OPINIÓN

¿Qué determina que unos ciudadanos no sean iguales que otros?

Las sociedades modernas no han conseguido llenar el vacío que deja la ‘moral religiosa y/o las ideologías’

Las religiones y, por influencia directa, la católica, han significado el principal elemento de opresión de las personas y de las sociedades.

Las prácticas aplicadas por las instituciones religiosas han sido innumerables: castigos físicos, enjuiciamientos públicos, esclavismo, servidumbres obligatorias, contribuciones dinerarias u otras…, y unos rituales de obligado cumplimiento, para sometimiento y control de todo y de todos.

Pero más cruento que lo puramente material, ha sido la profunda coacción ideológica (moral, obediencia, autocastigo…), empezando por aceptar la autoridad de unos hombres, que se dicen representantes de un ser invisible y que gestionan el pasaje hacia una vida mejor después de la muerte, en un prometido ‘Paraíso’ que solo reside en la imaginación manipuladora de quienes lo proclaman o, por lo contrario, ‘las calderas de Pedro Botero’. La moral religiosa se ha basado siempre en el miedo a la autoridad presente y a la inmortalidad placentera o destructiva para toda la eternidad. Mientras tanto, en el paso por la vida terrenal, los méritos se ganan con la devoción, la obediencia, los actos de constricción y el servicio. El pecado es castigado en el presente y en detrimento de los avales para esa supuesta vida futura.

Por todo esto, las instituciones religiosas han ejercido directamente el poder o han estado a la sombra de este, dirigiéndolo también e influyéndolo en toda medida.

Las ideologías extendidas durante el siglo XX (muchas de ellas), pretendieron sustituir los preceptos religiosos, por otros de carácter similar, pero basados principalmente en la ‘disciplina militante’. Con unas aspiraciones únicamente terrenales y apoyadas en valores de solidaridad, trabajo colectivo, bien común, derechos individuales y colectivos, etc.

Pero unos y otros han fracasado. Emmanuel Todd, uno de los más reconocidos intelectuales franceses, dice: “…he llegado a distinguir tres etapas en la historia religiosa de una sociedad. En primer lugar, el estadio de la religión activa, donde los valores religiosos estructuran y rigen la vida social de los individuos. Luego, el de la religión ‘zombi’, donde el colapso de la creencia en Dios se compensa con religiones sustitutivas que imponen morales muy exigentes. El comunismo, el socialismo y el republicanismo me parecen ejemplos de esta categoría de ‘religiones zombis’. Finalmente, el tercer estadio, correspondiente a nuestra época, es el de la ‘religión cero’, donde ya no subsiste ninguna creencia, y ningún proyecto religioso o político logra movilizar a las poblaciones”. “El individuo, en principio liberado de toda creencia y de cualquier valor restrictivo, se enfrenta al vértigo de su nueva libertad. Ante la complejidad de esta nueva condición humana, se observan fenómenos de conformismo social e intelectual, pero, sobre todo, veo como reacción más común una deificación del vacío y un peligroso rechazo de la realidad tal como una atracción por la violencia. Esto lo llamo nihilismo”.

Dentro de ese nihilismo que refiere E. Todd, se podrían encuadrar: nazismo, estalinismo, maoísmo, yihadismo, populismo, trumpismo…

Los vacíos dejados por la moral religiosa, se pretendieron llenar principalmente con otras creencias libres de sometimientos, vinculados a lo humano y terrenal y libres para ser adoptados en mayor o menor medida por cada persona: las democracias, la ética, los valores humanos recogidos en la carta de las naciones, los derechos del niño, el feminismo… Y aunque todo eso es muy importante, las actitudes, el comportamiento, las aspiraciones a medio y largo plazo de las personas, han decaído hasta mínimos: vivimos en una sociedad individualizada, consumista, desesperanzada y mediatizada por las redes sociales y sistemas audiovisuales de comunicación. Individuos, a la vez que desconfiados, dramáticamente dispuestos a sumarse a todo tipo de prácticas y creencias, que les proporcionen algo de seguridad.

