Donald Trump ganó las elecciones en EEUU con 312 escaños (49,8%), contra 226 de Kamala Harrís (48,3%). Los votos emitidos en total son 78 millones. De 320 millones de habitantes 245 millones tienen derecho a voto, por tanto, han votado menos del 32% de los ciudadanos con derecho a voto.
A Trump le han votado seis de cada diez católicos, la mayoría de los evangelistas y el 30% de los ciudadanos de religión judía. En cambio, la comunidad judía (grupos de presión) han donado grandes sumas de dinero para financiar la campaña del nuevo presidente Trump. Es esta ‘comunidad’ la que marca las directrices políticas nacionales e internacionales en EEUU. Ya con Obama (sin ir más lejos), no fue designado candidato hasta que no se comprometió con los intereses judíos en Oriente Medio. Igual ocurrió con Biden, esa es la razón por la que ‘ha tragado’ con todas las actuaciones de Netanyahu, a pesar de las protestas dentro y fuera de EEUU. Y lo mismo con Trump, que hasta el último momento no se pronunció claramente.
La aportación que EEUU ha asignado a Israel, como apoyo a la masacre contra el pueblo palestino, desde el pasado octubre, son 22.760 millones de dólares. Además de otras cantidades comprendidas dentro de los más de cien acuerdos firmados por Biden, que no son públicos, ya que las cuantías están por debajo del umbral que requiere informar al Congreso de EEUU. Otra partida vigente, es la que acordó Obama de otros 38.000 millones, a gastar antes de 2028 (pero que Israel puede ir disponiendo de ese dinero por adelantado, según sus necesidades). Por otro lado, están las operaciones ofensivas del ejército americano contra los utíes de Yemen (otros casi 5.000 millones de dólares), asociadas también a la guerra de Israel.
Todo este dinero y armamento es lo que EE.UU., aportó a Israel en el último año (desde 7-10-23), una cifra récord. Además de ser su valedor internacional, su escudo en la ONU y en el Consejo de Seguridad (con su capacidad de veto), presionando y amenazando a países para evitar las condenas, etc.
Pero eso no es todo. El único país frontera, que podría suponer una amenaza para Israel, sería Egipto y de eso también se ocupa EEUU. Curiosamente, el presidente Trump ha anunciado la suspensión de todas las ayudas a terceros países, a excepción de las ayudas a Israel y a Egipto. En el caso de este último, dichas ayudas, en su mayor parte, ni siquiera van dirigidas al gobierno de ese país, sino expresamente a su ejército. El monto total de la ayuda que Estados Unidos proporciona a Egipto asciende a 2.100 millones de dólares anuales, de los cuales 1.300 millones se destinan al ejército egipcio, mientras que el resto se asigna como ayuda económica al gobierno y a otras organizaciones no gubernamentales. Con lo que el país americano tiene a los militares egipcios ‘comiendo de su mano’ como quien dice.
Las Fuerzas Armadas gozan de un poder e independencia considerables dentro del Estado egipcio. Son influyentes en los negocios, participan en la gestión de las carreteras, construcción de viviendas, comercio de bienes de consumo, gestión de recursos, y grandes terrenos y propiedades inmobiliarias. La información militar no es pública, tampoco sus presupuestos, ni los nombres de los generales o el tamaño de las fuerzas armadas (que se consideran secretos de Estado). Incluso los generales pueden convocar al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, al margen del propio Gobierno. Esto desde que el presidente Mubarak renunció y transfirió el poder a ese organismo (11.02-2011). Según el periodista Joshua Hammer, «hasta en un 40% de la economía egipcia» está controlado por el ejército.
Durante todo el tiempo en que el ejército israelí masacraba a la población palestina, Egipto ha mantenido cerrados todos los pasos fronterizos. Lo mismo hizo Jordania, por tanto, los gazatíes estaban encerrados ‘en una ratonera’ bajo las bombas y frente a los tanques y fusiles de los asesinos sionistas. Todos estaban cumpliendo su misión: colaborar en el exterminio del pueblo palestino.
La solución de Trump para acabar con la guerra, no es otra que expulsar a todos los palestinos hacia Jordania y principalmente Egipto, “mientras se reacondicionan las zonas destruidas” ha dicho. Es el paso siguiente del plan de ocupación y anexión a Israel de toda Palestina. Los palestinos nunca podrán volver. Egipto, de momento no ha dicho nada, pero seguro que ‘será cosa de dinero’ únicamente, dependerá de cuanto EEUU esté dispuesto a pagar.
El conflicto está en una tregua ‘un alto el fuego temporal’, que Israel ya ha incumplido: desde la firma del acuerdo, las FDI han violado diariamente lo pactado, machacando a la milicia chií de Hezbolá y a los civiles de decenas de localidades en las que siguen sin poder entrar. De hecho, el gobierno libanés sostiene que se han producido 460 violaciones por parte de las FDI desde su entrada en vigor y se han registrado 32 civiles muertos y 39 heridos. Las FDI no se han retirado de más de sesenta localidades en las que siguen operando.
A todo esto, Trump que se ‘apunta’ el logro del ‘cacareado’ alto el fuego, nada tiene que objetar. Con la ‘pantomima’ de la tregua por la devolución de rehenes, han acallado las protestas internas y han proporcionado justificación a todas las acobardadas ‘democracias’.
¿Y a qué obedece tanto dispendio? Evidentemente se trata del control total de la zona de Oriente Medio, pero el costosísimo sostenimiento histórico de Israel por parte de EEUU, solo puede deberse a que Israel tiene tanto poder en EEUU como sus propios gobernantes, o mejor aún: el sionismo es quien pone y quita presidentes. Por esto, ese enorme país, con una influencia económica, militar y política en el mundo sin precedentes, está al servicio de ese pequeño país, que es ‘punta de lanza’ de una estrategia e intereses comunes.
La masacre continúa en Líbano y ahora la han trasladado también a Cisjordania. La guerra no acabará, no interesa a EEUU ni a Israel, ambos necesitan una gran guerra, para mantener sus fábricas de armas a plena producción y a los sionistas que son el ‘brazo armado’, es su sentido de existir.