“Hay tantos duelos como personas”

Entrevista a Elisa Dorado, psicóloga

Entrevista a Elisa Dorado, psicóloga.

La muerte no es un tema fácil de tratar, como saben bien los psicólogos, acostumbrados a abordar procesos de duelo de las personas. “Las emociones son parte de la vida”, afirma Elisa Dorado, una de las fundadoras de Dpsico. Este proyecto de atención integral tiene dos pilares: la atención psicopedagógica en la que se especializó su socia Yurena y la parte clínica, es decir, la atención psicológica que ella aborda junto a otras compañeras.

Nos cuenta que hay muchos tipos de duelo (también cuando se rompe una pareja) y que ella se ha especializado en psicología perinatal, por lo que si la muerte es un tabú, ella se encarga de uno de los duelos más invisibilizados y silenciados: el que se vive con dolor (sobre todo de la madre) por el hijo o hija que ya no se tendrá. Ayudan a sus pacientes a desbloquear esas emociones y aprender a recolocarlas, para que puedan seguir con sus vidas.

A vuestra clínica se acerca mucha gente en busca de terapia y ayuda de muy diverso tipo, ¿es muy habitual que aparezcan procesos de duelo?

Claro, porque tendemos a asociar el duelo con la muerte -que sí que es una parte muy importante- pero duelos en psicología se consideran también otra serie de circunstancias vitales, como pueda ser una ruptura dolorosa, la pérdida de un trabajo o incluso de una amistad. Entonces, en casi todas las intervenciones hay una parte de duelo. Algunas son específicamente relacionadas con la muerte y otras con otros aspectos.

¿Qué etapas son comunes en esa experiencia del duelo?

A mí me gusta hablar más de estados emocionales que de etapas o fases, porque en consulta me gusta trabajarlo sobre todo para que la persona pueda normalizar y expresar esos momentos emocionales por los que vamos pasando en un duelo, que no necesariamente tienen que ocurrir en el mismo orden ni a la vez en distintas personas, cuando estamos hablando de un duelo compartido.

Lo primero que suele aparecer suele ser un estado emocional de negación, en el que la persona está en un punto en el que todavía no se cree lo que está ocurriendo, a veces a modo de protección. Es una de las partes más difíciles, es como que la cabeza todavía no entiende lo que está pasando, se niega a creer lo que está pasando, es una etapa de bloqueo.

Una vez asumimos la pérdida y pasamos ese momento de negación, ¿qué emociones pueden venirnos?

Tras esta o antes, como digo, no tienen por qué salir en orden, suele aparecer la ira. Vamos a encontrar momentos de ira en los duelos: ira, rabia, frustración…normalmente es una respuesta normal al dolor. A veces, ocurre cuando ha habido una muerte de un ser querido y se intentan buscar explicaciones o responsables. Es un momento útil y que tiene que aparecer, porque es un momento en el que esa persona se moviliza. También puede coincidir, cuando estamos hablando de un duelo habitual por la muerte de un familiar, con esos primeros momentos en los que vemos a la persona y la sensación que nos da desde fuera es como de “¡qué entera está!”. Es una reacción adaptativa, si no estuviéramos así de activos, sería imposible hacer frente a todo el papeleo, a todos los rituales previos de tanatorios y demás. A veces, también aparece culpa, cuando esa ira la sentimos hacia la persona fallecida por haberse ido, por habernos dejado con ese sentimiento de injusticia.

Según de qué muerte hablemos, ¿podemos sentir aún más esa sensación de injusticia?

Aquí tiene mucho que ver las circunstancias. Si ha sido un accidente, por ejemplo, si ha sido una muerte violenta, pues aquí esta sensación de ira puede ser mucho mayor. Normalmente, tras este momento de ira, aparece un momento de negociación con nosotros mismos: con la fe, si somos creyentes, con los sanitarios…intentamos una y otra vez volver atrás. Aparecen preguntas del tipo: “¿Y si hubiera hecho esto otro? ¿Y si hubiera hablado más con esta persona?”. Buscamos explicaciones y nuestra cabeza se va hacia el pasado para tratar de dar sentido a su presente.

