Duele ver a los rusos bañándose en el Ártico, uno de los lugares más fríos del mundo, pero que el pasado 20 de Junio registró una temperatura de 38 grados centígrados.
La Organización Meteorológica Mundial destaca que el Ártico es una de las regiones donde el calentamiento global está siendo más pronunciado, con incrementos de temperaturas que duplican la media mundial, una reducción del 50 % en su volumen del hielo marino y temperaturas récord de su atmósfera en los pasados cuatro años. También recuerda que el pasado 6 de febrero la base argentina Esperanza también registró temperaturas récord en el extremo norte de la península Antártica, la zona más alejada del Polo Sur.
Es decir, la tierra se calienta, y si no lo remediamos, traerá consigo un gran catálogo de desgracias, como ya nos avisó en el 2009 el analista Raúl Sohr:
El calentamiento global alterará los ecosistemas, destruirá los beneficiosos arrecifes de coral, producirá grandes incendios, extinguirá masivamente especies y provocará una gran migración de plantas y animales.
Como consecuencia de la reducción en el rendimiento de las cosechas, especialmente en África y América Latina, cientos de millones de personas podrían quedar sin capacidad para producir o adquirir alimentos suficientes.
La escasez de agua podría llevar a epidemias debido al consumo de aguas contaminadas. Cambiará la distribución de enfermedades infecciosas que migrarán con los cambios de temperatura.
La fusión de los glaciares y polos y la subida de temperaturas traerá más tormentas, huracanes e inundaciones que afectarán a todo el planeta, especialmente a las islas bajas y las zonas altamente pobladas alrededor de los deltas. Más de la mitad de la población mundial viven en las costas o a no más de 200 kilómetros de ellas.
Todas estas cosas parece que se nos han olvidado con la pandemia sanitaria que hemos sufrido, aun sabiendo que ésta es a consecuencia de la drástica disminución de la biodiversidad de las especies.
Esta gran crisis que estamos padeciendo en todo el mundo exigiría un gran programa mundial para evitar el calentamiento global, más que nada porque para esto no existen vacunas: cuando nos llegue ya no habrá remedio.
Pero parece que los gobernantes de cada país siguen con la mirada corta y pretenden revitalizar la economía tirando de nuevo de los combustibles fósiles y produciendo gases de efecto invernadero.
Sabe el lector que desde esta tribuna he aplaudido las medidas contra la pobreza y de protección a personas trabajadoras y autónomas que ha tomado el Gobierno Nacional de coalición. Pero, ¡ay!, en la “nueva normalidad”, el Gobierno se está estrellando:
El Gobierno está decretando ayudas para todo el sector del automóvil. No sólo para los eléctricos, como hace Francia y Alemania, sino también para los de combustión. El objetivo es revitalizar esas plantas de automoción que tantos puestos de trabajo sostienen. Pero en lugar de reconvertir esas plantas para la construcción de vehículos no contaminantes, seguimos con las viejas recetas, y seguimos ayudando con dinero público la producción de vehículos de combustión, como así lo denuncian los grupos ecologistas.
Es más, el gobierno esta soltando dinero público para reflotar las aerolíneas, otra inmensa fuente de gases de efecto invernadero.
El transporte de mercancías, alimentos y personas, es el causante del 34% de los gases de efecto invernadero. Parece que el Gobierno Nacional no va a legislar para evitarlo.
Tampoco se atisba ninguna ley que sustituya la producción energética contaminante, causante del 22% de los gases de efecto invernadero, por fuentes renovables.
En nuestra Rivas, el gobierno municipal sigue también sin darse cuenta de lo que se nos avecina: La energía que consumen las instalaciones municipales sigue siendo la convencional, cuando muchos ayuntamientos ya garantizan la procedencia 100% renovable.
El ayuntamiento sigue sin darse cuenta que los autobuses que cruzan nuestra ciudad son altamente contaminantes y que hasta Madrid está apostando por autobuses eléctricos. Por no hablar de la flota automovilista municipal, que cuando hay que renovarla siguen comprando vehículos de combustión.
Es evidente que tenemos que exigir a nuestros gobiernos nacional, autonómico y local que dirijan sus políticas a la lucha contra el cambio climático, pero también nosotros y nosotras tenemos gran poder como consumidores:
Busquemos el origen español en las etiquetas de los productos que compremos. No permitamos que los alimentos recorran miles de kilómetros desde que se siembran hasta el plato.
Cambiemos la empresa comercializadora que nos pasa la factura de la luz de nuestra casa, por otra que nos asegure el origen 100% renovable de su producción. Hay ya muchas empresas de este tipo. La catalana Som Energía o la madrileña La Corriente son dos ejemplos de ello.
Reduzcamos nuestros residuos, causantes del envenenamiento de nuestra atmósfera y del 4% de los gases de efecto invernadero.
Les dejo con parte del texto de la moción municipal que proponía la Alianza por la emergencia Climática en 2019:
“Abandonar los combustibles fósiles, apostando por una energía 100 % renovable de manera urgente y prioritaria. Para ello los gobiernos municipales deben analizar cómo lograr este objetivo y proponer los planes de actuación necesarios, entre otros, frenar nuevas infraestructuras fósiles, alcanzar el pleno autoconsumo eléctrico 100% renovables y una movilidad sostenible lo antes posible, crear espacios peatonales, fomentar la bicicleta y otros medios de transporte no contaminantes, reducir la demanda de energía hasta consumos sostenibles, promover el aumento de la eficiencia energética y de las instalaciones renovables, crear espacios educativos y la información a la población sobre la emergencia climática, alcanzar una política de residuo 0.
Es necesario avanzar, entre otras, en una economía local y de proximidad, que impulse la soberanía alimentaria, silvicultura, agricultura y ganadería ecológica y de proximidad. Alcanzando lo antes posible el pleno suministro agroecológico en los servicios de restauración municipales y extendiéndolos al resto de la población”
José Manuel Pachón López