Parece sencillo de entender pero, en el fondo, pocos lo entienden de verdad. Alejarte de la realidad no es la realidad; olvidar las injusticias no es la justicia; ceder a cualquier corrupción o mentira no es la política; sobreproteger la información interesada (o desleal con la razón) jamás es la buena información; esa justificada cobardía ante el machismo nunca es el feminismo; y aun huir de lo sensato jamás es una ejemplaridad de cualquier inteligencia.
Yo siempre lo supe que entender es solo el no aceptar una postora explicación cualquiera, el no firmar lo que no tienes completamente claro, el no seguir por seguir a cualquiera en Twitter o en la vida, o sea, el no comerte a ciegas lo que te dan.
Porque hay que ir despacio en todo, salvando las direcciones correctas y evitando irresponsabilidades; y sobremanera, día tras día, no dejarte en manos de nadie ni de nada. ¡Eso es! Y así tanta ligereza de tanta sobreinformación no es inteligente responsabilidad, ni siquiera información.
Seguir a lo que todo el mundo sigue nunca es un correcto equilibrio racional. Pues eso conlleva un aborregado seguir “sin criterios”, irrebatiblemente en inercia, un seguir a lo establecido en injusticias, sí, un seguir a lo mismísimo de siempre en error; pero nunca conlleva un equilibrado seguir a un sentido crítico o a la racionalidad (en juego limpio) de verdad. Ni conlleva discernir lo que te manipula de lo que no te manipula.
Dar en Internet cualquier cosa que haces en precipitación emocional o en un impulso egobuenista no es dar un buen mensaje a la sociedad; vender una insensatez (o algo que te pueden rebatir hasta los mosquitos) nunca es un objetivo bien para nada, sencillamente ¡para nada!
¡Claro! Toda biennacida comprensión lo comprende; toda decencia imborrable exige que se acepte solo luz como prioridad o que, hasta el fondo, se acepten tal como son todas las cosas. El respeto es lo que es, no más, pero nunca puede ser lo que no es por medio de decires irracionales, aunque ahí pongan tantas presiones o imposiciones todos.
También, un respeto cualquiera (entre todos los posibles) no puede estar desarrollado por ningún buenismo, sea el que sea, ¡por ninguno!; y eso es obvio.
En efecto, el respeto es lo que es y no admite otro entretenimiento que no sea amor; o sea, que ya tú busques otro entretenimiento o que te entretengas en confundir por doquier, en seguir a los que desinforman o solo confunden, en demandar telebasura, ordinariedad o mediocridad, esa inmadurez de influencers o de excesos de protagonismo social de quienes no saben ni siquiera lo que dicen. Nada más cierto aunque, por servir de rodillas a un poder en concreto, consigan un elevado protagonismo miserable y… manipulador; destructor por los daños que siempre causará.
Nada progresa en bien así.
José Repiso Moyano