Los actores regionales árabes lamentan la ruptura entre Rabat y Argel y llaman al diálogo
La decisión del Ejecutivo argelino subraya el apoyo de Israel a Marruecos y pone en jaque los intereses de la región
Álvaro Escalonilla (Atalayar)
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La ruptura definitiva entre Rabat y Argel ha llevado sus relaciones bilaterales al punto más crítico en décadas. La espiral de desavenencias registradas en los últimos meses desembocó el pasado martes en un distanciamiento total entre ambas administraciones. El ministro de Exteriores argelino, Ramtane Lamamra, dio la última estocada a petición del presidente Tebboune: “Argelia ha decidido romper relaciones diplomáticas con Marruecos a partir de hoy”, sentenció. El Reino alauí se limitó a criticar al Gobierno argelino y tildó su decisión de “injustificada”, al tiempo que intentó tender puentes con la sociedad civil del país vecino.
Los Estados árabes y diversos actores regionales intervienen ahora en un conflicto sin visos de distensión y capaz de hacer mella en el desarrollo del Norte de África por sus profundas ramificaciones. El Mediterráneo, el resto del continente y el orden regional podrían verse afectados tras el último movimiento del Ejecutivo argelino. En este escenario, unos se han pronunciado para tomar partido; otros, para tratar de acercar posturas y encontrar una solución a un conflicto “esperado” a tenor de las continuas fricciones.
El ministro de Asuntos Exteriores emiratí, el jeque Seikh Abdullah bin Zayed Al Nahyan, expresó la postura de Abu Dhabi a través de un comunicado en que lamentaba la ruptura frontal y trataba de limar asperezas entre Rabat y Argel. “EAU siempre ha trabajado para profundizar y fortalecer las relaciones árabes y, desde este punto de vista, deplora los acontecimientos en curso entre Argelia y Marruecos”, trasladó. Los Emiratos Árabes Unidos mantienen fuertes intereses en ambos países, por lo que mantiene su posición neutral.
En este sentido se expresó la Liga Árabe. El secretario general del grupo, Ahmed Aboul Gheit, pidió calma e instó a las partes a “evitar una mayor escalada” que pusiera en riesgo los intereses regionales. La Organización de Cooperación Islámica (OCI) hizo lo propio y mandó un mensaje similar. Un mensaje respaldado a su vez por Arabia Saudí, Kuwait, Bahréin y Libia, que hicieron un llamamiento al diálogo. El nuevo Gobierno de Trípoli exigió moderación a sus vecinos y lamentó “profundamente” el completo distanciamiento.
En la dirección opuesta se ha pronunciado Israel. Desde la normalización de sus relaciones bilaterales con Marruecos, impulsadas por la Administración Trump, el Estado judío se ha convertido en un socio cercano para Rabat. Un motivo que le ha llevado a respaldar al Reino alauí en la disputa. Tanto es así que el nuevo ministro de Exteriores, Yair Lapid, visitó a principios de agosto el país para reunirse con altos cargos del Gobierno marroquí. Lapid expresó entonces su preocupación por “el papel de Argelia en la región”. Unas declaraciones “sin sentido y con amenazas veladas”, según adujo su homólogo argelino.
La recién estrenada proximidad entre Israel y Marruecos tiene como principal objetivo fortalecer el eje de poder regional que les une y que, al mismo tiempo, les contrapone a Irán y Argelia. El conflicto en el Sáhara Occidental reveló los estrechos vínculos entre Teherán y Argel, posicionados en favor del Frente Polisario, al que nutrían de armas y fondos. Este motivo, entre otros, explica la conveniencia mutua que trató de sellar el propio Lapid con su visita a Rabat.
Naciones Unidas también ha intercedido en la disputa. El portavoz del secretario general, Stéphane Dujarric, pidió a ambos países “encontrar la manera de mejorar las relaciones, incluso en la búsqueda de la paz y la seguridad en la región”. Francia también se ha puesto de perfil en la cuestión y emitió un aséptico comunicado exigiendo a las partes “profundizar los lazos y el diálogo para consolidar su estabilidad y prosperidad”. “Son dos países amigos y dos socios esenciales”, concluyó París.
De acuerdo con el Gobierno argelino, el detonante de la ruptura fueron los reiterados “actos hostiles” cometidos por Marruecos en los últimos meses. Estos hacen referencia al supuesto respaldo del Reino alauí a las formaciones políticas Rachad y MAK, ambos catalogados por Argel como “organizaciones terroristas”. Una es de marcada tendencia islamista; otra defiende la causa independentista de Cabilia. De forma simultánea, la presunta utilización de Marruecos del programa de espionaje israelí Pegasus contra 6.000 objetivos de la administración argelina, en su mayoría políticos y militares, así como la carrera por erigirse en la potencia hegemónica de la región han distanciado al máximo sus agendas.
Como telón de fondo se encuentra el conflicto en el Sáhara Occidental. Marruecos busca socios a nivel internacional que sigan la senda de Washington para fortalecer el reconocimiento de su soberanía sobre el territorio, mientras que Argel fortalece su apoyo al Frente Polisario, en liza por la independencia. El conflicto viene de lejos, ya que sus fronteras se mantienen cerradas desde 1995, sin embargo, el recrudecimiento actual es notorio.
Después del anuncio del poder ejecutivo, fue el legislativo el encargado de ratificar la decisión. Tanto la Asamblea Nacional como la Cámara de Representantes argelina dieron luz verde a la ruptura de las relaciones con Marruecos. Por el momento, las consecuencias aún no han llegado a la superficie, sin embargo, medios locales aseguran que Argelia no renovará el gasoducto que une su país con España a través de Marruecos y que insufla de gas a Europa. De confirmarse, sería el primer revés que trae consigo la decisión del Ejecutivo argelino.