difusa situada al sur del cinturón de Orión. Es tan brillante que puede ser observada a simple vista sobre el cielo nocturno y unos buenos prismáticos nocturnos nos dejarán con el ánimo suspendido. A una distancia de 1.350 años luz de la Tierra tiene un diámetro de 24 años luz y se encuentra muy cerca de Ensis, que significa «espada», que es la estrella Eta Orionis, la más próxima a M42. En la parte central de M42 existe un cúmulo abierto llamado “Cúmulo del Trapecio”, por la forma geométrica de sus cuatro estrellas principales, aunque el total es de seis estrellas. (La foto junto a la de la nebulosa). Es uno de los objetos Messier más escudriñados y más fotografiados, porque realmente se necesitan sólo unos buenos prismáticos o un telescopio de no más de 5 cm. de diámetro.
Las fotografías de Orión son tan gratificantes que, a modo de ejemplo, os incluyo la foto número 4 hecha con un telescopio de aficionado, de la “Gran Nebulosa de Orión”, con lo que os daréis una idea de su espectacularidad. Repito, está al alcance de todos y no hace falta “dejarse los ojos” para verla.
Mucho se ha especulado sobre el descubrimiento de M42 en la historia antigua, porque realmente hasta bien entrado el siglo XII no se hace la primera referencia astronómica a la nebulosidad, ya que ni Ptolomeo en su Almagesto, ni Al Sufi en el Libro de las Estrellas Fijas la citan, cuando de hecho su brillo es equivalente al de la Gran Nebulosa de Andrómeda, que si se cita allí. Tampoco Galileo menciona nada acerca de esta nebulosa, por lo que puede pensarse que el brillo de la nebulosa se ha incrementado al crearse nuevas estrellas muy luminosas en esta región del Cielo. Sí existe al parecer una referencia Maya que habla algo así como “una mancha muy emborronada generada por el fuego” en esta parte, pero eso es todo.
Que allí se han creado estrellas y que se siguen creando es una evidencia clara. La siguiente imagen tomada por el Telescopio Espacial Hubble muestra una región de la nebulosa donde se han formado jncluso “discos proto–planetarios” y otros están en formación (más oscuros). Un “disco proto-planetario” es una formación circular de materia alrededor de una estrella joven cuyos procesos físicos conducen a la formación de planetas, como podemos observar en la última de las imágenes.
Los discos se originan a partir de pequeños cúmulos de hidrógeno frío, mezclado con gas y polvo. Posteriormente la gravedad obliga a estas masas a colapsar y comienzan a aparecer formaciones planetarias que van “limpiando” sus órbitas y formando lo que luego serán planetas. La masa central se “enciende” cuando alcanza su masa crítica y se crea un sol que dirigirá su cortejo de cuerpos alrededor.
La última imagen del artículo de este mes ayuda a explicarnos cómo se produce esta evolución. Corresponden a cuatro discos protoplanetarios descubiertos alrededor de estrellas jóvenes en la Nebulosa de Orión. Están, como dije, compuestos por un 99% de gas y un 1% de polvo. Esos pequeños “granos” de polvo son suficiente para hacer que los discos se vuelvan opacos y oscuros en longitudes de onda del espectro visible.
El resplandor rojo en el centro de cada disco es una estrella joven recién formada, de aproximadamente un millón de años (recordemos que nuestro Sol tiene unos 4.500 millones de años). A medida que evolucionan, los discos pueden llegar a formar sistemas planetarios como el nuestro.
Cada imagen comprende unos 260 mil millones de kilómetros de diámetro (30 veces el diámetro de nuestro propio sistema solar), aunque los discos varían en tamaño de 2 a 8 veces el diámetro de nuestro sistema. Se explican las diferentes formas circulares o elípticas debido al hecho de que cada disco está inclinado hacia la Tierra en diferentes grados.
Orión tiene mucho que ver y que explicar y, como dije, no tenemos prisa para ello, pero es que, además, la “Catedral del Cielo” es una “Enciclopedia Galáctica” donde se pueden estudiar miles de millones de años de evolución cósmica, así que, sin prisa, pero sin pausa…
¡¡¡ Seguiremos mirando a Orión !!!