Artículo de Marta Torrijos sobre el uso del hambre como arma por Israel en el genocidio que comete en Gaza.
En un mundo donde la información viaja a la velocidad de la luz, los periodistas siguen siendo la columna vertebral que transforma hechos crudos en relatos accesibles. En Gaza esa columna se ha roto: los reporteros pierden la vida mientras intentan documentar la crudeza del conflicto. Cuando sus voces desaparecen, la ayuda humanitaria se retrasa, agravando una crisis de hambre que supera ya al medio millón de personas (OMS, 2025).
La radio es mucho más que un simple aparato de sonido. Durante la Segunda Guerra Mundial, ambos bandos gestionaban emisoras en varios idiomas, para difundir noticias, propaganda y mentiras; las “radios negras” mostraron el poder de la señal para influir en soldados y civiles. Ese legado persiste: en la guerra Rusia-Ucrania la radio sigue moldeando la opinión pública y ocultando la realidad. Quien domina la información, a menudo controla la reacción internacional (El rol de la radio en la guerra, Horacio Barrios).
En Gaza la falta de información se traduce en un silencio mortal. La ONU ha declarado oficialmente una hambruna; la OMS la describe como una de las peores crisis alimentarias de la actualidad y el bloqueo impuesto por Israel ha reducido los 400 puntos de distribución de ayuda en apenas 4, todos bajo control militar. La población se ve obligada a decidir entre morir de inanición o arriesgarse a ser tiroteada al buscar ayuda (ONU, 2025).
La inanición es una condición devastadora que aparece cuando el cuerpo no recibe los nutrientes esenciales. Al pasar mucho tiempo sin comer, las reservas de energía se agotan y el organismo entra en un déficit calórico severo. No solo faltan calorías, sino también vitaminas, minerales y otros nutrientes indispensables para mantener las funciones vitales.
Los síntomas empeoran rápidamente: pérdida de peso severa, descomposición del tejido muscular y graso, debilidad y cansancio extremo, además de piel seca con escamas, llagas e infecciones.
El control de la temperatura corporal se desajusta, el sistema inmunológico se debilita, aumentando la susceptibilidad a enfermedades, algo especialmente peligroso cuando el acceso a la atención médica es limitado.
En el aparato digestivo disminuyen los ácidos gástricos, el estómago se encoge y suele producir diarrea frecuente, lo que puede ser mortal. El corazón late más despacio, la respiración es insuficiente, el pelo se debilita y se cae. Además, se acumulan líquidos en piernas y abdomen y en las mujeres, se interrumpe la menstruación.
La inanición afecta también a la salud mental, creando un círculo de desesperanza que perpetúa el sufrimiento.
Cuando la hambruna afecta a los niños, las consecuencias son aún más devastadoras. La desnutrición aguda frena su crecimiento físico y su desarrollo cognitivo, lo que puede traducirse en problemas de salud, dificultades de aprendizaje y un futuro comprometido. Los niños son más vulnerables a enfermedades debido a un sistema inmunológico debilitado y el trauma emocional puede quedarse de por vida.
Entre las formas más graves de desnutrición infantil está el marasmo (pérdida de peso, músculo, grasa y deshidratación) y el kwashiorkor (retención de líquidos y abdomen hinchado). Incluso con la lactancia materna, que brinda cierta protección, la desnutrición severa impide un crecimiento normal. El desarrollo conductual se vuelve lento y pueden presentar una ligera discapacidad intelectual. Aunque el tratamiento ayuda, las deficiencias intelectuales y los problemas digestivos pueden durar toda la vida.
Si una persona deja de comer durante aproximadamente un mes, pierde cerda del 25 % del peso corporal. Cuando la inanición se prolonga, los adultos pueden perder hasta la mitad de su peso y los niños incluso más. La piel se vuelve fina, seca y poco elástica, pálida y fría; los huesos se marcan bajo ella. La grasa facial desaparece, dejando mejillas y ojos hundidos. El cabello se reseca y se cae. Cuando no se consume ningún alimento en absoluto, la muerte aparece a las 8-12 semanas (Manual MSD).
Mientras el cuerpo sufre la falta de nutrientes, la población queda atrapada en un silencio informativo que impide que la comunidad internacional conozca la magnitud de la hambruna. Es aquí donde la radio vuelve a ejercer poder: al difundir datos precisos y testimonios en tiempo real, se crea la presión necesaria para abrir corredores humanitarios y suministrar alimentos.
El secretario general de la ONU, António Guterres, describió la situación como “una crisis moral que desafía la conciencia global” y exigió un alto al fuego inmediato. Hoy en día, la ayuda humanitaria es el único método de conseguir alimentos para la mayoría de gazatíes, existiendo casi un 20 % de desnutrición infantil en menores de 5 años y un 40 % en mujeres embarazadas y lactantes.
Un alto al fuego permanente permitiría restablecer los puntos de distribución y devolver la posibilidad de comunicar sin miedo. Con la información fluyendo nuevamente, las organizaciones pueden coordinar mejor la entrega de alimentos, medicina y agua, respondiendo con la rapidez que exige esta emergencia (ONU, 2025).
La radio, en su sentido más amplio, capaz de movilizar ejércitos y cruzar fronteras, ahora sirve como el órgano vital que conecta a Gaza con el resto del mundo y salva a una población que lucha por sobrevivir en medio del silencio.Mientras tanto, podemos honrar la cultura palestina cocinando platos tradicionales como fatoush, moujadara hamra, foul mudammas, maamoul, limonana o panes mana’eesh y kaak asfar (Recetas contra el olvido, UNRWA).
Al combinar la fuerza de la información con la empatía que surge al mantener la memoria palestina, se contribuye a romper el ciclo de silencio y hambre. Cada palabra difundida o muestra de apoyo (firmar peticiones, realizar donaciones, comprar éticamente…) son pasos hacia la esperanza de que la luz vuelva a iluminar Gaza y la ayuda llegue a quienes la necesitan.








