Educación a partir de los cero años.
Dedicado a las maestras y maestros de las escuelas infantiles de cero a tres años.
Mujeres libres surgió como una revista en abril de 1936, editada y escrita exclusivamente por mujeres. Se planteaba por primera vez en España, la problemática de las mujeres desde una perspectiva de clase; es decir, la liberación femenina desde la emancipación de la clase obrera, lo que denominaron feminismo proletario por contraposición a los movimientos feministas de carácter burgués.
Las fundadoras de la revista fueron: la escritora Lucía Sánchez Saornil, la abogada y educadora Mercedes Comaposada Guillén y la médica Amparo Poch y Gascón. En el primer número recogían lo esencial de sus ideas y en los posteriores las acciones que, tuvieron que emprender en medio de las complejas circunstancias de la Guerra Civil.
En septiembre del 36 las mujeres anarquistas dieron el nombre de la revista a la organización específicamente femenina que constituyeron. En esa misma fecha se unieron con las integrantes del Grupo Cultural Femenino de Barcelona. La finalidad fundamental sería conseguir la liberación de las mujeres de la triple esclavitud a la que estaba sometida: la esclavitud de la ignorancia, la esclavitud como productora y la esclavitud como mujer.
No se formalizó su formación hasta agosto de 1937 en el Congreso Nacional que celebraron en Valencia, donde constataron la afiliación de 28.000 mujeres. Entre otras medidas se puede leer: “Creación de cámaras de lactancia y guarderías en las fábricas y talleres que aún carezcan de ellas, especialmente en las de material de guerra.” Las mujeres tendrían que ser liberadas de la responsabilidad del cuidado de los hijos durante las horas de trabajo; responsabilidad que correspondía a la comunidad en general. Mujeres Libres se comprometió a crear este tipo de centros y a publicitarlos, a fin de que las diferentes agrupaciones del país dispusieran de una guía para crear sus propios establecimientos.
Conscientes de que a las mujeres se les había impuesto la importante responsabilidad de educar a los hijos, era necesario que se educasen a sí mismas, a fin de que pudieran criarlos adecuadamente. Pero también era imperativo que lucharan para que éstos tuvieran la mejor educación posible; los programas de Mujeres Libres para educar sobre el cuidado infantil tomaron forma en material escrito y actividades prácticas.
Durante los primeros meses, el grupo de Barcelona creó guarderías “flotantes”, pues en muchas ocasiones las mujeres no podían ni quedarse tarde en el trabajo ni salir por la noche para participar en las reuniones, por tener que cuidar de sus hijos. Decidieron afrontar este problema ofreciendo un servicio de guardería a domicilio para las que estuvieran interesadas en hacer de delegadas sindicales; para ello, voluntarias de Mujeres Libres se desplazaban a los hogares para cuidar de los hijos mientras las madres estuvieran ocupadas.
También en Barcelona crearon el Instituto de Puericultura y Maternología Luisa Michel en 1938. Allí se ofrecía atención médica a madres e hijos, asesoramiento sobre maternidad y ayudas financieras, programas de formación de puericultoras y una guardería para hijos de obreras. Este centro contaba con dos unidades, una para niños entre tres y veinticuatro meses y otra para niños de dos a cinco años, así como una biblioteca y un programa de revisiones médicas para los alumnos de las escuelas racionalistas. Mujeres Libres de Madrid realizó una extensa campaña para la creación de guarderías gratuitas en fábricas y barrios obreros, reivindicando, igualmente, la creación de comedores populares para los trabajadores de ambos sexos con el fin de facilitar el trabajo de las mujeres obreras.
Para Mujeres Libres la educación infantil debía ser concebida como un proceso de desarrollo y exploración más que como una represión de los instintos del niño o la inculcación de obediencia y disciplina; las escuelas o familias autoritarias formaban, de esa forma, a personas para ser sumisas a un gobierno autoritario. Los niños eran la esperanza del futuro; nunca se debía hacer que se avergonzaran de sí mismos o de sus cuerpos; debía dejárseles que se mantuvieran abiertos a todos los puntos de vista. La adaptación del niño al mundo tal como es, sería una de las principales fases de orden psico-sexual y la coeducación el único medio de llegar a ella.
Nunca se debería utilizar a los niños con fines propagandísticos: ver a los niños marchar por las calles vestidos de uniforme –incluso los de las organizaciones obreras- era una abominación. “Los niños no pueden ni deben ser católicos, ni socialistas, ni comunistas, ni libertarios. Los niños deben ser lo que son: niños.”
Según se iba desarrollando la guerra, Mujeres Libres se consagró, además, a los esfuerzos de ayuda: por un lado la asistencia a los combatientes y por el otro a programas para refugiados. En estos, ofrecían asilo, escuelas y otros servicios para el creciente número de personas adultas, ancianas y niños desplazados según retrocedían los frentes. Una parte importante de este proyecto era la creación de guarderías para los niños.
Todo el planteamiento pedagógico de Mujeres Libres se basaba en los principios de la Escuela Nueva y la pedagogía moderna que estaba de acuerdo en considerar a la coeducación como uno de sus postulados.
Como es de suponer, el triunfo de las fuerzas fascistas condujo a estas mujeres a la cárcel, al exilio, a volver a la situación contra la que se habían rebelado, o lo que tal vez fue peor, a un silencio que negaba a muchas la posibilidad de mencionar la experiencia más rica de sus vidas.