Todd pone como ejemplo de degradación social, la situación actual de EEUU, ese país, que todos han puesto como referencia y modelo: Los Estados Unidos no son esta sociedad en pleno dinamismo que los estudios de cine nos quieren hacer creer… La sociedad estadounidense ha alcanzado un nivel de degradación tal que las personas literalmente comienzan a morir por ello. La magnitud de la violencia que el sistema estadounidense inflige a su propia población es inhumana. Existen hechos graves que reflejan una inmoralidad profunda por parte de las supuestas ‘élites’ estadounidenses. Por ejemplo, el comportamiento del sistema de salud, que deliberadamente envenenó a millones de estadounidenses al proporcionarles analgésicos altamente adictivos y mortales, es revelador. Más grave aún es la incapacidad del Congreso para prohibir estas sustancias, bajo la influencia de los lobbies farmacéuticos, lo que ilustra el estado moral absolutamente deplorable de las clases dirigentes.

Continuando con el ejemplo de EEUU, el negocio de las armas es de consumo doméstico, como cualquier otro electrodoméstico. Todos los americanos tienen una o varias armas en sus casas, incluso armas de uso militar o para fines bélicos. Eso está propiciando las grandes matanzas de civiles, en la calle, los colegios, centros públicos…, cada vez más frecuentes. El racismo, y no solo por cuestiones de color, sino como desprecio del diferente, el empobrecido mayoritario (37,9 millones de pobres, un 11,6% de la población), con unas desigualdades extremas y moralmente destruido (unas 110.000 personas murieron por sobredosis en 2023, más de 300 personas diariamente), etc. La xenofobia se constata también entre los varios cuerpos de policía, que son empresas de seguridad subcontratadas muchos de ellos, entre cuyos miembros conviven verdaderos racistas. Se calcula que en EEUU existen más de 200.000 personas contratadas por el Estado como personal de seguridad privada (según Census County Business Patterns). Durante la guerra de Iraq, a finales de 2006, había sobre el terreno, más de 100.000 militares de empresas de seguridad subcontratados por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. En el argot militar son llamados PMC (Private Military Contractors). La mayoría de las legislaciones internacionales definen a sus miembros como ‘mercenarios’ y son considerados ilegales. Entre 2003 y 2007, estos PMC costaron a las arcas del Estado 85.000 millones de dólares.

En EEUU, el país de la libertad y las oportunidades, la tasa de suicidios casi se ha duplicado desde el año 2000 y ahora supera a la de las naciones europeas. El aumento de las muertes accidentales, violentas o por insalubridad, especialmente por envenenamiento o enfermedades crónicas, ha llevado desde 2019 a una vertiginosa caída en la esperanza de vida de los estadounidenses, que ahora es inferior a la de los chinos. Peor aún, la mortalidad infantil —el indicador por excelencia para medir la capacidad de una sociedad de proteger a los más vulnerables— está aumentando y ya supera a la de Rusia y a la de China.

No se trata solo de una ausencia de moralidad: es un nihilismo activo, que conlleva como cualquier nihilismo, una atracción hacia el vacío y la muerte. Esto se refleja en la política exterior del grupo dirigente del país, que siempre opta por la guerra o la agravación de los conflictos existentes, como dice E. Todd.

Y, a pesar de todo esto, EEUU y sus líderes actuales, siguen siendo referentes para millones de personas en el mundo.

Parece que hemos construido, o han construido aquellos que sus intereses son exclusivamente economicistas, una sociedad consumista, individualizada, insensible, egoísta…, en la que el otro no es un igual, sino un rival. Son muchos los que llenan sus vacíos, solo sintiéndose miembros de un equipo deportivo, de una tendencia política, de un territorio o de una pseudo-religión, cualquier cosa que les proporcione sensación de colectivo no exigente, y que les proporcione cierta seguridad.

Solo en grupos pequeños, en los que, habiendo diferencias, se conservan lazos afectivos, coincidencias en formas de pensar, cierta capacidad analítica y crítica, con posibilidades de hacer propuestas, de plantear actividades colectivas y hasta identificar objetivos comunes a medio y largo plazo. Reductos de valores.

Estos pequeños grupos podrían ser ‘semilla’, quizás aún conserven alguna capacidad para contagiar al resto, servir de referentes para algunos, con capacidad para transmitir valores positivos, para contrarrestar la influencia de los medios de comunicación, redes sociales, estrategias políticas de acoso, racismos, machismos, etc.

El ser humano necesita un norte que le dé sentido y le sugiera maneras. Encontrar ese sentido, el camino y la forma de reconocerlo, requiere un esfuerzo personal y colectivo. Es mucho más fácil que te lo den hecho. Por eso, los que tienen el poder nos configuran, y además, nos convencen de que nos hacen libres.

No podemos consentir que ninguna religión o pseudo-religión, tampoco la del dinero o la del consumo, sigan configurando nuestras vidas. La historia está ahí para que aprendamos de ella.

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