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“Una cosa es la vida de las unidades en combate y otra cosa la esencia de los conflictos”

Entrevista a Ángel C.

Entrevista a Ángel C., ex-militar y experto en seguridad.

Más allá del ámbito local, los grandes retos de seguridad nacional son respondidos con cuerpos de élite. Nuestro entrevistado guarda un gran parecido físico con el Capitán América del Universo de Marvel, pero es la bandera de España la que lucía en su uniforme militar como integrante del Cuerpo de Paracaidistas, uno de los de mayor exigencia física del Ejército, la élite entre la infantería.

Ángel C. es ex-militar, vecino de Rivas y un experto en seguridad que ha trabajado para varias empresas del sector, tanto de escolta como de Director de Seguridad. Banca, tecnología, comunicaciones son algunos de los sectores para los que Ángel ha trabajado, así como para particulares. A pocos días tras el fallido atentado contra Donald Trump, le hemos preguntado también por uno de sus encargos más especiales que le hizo la empresa en la que trabajaba: asumir la Dirección de Seguridad de un partido político español.

La discreción de la que hace gala, propia de su ramo, hace que no dé su nombre completo ni se citen durante la entrevista nombres de personas, empresas, organizaciones o detalles operativos que puedan revelar información. Pero se abre a contar la misión especial que le llevó a Rivas con 24 años: compartir vida y hogar con su novia, ripense de toda la vida, cuando a ella le tocó un piso de vivienda joven.

Pregunta: Gracias por atender a Zarabanda, Ángel. ¿Cuándo empezó tu vocación por el Ejército?

Respuesta: Tengo recuerdo de ello desde los 8 años. Fue una cosa muy de niño, de ver una película, de sentirme atraído un poquito por el escenario de la aventura y estas cosas que suelen exponerse en las películas. Y eso me llamó la atención y desde entonces lo tuve muy claro.

¿Cómo lo viviste en tu etapa de estudiante, cuando a lo mejor esa vocación no era habitual?

Incluso en los estudios, los fui orientando de cara a la oposición al Ejército. Lo que fue difícil, porque es una oposición de ciencias puras y yo soy más bien de letras. Pero yo lo tenía todo orientado para ingresar. Mis padres me trataban de convencer de que estudiase una carrera antes y llegué a manejar la idea, pero al final dije “Para adelante”.

E ingresaste como tropa, el primer nivel de la escala.

Eché los papeles y entré como militar de tropa y marinería. Luego, transcurridos los tres años mínimos que pedían para el examen de ingreso en la Academia de suboficiales, me presenté y lo aprobé.

Y ya dentro, ¿qué encontraste que te motivaba, además de la aventura?

Sobre todo el sacrificio de los retos físicos, de una preparación física muy fuerte. La unidad donde yo estaba, la unidad de paracaidistas, es puntera en eso, entonces era una exigencia física muy fuerte. Luego, el compañerismo que se genera, la hermandad que se genera con el pelotón, con la sección y tal, es una cosa muy bonita. Y las maniobras, estar en el campo y que te llueva, te haga calor, te haga viento, te haga…pues al final también es bonito, lógicamente es sufrido en el momento, pero luego te da muchas anécdotas y muchas vivencias muy bonitas.

También te gustaba el paracaidismo en sí, y la formación técnica para ello, me comentabas.

Sí y además, por supuesto, lo que siempre tenía en la cabeza y tuve la suerte de vivirlo, la experiencia de las misiones en el extranjero: en Afganistán, en Líbano, en Mali… Pude trabajar con otros muchos ejércitos, también unidades punteras, las típicas que salen en las películas, que siempre las tiene uno un poco ahí como mitificadas.

Me gustaba de la unidad de paracaidistas su cultura del trabajo, si no había nada que hacer se lo inventaban, para tener a la gente siempre activa. Allí se genera mucha unidad porque además todo el mundo al final tiene que tirarse de un avión, ya sea el capitán, el cabo, ya sea el soldado, todos asumen por igual ese riesgo, de alguna manera. Y como es una unidad que ha tenido presencia en todas las misiones en el extranjero, estaba muy preparada a nivel técnico y táctico, dotada de medios y con procedimientos muy actualizados.

Cuéntanos más de qué hace la brigada de paracaidistas.

Son unidades cuya vocación es la proyección rápida y además de una forma bastante aislada, en el sentido de que son concebidas para lanzarlas detrás de las líneas enemigas o para llevar a cabo operaciones para asegurar un punto de entrada mediante el lanzamiento de paracaidistas. Se aseguraría, por ejemplo, un aeródromo y se sostendría el aeródromo hasta la llegada de las fuerzas que pudieran mantenerlo en el tiempo, para así tener un punto de entrada en un país en el que pudiera haber una necesidad de extraer nacionales en un golpe de estado, una guerra civil y ese tipo de circunstancias.