Una vez que esto empieza a ocurrir, lo más habitual es que aparezca la tristeza, que es lo que vemos como más característico del duelo y que es completamente normal y sano que aparezca. De hecho, si no aparece, una de las cosas que más se trabaja en terapia es que esta emoción se pueda expresar. Supone darte cuenta de que esto ha pasado, de que no va a volver. Es el momento en el que se suelen experimentar problemas para dormir, para concentrarse, como la fase más visible del duelo.

Son momentos difíciles que acabamos superando, mejor o peor.

Y luego, lo que consideramos como la resolución del duelo, si es que ocurre, es cuando ya nos adaptamos a la nueva situación. Hay veces que los duelos tardan mucho tiempo, incluso no quedan resueltos del todo.

Hay personas que se bloquean en la resolución del duelo porque tenemos la creencia de que, si aceptamos, estamos como rindiéndonos, nos estamos olvidando, cuando no es así: estamos recolocando a esa persona en otro lugar (de nuestra memoria, de nuestra vida) que nos permita seguir con nuestra vida. Es un proceso complejo. Esas “fases” del duelo no son un proceso lineal. Yo puedo estar un día aquí (ira), otro día allí (tristeza) o incluso en el mismo día pasar por distintos estados.

¿Y qué herramientas o qué recursos se le intenta aportar a la persona que está en esa situación?

Yo suelo trabajar duelos que tienen que ver, normalmente, con el aspecto perinatal. En esos duelos acuden muy desde el principio o incluso antes, lo cual es muy valioso, porque nos permite ir resolviendo cosas ya desde antes de que se produzca una muerte.

Suelen venir en esos momentos iniciales de explosión emocional. Entonces, a lo que dedicamos las primeras sesiones de terapia es a la “ventilación”, a dar espacio, a que puedan expresar lo que sienten, a que no haya juicios, a que toda esta maraña de sentimientos tenga cabida. Una vez que vamos templando esa emoción, va dando espacio a otras cosas, que seguiríamos trabajando con determinadas herramientas al ritmo que marca el propio paciente, porque yo siempre digo que hay tantos duelos como personas. Lo importante es ir pasando por todas las emociones, no tanto el orden en que se haga. Entonces, si vemos que hay una emoción que se está bloqueando, intentar desbloquearla. Si vemos que hay algo que está totalmente fuera de control, tratar de que sea manejable. Y algo que he utilizado mucho son los objetos que puedan estar relacionados con el ser querido. En el caso del duelo perinatal, se puede trabajar con rituales o con cajas de recuerdos.

¿Qué papel juega el recuerdo de esa persona o del bebé en esa gestión del duelo?

Es fundamental. Si hablamos de duelo perinatal, los recuerdos en muchos casos hay que construirlos, porque no hemos tenido la oportunidad de crearlos con la persona viva. Entonces, va a haber un trabajo activo de creación de recuerdos del embarazo y manejar las ilusiones e imágenes que nos creamos durante el embarazo. Y en el caso de que sean personas con las que hemos podido disfrutar, el recuerdo es fundamental. Muy al contrario de lo que se piensa a veces o de lo que la gente nos intenta hacer ver, eso de: “bueno, hay que seguir con tu vida, tienes que pasar página”. Ese tipo de comentarios obvian que, al final, la forma de procesar algo que ha tenido una implicación emocional muy importante en nuestra vida es hablando, soñando y pensando en ello. Entonces, lejos de ser algo contraproducente, el hablar de ese ser querido, el incluirlo en tu realidad, es algo que necesitamos.

Son momentos de mucha vulnerabilidad. ¿Qué tipo de mensajes a quién está pasando un duelo pueden resultar dolorosos o contraproducentes, aunque puedan ser bienintencionados?

Hay un saber popular de que parece que hay que establecer un tiempo de duelo. Pero esto tiene más que ver con algo más antiguo y cultural, esa idea del luto (de la mujer, sobre todo). Cuando fallecía un ser querido, parecía como que había un tiempo obligatorio de luto establecido y luego ya la mujer podía empezar su vida. En realidad, no hay un tiempo. Por eso hay que evitar esa presión que oímos a veces de “bueno, ya tendría que estar bien”. La sociedad nos permite ese primer momento de duelo, pero luego nos presiona enseguida a salir adelante. Y eso supone una presión añadida que, lejos de ayudarnos, nos pesa.

Relacionado con eso, ¿está mal vista la tristeza en la sociedad? Es decir, ¿hay como una especie de presión social por ser y parecer felices?

