OPINIÓN

¿Qué determina que unos ciudadanos no sean iguales que otros?

Nadie habla de las causas

Las principales fuentes de la cultura, tanto la cristiana como la judía y la islámica, son: la Biblia, la Torá, el Corán y los escritos de los filósofos griegos.

Según el Génesis, Dios crea el mundo en siete días. El día sexto crea al hombre. Como el hombre (varón) se sentía solo, le extrae una costilla y con ella crea a la que será su mujer. El sentido de propiedad que el hombre tiene de la mujer, nos lo han inoculado a los hombres (y a las mujeres), hasta en nuestra concepción identitaria. De ello ya se ha encargado ‘el Antiguo Testamento’, que asegura que la mujer es un subproducto a partir de una costilla del hombre y solo él es portador del ‘Espíritu Santo’. Desde entonces, queda claro que la mujer le debe su existencia al varón, y que no tiene otros derechos que los que él quiera concederle. Además de ser un ser a subyugar, ya que es una aliada del mal simbolizado por la serpiente.

En la sociedad griega (inspiradores de la Escolástica y de toda la cultura occidental), la mujer debía tener un dueño, cargo que ocupaba su marido, su hijo o un pariente, así se la consideraba menor de edad durante toda su vida. Para Aristóteles, “la hembra es como un varón mutilado, y las menstruaciones son esperma, aunque no puro, pues les falta una cosa, el principio del alma […]. Según Hesíodo, «un mal necesario». Hay que considerar al sexo femenino como una malformación natural. Su utilidad no va más allá de un mero elemento procreativo… (Manel García, filósofo e historiador, en ‘La lágrima de Jantipa’).

El hombre siempre se ha sentido propietario de la mujer por derecho propio (como los reyes por unción divina), la han usado o desechado a su antojo.

Estoy seguro de que son muchísimos los casos en que es así y de que esto, obligatoriamente, tenemos que cambiarlo.

Todos (y todas) somos copartícipes de esta cultura, también la izquierda, pero son la derecha y la ultraderecha, quienes la defienden y de ninguna manera aceptan cambiarla: esos, los que votan en contra de todas las leyes de igualdad, que desataron campañas de ‘acoso y derribo’ contra la Ley del ‘solo sí es sí ‘, que en las Comunidades en las que gobiernan suprimen las casas de acogida para mujeres maltratadas, las partidas destinadas a las ONGs que trabajan con ellas, la educación afectivo sexual en las escuelas, los que suprimen las consejerías y las concejalías de Mujer e Igualdad y, en el mejor de los casos, las llaman ‘de violencia intrafamiliar’, etc. Esos son los que, hipócritamente, se atreven a enmendar la plana a aquellas y aquellos que llevan decenas de años defendiendo la igualdad entre hombres y mujeres, el respeto, la libertad de decisión… Ni la más mínima concesión merecen que se les haga a los que se aprovechan de todo, que todo lo manosean, lo manipulan y lo destruyen.

Las mujeres han avanzado mucho en los últimos años, desde Clara Campoamor hasta hoy, pero es muchísimo más lo que les queda por conquistar. Somos una sociedad dominada por ‘los machos’, no por ser de sexo masculino, sino porque los que dirigen, detentan el poder político y económico, quienes mandan en las iglesias…, son hombres. Los demás somos simples imitadores mamando de la ideología que ellos imponen, y la replicamos en todos los estratos sociales que habitamos, incluida nuestra propia casa.

En días pasados hemos conocido la sentencia a los agresores de Burjassot, el asesinato de la joven de 16 años por su exnovio de 17 en Orihuela, otra agresión grupal de ocho niños a una menor en Dolores, y otras más, por parte de menores de 14 años a otra menor, etc.

Nos escandalizamos con las encuestas que indican que los chicos, y sobre todo las chicas más jóvenes, están retrocediendo en conquistas de autoestima, igualdad, libertad y respeto, que parecían ya superadas.

En las aulas, no se está enseñando a los niños/as y jóvenes a pensar, tampoco a ser críticos, reflexivos… Y mucho menos se enseñan actitudes como la de ser solidarios, la empatía para con los otros, los valores de justicia e igualdad, ni siquiera respeto con las personas de diferente sexo y/o género.

Nos hemos regodeado en el sensacionalismo de las noticias, hemos tomado consciencia de las realidades ocultas, en nuestros líderes y otros, que demuestran que pueden ser machistas, violentos y acosadores, por desgracia ejemplos hay de todos los colores. Ahora ¿qué vamos a hacer como sociedad para evitar que las generaciones que nos suceden sean réplicas de nuestros peores comportamientos?

¿Son suficientes y seguras las medidas oficiales de protección de las mujeres? ¿Cómo es posible entonces, que las víctimas, en lugar de denunciar, prefieran refugiarse detrás de una web y de forma anónima para contar su agresión?

Hemos perdido una gran oportunidad, eran muchas las medidas incluidas en la Ley de ‘solo sí es sí’, pero destruir al gobierno, al partido proponente y a la ministra defensora, era más rentable políticamente a corto plazo (para muchos), que habilitar programas de educación para menores y mayores, fomentar el empoderamiento y respeto a las mujeres y atender debidamente a las víctimas.

En Rivas existió un Centro Joven de Salud, especializado en atención para ellos y ellas. A él acudían los menores que tenían algún problema, y también se impartía por personal especializado, formación sobre relaciones y comportamientos, además de atención psicológica apropiada. Este tipo de ‘centros’ serían perfectamente viables y harían mucho bien a la sociedad.

En 2024 han sido asesinadas por sus parejas o exparejas 48 mujeres, 1.293 desde 2003 (y algunos casos sin confirmar). Esto no es cosa solo de machismo, es de salud mental. Y además de atajarlo desde la justicia, habrá que atajarlo desde la psiquiatría. Se trata de un problema de salud pública.

Y para los que la reeducación no sea posible, pues la regulación y el castigo cuando sea necesario.

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