Háblame de esas misiones en el extranjero. Estuviste en Afganistán, por ejemplo.

Yo estuve en tres ocasiones en tres momentos diferentes y, al principio, las misiones eran bastante restrictivas, es decir, prácticamente no podías hacer nada, salvo que te atacasen. Se estaba allí, pero realmente no era una cosa de ayuda humanitaria, tampoco una intervención directa, digamos, militar. Entonces, dependía del mando de turno de lo que quisiera involucrarse, especialmente en las operaciones conjuntas con otros ejércitos.

Y poco a poco, en las siguientes misiones, el nivel de participación fue en aumento. Ya estaba cada vez más claro que aquello era una misión de combate pura y dura, e iban abriendo la mano en cuanto a las reglas de enfrentamiento. Aunque no era una cosa exclusivamente militar, se trataba de asegurar también un poco las zonas mediante la inyección presupuestaria en infraestructuras, para tratar de ganarse a los líderes locales, tratar de pacificar la zona e inyectar de alguna manera cierta calidad de vida (dentro de lo que es aquello) y tratar también de ganarse la simpatía de la gente de allí. Pero aquello tampoco tenía mucho recorrido, como luego se vio.

¿En qué otras operaciones pudiste participar?

En Líbano estuve en 2007 y todavía estaban las huellas del último conflicto. Era una misión rara, porque se trataba de cuidar la “Blue Line”, la línea de frontera que separa a Israel del Líbano. La patrullábamos para que no hubiera enfrentamientos. Pero claro, es extraño porque no estábamos en la zona israelí (que al final es el país agresor), sino que estábamos en la zona libanesa. Entonces, eso te hacía también chocar con la gente de allí, que tenía allí sus campos, sus zonas de pastoreo y como había que mantener un colchón de seguridad…

Les cortabais el paso a alguna zona, por ejemplo, de pasto.

Exactamente. Había a veces conflicto con la gente autóctona, porque al final estás dañando su forma de vida. Pero, en general, la relación era buena. Era una misión bastante tediosa, aunque algunos roces, sobre todo con la zona israelí, también los hubo. Para mí fue tedioso porque no le veía mucho sentido, porque al final estabas cuidando al agredido, para que no agrediese, no tenía mucho sentido.

¿Y cómo son las operaciones humanitarias?

Yo en ese tipo de operaciones nunca he participado. Sí que se montó alguna pequeña operación, por ejemplo en Afganistán, pero que era un poco más de lavado de imagen que otra cosa. Entonces, ahí llegabas a una aldea en una zona bajo control de la insurgencia y repartías estufas, mantas, algo de alimentos y tal. Había que hacerlo según sus costumbres y sus usos para no generar tensiones. Entonces, hablabas con los «elder», que eran los ancianos del pueblo, y ellos te decían a quién había que dar más , a quién había que dar menos, cuáles eran las necesidades un poco de la gente. Eran operaciones, al final, para ganarte a la gente, más que otra cosa.

Y en las operaciones de intervención, ¿cómo es entrar en combate?

En las ocasiones que se me han dado, lo he vivido con mucha naturalidad, en el sentido en que tienes todo muy automatizado. Al final es mucho entrenamiento y en el momento en que, de pronto, se empieza a desarrollar el combate, tienes un primer momento de sorpresa, en los primeros silbidos de balas. Pero enseguida entras en la dinámica y ya no piensas más que en el movimiento táctico, en el procedimiento, el despliegue y en cómo ir actuando. No se siente nada fuera de lo común, porque lo tienes todo muy interiorizado.

¿Qué piensas de la forma en que la ficción trata los conflictos bélicos, tú que los has vivido?

Últimamente hay bastantes películas o series que adoptan un enfoque realista. Pero hay que distinguir: una cosa es la vida de las unidades en combate y otra cosa es lo que realmente es la esencia de los conflictos. Para una unidad de gente joven de otro país que llega y se desempeña (tras prepararse para ello) y se vuelve, pues al final no deja de ser, en cierto modo, como una aventura y lo viven de esa manera. Pero hay que tener la empatía de ponerse en la situación de la gente de allí.