Sí, en general, hay como una presión hacia ese pensamiento positivo de la alegría, de la felicidad, del “si quieres, puedes”. Añade, de nuevo, más presión, porque si yo no puedo porque no estoy en ese momento, todavía me siento peor.

Más que mal vista, lo que creo que pasa con la tristeza es que a nivel de gestión emocional tenemos una asignatura pendiente. Entonces, muchas veces cuando una persona le dice a otra: “venga, no llores” o “no estés triste”, es más una incapacidad propia para gestionar esa sensación de estar viendo al otro triste. Cuando un familiar te dice eso no está queriendo hacerte daño o invalidar tus emociones, sino que lo que está diciendo es “yo no puedo con este dolor, acaba pronto, porque no sé qué hacer con esto”. Te insta a que estés bien, porque le duele verte mal y no sabe manejarlo.-A nivel social o laboral, una cosa que hemos vuelto a ver con la DANA es la denuncia de que solo haya dos días de baja cuando tienes que enfrentarte al fallecimiento de un familiar. ¿Qué opinas?

-Cada persona es un mundo. Hay quién está deseando volver a trabajar porque considera que mientras está trabajando, eso le quita un poco de presión. Y hay otras personas que son completamente incapaces de trabajar en esa situación. Entonces, aquí habría que valorar de forma más individualizada, no con un criterio unitario. Desde luego, dos días no me parece que sea suficiente, ni muchísimo menos. Los dos días que te dan son los días en los que estás de trámites. Como hemos hablado antes, estás todavía en una fase de incredulidad y cuando llega ese momento más incapacitante, ya no tienes el espacio y el tiempo para procesarlo.

¿Cómo afecta esa diversidad de situaciones? Hay situaciones que vivimos como “naturales”, como la pérdida de una persona muy mayor o tras una enfermedad muy larga. Mientras que otras, se viven de otra manera.

Lo que tienen de característico las muertes repentinas, como un suicidio, es que hay un factor traumático importante que añade todavía más complicaciones a la elaboración del duelo. No estamos hablando solo de elaborar una pérdida, con lo que eso puede conllevar, sino también de asumir todo lo que ha ocurrido con los factores o síntomas propios de un estrés postraumático. Por ejemplo, los duelos en desapariciones son terribles, lo estamos viviendo ahora (con la DANA). Porque estamos hablando de que el duelo consiste en elaborar una pérdida y que una de las primeras fases es asumir que ha habido una pérdida. Cuando no se ha dado ese primer punto, porque la persona sigue desaparecida, elaborar todo lo demás también se nos complica.

En el caso concreto de la DANA, hemos visto cómo es otro ejemplo en el que ya se incorporan los psicólogos en cualquier equipo de emergencia, desde el principio.

Es una situación muy compleja y es necesario, porque se ha visto en otras catástrofes en las que el no tener esos profesionales especializados ha sido contraproducente para ambas partes, las víctimas y el equipo de emergencias. Durante esos primeros momentos, todavía muchas de las personas que estamos viendo no están ni siquiera en duelo. El duelo comienza una vez que ya puedo afrontar un poco la situación, mientras que muchas de esas víctimas están en activo todavía, están tratando de sobrevivir.

Y se suman muchos más duelos, porque ya no es solamente la pérdida de un ser querido, de un familiar o un vecino cercano, es que han perdido la vida tal y como la conocían. Muchos de ellos han perdido sus trabajos, sus hogares…aquí hay un trabajo muy profundo que hacer cuando esto vaya reposando un poco.

Y en el caso concreto de los duelos perinatales, incluso están más invisibilizados en la sociedad.

Si la muerte en general es un tema tabú, en los duelos perinatales esto se multiplica. Hay un contraste brutal entre lo que se espera que ocurra, que es vida, y lo que se encuentra, que es muerte. Entonces, asimilar eso a nivel emocional es muy difícil. Es un duelo muy desautorizado, porque el embarazo es algo que se vive en privado. Más aún en la madre, porque es la que está gestando y es la que puede ser más consciente de la realidad, que en el caso del otro progenitor. Entonces, a nivel social, como consideran que no ha existido, es todavía como mucho más difícil. Y aquí entra el desconocimiento, a veces la falta de sensibilidad del otro, como decíamos, no con intencionalidad, pero sí que se consigue ese efecto de desautorizarnos de forma dolorosa. Si hablamos de frases incorrectas, pues del tipo: “Bueno, al menos tú ya tienes más hijos”, “ya tendrás otro, eres joven” o “mejor ahora que más tarde”, ¡como si el dolor de una pérdida se midiera en función de semanas, meses o años!

