Lo público y lo privado

“…Una nueva orden ministerial con el apoyo de las comunidades autónomas aprueba y decreta el cierre de teatros, cines, discográficas, editoriales, productoras, salas de conciertos y auditorios, prohibiendo, además, cualquier iniciativa que procure soporte económico, o lo facilite, para el desarrollo y mantenimiento de estas actividades en todas las formas previstas para ello, incluida remuneración por trabajo realizado. Por el contrario, se mantiene la posibilidad de acceder a cualesquiera de estas disciplinas a través de la Filmoteca Nacional en donde se custodian auténticas joyas de nuestro cine desde sus inicios. Asimismo, se permitirá el acceso a las diferentes bibliotecas locales, autonómicas y Biblioteca Nacional con el fin de poder dar lectura a todo cuanto alberguen, desde clásicos a la actualidad -entendiendo esto último en forma de archivo no editado por editorial alguna y que cada autor podrá depositar de manera altruista si sus inclinaciones creativas le llevan a tal necesidad.

Otro capítulo de la orden rescinde la posibilidad de articular cualquier propuesta que incite a la realización de conciertos o representaciones teatrales previo pago o simulación de la  misma, debiendo quedar satisfecha la demanda en la gratuidad absoluta del evento si se produjera y en su defecto acudiendo a las plataformas, que mantendrán su vigencia, en las que recuperar tanto archivos musicales, grabaciones teatrales pasadas -estudio 1 incluido- además de viejas películas, series ya filmadas, sin olvidar la posibilidad de poder reproducir una y otra vez los archivos en los que se recogen  ballets y conciertos.

El documento, sin embargo, no hace alusión a la actividad de los creadores y creadoras que podrán seguir realizando su labor, eso sí, sin soporte, producción, o remuneración alguna por llevar a cabo cualquiera de estas actividades dentro de las cuales seguirán siendo considerados profesionales bien sean actores, actrices, músicos, productoras, escritoras y escritores, técnicos y técnicas, guionistas, cantantes, editores o promotoras, bailarinas o atrecistas…”

Todo esto que podría ser, por qué no, una posibilidad, es el panorama que nos encontramos cuando a expensas de quien se encuentre inmerso en el debate entre la esfera de lo público y lo privado viene a significarse de manera torticera. Y es que no habría que dar lugar a la confusión en este debate que lleva alimentando algún que otro ideario elevado a la categoría de cuestionamiento cuando no se sabe qué decir. A causa de esto la propia socióloga Teresita Barbieri apuntó que: “Público y privado son ya hoy, como tantos autores han señalado y analizado, inoperantes: restringen y confunden el conocimiento sobre las sociedades y la comprensión de sus actores. Parece entonces necesario representar a las sociedades actuales con otros ámbitos, de manera de dar cuenta de la diversidad en que transcurre la vida social”

Cabría no decir más porque a buen entendedor pocas palabras son suficientes para comprender el asunto que de ello se deriva. Aún así todavía hay gente que, a río revuelto, quiere entender que ambas esferas son extensibles a todos los ámbitos, y no. No porque cuando hablamos del ámbito público y privado en términos sociológicos o antropológicos lo hacemos dentro de la esfera de la intimidad y la relación de nuestra exposición ante nosotros mismo y el resto. Nunca estos términos, que pudieran llevar a la polarización, quedan definidos ni defendidos en cuestiones económicas o batallas políticas en donde lo privado trata de usurpar lo público sin más finalidad que el beneficio, las plusvalías y la hegemonía en los mercados estratégicos, sanidad y educación incluidas. De ahí la necesidad de remitirnos a las palabras de la socióloga y feminista Teresita Barbieri.

Pero como decía Pedro Antonio Urbina, salvando las distancias de sus propósitos, somos algo más que materia y necesidad vital. Somos conciencia, dignidad, pensamiento y posición ante nuestra realidad o fantasía y  para ello hay potenciales que desarrollar y mantener, sobre los que indagar y seguir bebiendo;  potenciales que hay que generar y asimilar del resto. Y ahí es donde la cultura nos vincula; es el vehículo para desarrollar todo lo que somos que, sin advertirse sector estratégico, resulta indispensable para comprender y ser. Es, a través de la cultura, el lugar desde donde establecemos nuestra capacidad de discernimiento, nuestra posición ante la mejora o el esperpento o para cuestionar y ofrecer  entendimiento. Un entendimiento que nunca debe confundirse porque si existe una esfera de lo público defendido por la Cultura, no es menos cierto que es, en gran parte de las ocasiones, desde la esfera de lo privado donde surgen las iniciativas de todo cuanto apuntábamos al principio,  a saber: actores, actrices, directoras y directores, cantantes, productoras, editoriales, discográficas, promotoras musicales e incluso el mismísimo público pertenecen a ese ámbito de lo privado en términos económicos y nadie debe rasgarse las vestiduras. Y no debe de hacerlo porque no es incompatible, volviendo a Barbieri, dentro de la sociedad en la que nos desarrollamos. Tan sólo debe quedar claro que el desarrollo privado o individual de las iniciativas culturales, que en muchas ocasiones son asumidas por diferentes corporaciones oficiales, no arbitra liberalismo alguno como le gustaría a más de uno u una; a más de esto, nos sitúa en esa diversidad de pensamiento y diferencia entre qué es aquello que no debe nunca transitar por manos de privados con un único fin y la diversidad de la creación que es cosa bien distinta.

…Habrá quien haya pensado, o tal vez no, que dentro de todo el panorama cultural descrito al principio de estas palabras he olvidado nombrar a toda la diversidad de artistas plásticos. Y no, no lo he olvidado; lo he tenido muy presente, tanto, que es así como ve la sociedad y las instituciones el trabajo de los y las artistas plásticos actuales…inexistente y sólo recuperable en aquellos lugares donde su labor tuvo lugar en otro tiempo, nunca ahora.

Juan Antonio Tinte

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