¿Existe la sociedad?

Esta pregunta puede parecer superflua, sin embargo vivimos un tipo de relaciones  y  un modelo de organización social que se ha ido construyendo sobre la creciente disgregación de los lazos sociales.        Ya los profetas del neoliberalismo proclamaron en los años ochenta del pasado siglo: ”No existe eso que llamamos sociedad. Hay hombres y mujeres individuales, y hay familias.” (Margaret Thatcher). La experiencia de la pandemia debiera obligarnos  a repensar estos principios, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades.

La hoja de ruta  neoliberal dominante de las últimas décadas  ha sido clara: reducir los Presupuestos del Estado deteriorando los servicios públicos e ir concertando con empresas privadas su gestión. Debilitar el sector público para beneficiar a las grandes empresas oligopolistas y fondos de inversión. Estado mínimo, por un lado, y  oligopolio empresarial-financiero todopoderoso, por otro.

Proceso que se hace en nombre de la libertad;  pero una libertad que, a la hora de la verdad,  estará condicionada por tu capacidad económica.  Ya que el resultado final será que sólo podrán acceder a unos buenos servicios aquellos que tengan recursos propios para pagarlos.

Los diversos mecanismos de evasión y  dumping  constituyen herramientas decisivas para lograrlo.   Entre nosotros,  los diez últimos años el gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid ha regalado 8.052 millones de euros a los madrileños más ricos reduciéndoles el 100 % del impuesto de patrimonio. Lo que ha supuesto congelar o bajar la inversión en servicios públicos.

La C.A.M. es hoy la Comunidad Autónoma que menos invierte educación, en vivienda y en sanidad por habitante, es la cuarta  que menos invierte en servicios sociales y de dependencia. No es casual que sea también la Comunidad  con  más casos de COVID- 19  por número de habitantes , ni el desastre vergonzoso que ha supuesto la gestión en las residencias de ancianos. Mientras tanto ha multiplicado por 4 el gasto dedicado a la deuda generada por estos regalos fiscales. Regalo de recursos económicos y poder político ya que  la deuda termina siendo un instrumento de sometimiento de los pueblos. Asistimos impotentes al desmantelamiento del Estado de Bienestar.

Sin embargo, en el escenario internacional empiezan  a recuperarse  otros mensajes:  “El FMI insta a los gobiernos a recaudar más y aconseja gravar los beneficios  excesivos, las herencias y el patrimonio” y Janet L. Yellen, secretaria del Tesoro asegura: “ Hay que garantizar que los gobiernos tengan sistemas fiscales  que recauden suficientes ingresos para invertir en bienes públicos esenciales , y que todos los ciudadanos compartan equitativamente la carga de su financiación ”. Lo decía  el presidente de EE.UU. F.D. Roosevelt en los años 30 del pasado siglo: “Libertad es tener la garantía de que nadie va a morir de hambre, de  indignidad o de miedo”.

Mensajes como estos  dieron origen a los Estados sociales y democráticos de derecho. La resolución de la crisis sanitaria y socio-económica  que ha planteado el Covid-19 nos  obliga hoy a escoger entre construir una versión aún más dura del neoliberalismo que consolide los intereses económicos y el poder político de las élites locales y globales  o dedicar  los recursos  a servir  los intereses de las mayorías sociales.  La advertencia de los epidemiólogos: “Nadie está a salvo, si todos no estamos a salvo” puede servir también para la acción política.

Eubilio Rodríguez Aguado

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