Pionera del fotoperiodismo de guerra. Antifascista.
Gerda Taro fue una fotoperiodista cuyo objetivo principal fue dar testimonio de lo que estaba sucediendo en España e intentar contribuir a modificar la política de no-intervención de los gobiernos británico y francés que, frente al abierto apoyo de Benito Mussolini y Adolf Hitler a la rebelión del general Franco, dejaban desprotegida a la República española. Ella buscaba cambiar las decisiones políticas a través de sus fotografías, tanto del frente de guerra como del sufrimiento de la población civil.
Gerda Taro nació como Gerta Pohorylle en Stuttgart (Alemania) en 1910. Hija de emigrantes polacos, burgueses de origen judío. Fue miembro del Club de Estudiantes Socialistas perteneciente al Partido Comunista Alemán (KPD) y estuvo encarcelada por sus creencias políticas. Con la llegada de los nazis al poder en 1933, tanto Gerda como su familia se vieron obligados a tomar duras medidas para sobrevivir.
Ella decidió huir a París en donde, un año más tarde, conoció a un joven fotógrafo húngaro de origen judío, Endre Ernö Friedmann, también huido de la persecución nazi. Se enamoraron y empezaron a trabajar juntos. Él le enseñó todas las técnicas fotográficas y ella con su leica comenzó a hacer fotografías.
Jane Rogoyska, biógrafa de Gerda Taro apunta: «Como refugiados extranjeros, con nombres obviamente judíos (Friedmann y Pohorylle), que intentaban encontrar trabajo en el mercado francés, altamente competitivo, eran muy conscientes de su estatus inferior.” Gerda convirtió a Friedmann en Robert Capa, un rico y exitoso fotógrafo estadounidense que nunca había estado en Europa, y por eso nadie sabía nada de él. Se convirtieron en Robert Capa y Gerda Taro al mismo tiempo, en abril del 36. Ella cambió su nombre por Gerda y su apellido por el de su amigo y escultor Taro Okamoto.
Endre se hacía pasar por operador del laboratorio de Capa. Gerda trabajaba para la agencia Alliance en donde, además de hacer algunas fotografías, funcionaba como agente comercial de Capa; era mucho más organizada y tenía mayor visión comercial que él. Si algún editor quería verle o entrevistarse con él, ya se encargaba Taro de inventarse una excusa para evitar el posible encuentro, convenciéndoles de que las fotos merecían un pago mucho mayor de lo habitual. Así, burlaban al antisemitismo alemán y a la creciente antipatía de los franceses hacia los extranjeros.
En el inicio de la Guerra Civil española, Gerda Taro y Robert Capa pensaron que era absolutamente esencial utilizar sus cámaras para obtener el respaldo mundial a favor de la República española y la causa antifascista. Vinieron a España donde contactaron con el Batallón Thälmann en Aragón y, más adelante, con otros batallones de la Brigadas Internacionales por todo el país.
Tanto Taro como Capa mostraban la destrucción de la guerra desde el punto de vista de las víctimas, con el objetivo de ejercer presión directa sobre quienes estaban en el poder y tomaban decisiones políticas. Sabían de la necesidad de la fotografía cercana al conflicto, pues «si las fotos no son suficientemente buenas, es que no te has acercado lo suficiente», decía Robert. Capa y ella trabajaron juntos fotografiando el frente y la retaguardia para algunas publicaciones francesas, utilizaban la firma “Reportage Capa&Taro”.
La carrera fotográfica de ambos se separó posteriormente, cuando Gerda firmó su propio contrato con el diario parisino Ce Soir y se quedó a vivir en la Casa de la Alianza de Madrid sin él. Así emprendió su propio camino, publicando el primer reportaje en Regards en abril del 37. Su atención fotográfica estaba centrada en el frente de guerra y en la población civil: plasmó a milicianos, tropas, patrullas, mujeres armadas, víctimas de atentados con bomba en morgues, de niños desplazados y heridos, capturó tomas de acción en primera línea.
Estuvo en contacto con el grupo anarquista Mujeres Libres comprometidas en una lucha social y política que incluía su intervención en primera línea. Tomaron parte activa en los asuntos militares, llevaban sus propios uniformes y fueron los batallones de mujeres más activos. Incluso después de que se promulgara el decreto gubernativo para retirar a las mujeres del frente, algunas permanecieron como parte de la jerarquía militar.
En la biografía de Gerda Taro, la autora cita las memorias de un general republicano: «Todos queríamos mucho a Gerda… era pequeña con el encanto y belleza de una niña. Una pequeña niña valiente y la División la admiraba por eso».
A principios de julio del 37, Capa regresó a París mientras que ella se quedó en España con el fin de informar de la ofensiva republicana que acababa de lanzarse sobre Brunete. El día 25, durante una confusa retirada, un tanque fuera de control golpeó al coche donde iba ella y resultó malherida; murió a la mañana siguiente.
Gerda se convirtió en la primera mujer fotógrafa que moría en combate, y pasó a ser una heroína para miles de mujeres. Tenía 27 años y su lucha contra el fascismo sirvió como un modelo a imitar en España y en todo el mundo, se originó la creación de clubs de seguidoras en los Estados Unidos, Francia y Alemania, donde se la conocía gracias a la publicación de sus fotos.
El argentino Córdova Iturburu que estuvo presente en el multitudinario funeral de Taro en París, escribió: “Era bella y joven y valiente. De hecho, era bella por triplicado”. María Teresa León, Rosa la Dinamitera y Lola la Riojana bordaron la bandera tricolor que cubría el ataúd de Taro. Robert Capa le dedicó su libro Death in the Making: “Para Gerda Taro, que pasó un año en el frente de España y se quedó.”