Además, se hace frente no solamente a la pérdida de ese bebé, sino a todo el mundo que había construido a partir de ahí. Supone renunciar a ciertos roles y planes.

Más allá del componente religioso, ¿qué papel juegan los rituales en el duelo?

En nuestra cultura está muy marcado, cuando alguien fallece, el ritual que va a continuación. Normalmente, se tiende a hacer el funeral de manera inmediata. Pero el ritual va mucho más allá, puede ser un proceso personal de más tiempo, como personas que tienen las cenizas de un familiar en casa y tiempo después encuentran el lugar, el sitio y la razón para esparcirlas ahí.

Los rituales sirven porque nos dan un sentido y nos obligan a mantenernos activos. Sentir que estamos haciendo algo por esa persona tiene su simbolismo y más si es de forma participada con una comunidad.

Por ejemplo, en el duelo perinatal, hasta ahora había sido algo muy individual, que cada persona ha hecho en su casa a su manera, pero cada vez es mayor el número de cementerios que están dando espacio también a este tipo de duelos y que están habilitando jardines o un sitio donde poder llevar las cenizas. Entonces, les da a las familias un espacio al que pueden ir, si quieren. Los cementerios o echar las cenizas en algún sitio lo que te da es la oportunidad de tener un sitio al que volver a recordar, si lo necesitas.

Comentabas antes que el duelo está presente en nuestra cotidianidad, no solo ante una muerte o un fallecimiento. Háblame de esas otras situaciones en las que lidiamos con otros tipos de duelos.

Por ejemplo, el duelo por una ruptura amorosa, que es algo bastante habitual en consulta. Las personas acuden a veces con cierto complejo de culpa, es como “¿Cómo puedo estar así?”. Pero no deja de ser una pérdida, aunque esa persona no muera: cuando rompo con mi pareja muere esa realidad que yo tenía hasta este momento. Lo que suponía esa persona para mí, mi rol como pareja (de repente ya no soy pareja, vuelvo a estar soltero, tengo que asumir otro rol). Eso sin hablar de situaciones más complejas o de contextos añadidos como hijos de por medio, hipotecas, etc. Entonces, claro, ahí también hay que pasar por esta serie de momentos emocionales que comentábamos hasta que vuelvo a esa estabilidad que me permite continuar con mi día a día.

En esas situaciones imprevistas o más extremas, decías que aparecen también situaciones de estrés postraumático, más allá del propio duelo. ¿Cómo se maneja en esas situaciones? ¿Cómo nos afectan de forma diferente?

Va a depender de cada caso: de cómo lo lleve la persona, sus herramientas emocionales, su historia personal…o si es un trauma que ha ocurrido ahora o ligado a más cosas que también tiene acumuladas anteriormente. Entonces, ahí ya se trabaja en terapia desde el trauma, lo que supone un trabajo más elaborado y con herramientas de procesamiento, digamos, más complejas y profundas. Porque ya no te limitas al trabajo de un duelo, sino a toda una historia de vida completa.

En un accidente de tráfico, igual que ocurre con el duelo perinatal, sentimos esa situación como “contra natura”, por inesperada. Hay que luchar mucho contra esa sensación inicial de irrealidad, esas fases de incredulidad nos afectan más. Y, de nuevo, hay que normalizar y aceptar todas las emociones que van viniendo e ir recolocándolas.

Por último, en resumen, ¿qué lección nos tenemos que llevar para saber enfrentarnos a esas situaciones de tristeza y de duelo?

Normalizar que tenemos emociones. Salvo casos patológicos, nuestras emociones forman parte de la vida. Tenemos que permitirnos sentir (esa tristeza o duelo) y, al final, cuando ese duelo se recoloca y las personas vuelven a ilusionarse y tener objetivos vitales, muchas personas expresan sentir que han crecido emocionalmente. Pero eso es lo que nos cuesta: permitirnos sentir.

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