Sin necesidad de recurrir a nada más que al diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE), sabemos que odio es “antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea” y que diferente es “diverso”, “distinto”. También sabemos que odiar es malsano y que, si lo sentimos, tenemos un problema considerable. Y si, además, juntamos las dos palabras (odio, diferente), todo cambia, se degrada. Cuando la intolerancia se hace fuerte y, en cierta manera, se naturaliza desde ciertos colectivos políticos y sociales, surgen los odios hacia las minorías, las personas de otra orientación sexual, raza, etnia, género o ideología política. Estos odios tienen su base en la discriminación a ciertas personas por el solo hecho de ser diferentes.
En 1995, la UNESCO proclamó la Declaración de Principios sobre la Tolerancia que, a su juicio, consiste en el ‘respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos’. Se hizo este manifiesto ante los actos de intolerancia, xenofobia, nacionalismo agresivo, racismo, antisemitismo, exclusión, marginación y discriminación perpetrados contra minorías y grupos vulnerables de la sociedad.
Parece ser que los sectores sociales más indefensos suelen ser, precisamente, aquellos más atacados. La intolerancia, en sus diversas manifestaciones más o menos violentas, mantiene una vinculación profunda con la desigualdad. Y hay mucho donde elegir: racismo, xenofobia, LGTBI+fobia. Pero hay más: odio a las personas con alguna discapacidad (discafobia), a los pobres (aporofobia), a las mujeres (misoginia). Sin olvidar la intolerancia ideológica, basada en dañar de una forma u otra a las personas que no piensan igual que uno. Observando el panorama político y mediático podemos comprobar que, en esta lotería del odio y la intolerancia, las extremas derechas llevan todos los números para ganar el primer premio. No pondré ejemplos para que cada uno saque sus conclusiones en esta ocasión, pero no hay que olvidar que señalar, apuntar, denigrar al diferente, al otro, no es nuevo, ya lo hicieron los nazis contra los judíos.
Nino Olmeda