Entonces, es cuando ves todas las carencias de esas sociedades que están rotas, con traumas familiares, con muertos y mutilados, todos los problemas y necesidades que los conflictos generan. Hay series o películas que dan un enfoque más realista…y otras que mantienen esa épica o ese romanticismo que no existe. Yo nunca he pensado que fuéramos a Afganistán a hacer nada positivo, entonces, tampoco tenía grandes expectativas en ese sentido. Entonces, bueno, vas y haces el trabajo. Y personalmente, quizá no está bien decirlo, pero es un poco una aventura y lo vives un poco así. Para la gente de allí es un drama, evidentemente. Aunque es una sociedad lamentablemente acostumbrada a las guerras y no veía nuestra presencia como algo disruptivo. A lo mejor, quizás lo es lo que está pasando en Ucrania, una sociedad más normalizada en la que de pronto entra un torbellino y arrasa con todo. Entonces, a lo mejor por eso para la ciudadanía española nos es más fácil identificarnos con la gente en esos escenarios, que con lo otro, que al final son sociedades tan diferentes, tan de otra galaxia, que nos cuesta más empatizar.

Siguiendo con los mitos, ¿cómo es trabajar con esas fuerzas militares que conocemos por la ficción?

Varía bastante la idea que uno tiene preconcebida, por ejemplo, de los marines americanos, que tienen tanto renombre. Luego, cuando te pones a trabajar con ellos, ves que a nivel individual de militares actuando como soldados, yo creo que el nivel de los paracaidistas (concretamente, que es en la que yo me he desempeñado) es bastante superior al de los marines o al de muchas otras unidades.

La diferencia radica en los medios, al final, el ejército norteamericano tiene una logística apabullante y tiene unos medios técnicos que no hay punto de comparación. Entonces, eso les da ese punto de ventaja. Pero en lo referente a la calidad humana, el combatiente español yo creo que está por encima.

En sociedades pacíficas y sin grandes conflictos, como la nuestra, ¿qué causa la inseguridad?

Hay que distinguir lo que es la inseguridad real y lo que es la inseguridad percibida. Claro, el tema es que cuando uno de pronto siente que se pone enfermo y no tiene una sanidad; cuando de pronto estás trabajando, mañana ya no trabajas o incluso trabajando un montón de horas no te alcanza, cuando la vivienda es inaccesible, al final algo se rompe en la sociedad. Y, a partir de ahí, uno busca chivos expiatorios (muchas veces inducidos) y se generan tensiones sociales, que generan una percepción de inseguridad. Eso es una cosa, la inseguridad real es otra. Y luego aparte, está el conflicto interestatal, sujeto a otro tipo de condicionantes geopolíticos, pero que se aprovechan de precisamente esa inseguridad percibida en los Estados para movilizar a la gente contra cosas que a lo mejor no son amenazas tan reales.

Hablando de seguridad y empleo: llega un momento en el que toca “ascender” y eso supone dejar la acción sobre el terreno. Por lo que decides pedir una excedencia e irte al sector de la seguridad privada. ¿Cómo fue ese paso?

Me lo planteo un poco con lástima, porque al final es toda una vida dedicada a eso. Pero también sintiendo que es un cambio de etapa que había que dar, con esa seguridad que te da la excedencia. Al final las cosas fueron bien, me gustó el sector y me quedé.

¿Qué hay que aprender para ser director de seguridad, para ser guardaespaldas, para hacer esas cosas?

En España, sobre todo, bastante legislación (para ser escolta). Es más un tema teórico para la obtención de la habilitación que realmente (desde mi punto de vista) la formación práctica que debería de ir asociada a este tipo de desempeños, que al final son muy tácticos y muy sobre el terreno. Creo que falta mucha capacitación para poder trabajar con desenvoltura luego en la calle.

En cuanto a Dirección de Seguridad, por ejemplo, que es más de gestión, también hay mucha legislación y mucho estudio, pero creo que está bastante bien ajustada la formación al puesto. Es verdad que luego, como todo, es la práctica lo que te va a dar el manejo, pero está mejor enfocado.

En 2017, la empresa de seguridad te encarga ser el director de seguridad de un cliente en concreto: un partido político. ¿Qué necesidades se planteaba ese partido para requerir esa figura?

En ese momento empezaba ya a haber cierto clima de polarización política y, entonces, querían sobre todo crear una conciencia de seguridad dentro de la organización de cara a proteger a su propia militancia. También estaba enfocado a la protección de los sistemas digitales y a acompañar puntualmente a las figuras más visibles (cargos públicos) para asesorarles sobre el terreno, más allá de las medidas de autoprotección habituales en eventos. También servía de conexión con la policía y con seguridad ciudadana.

¿Qué tipo de consejos de autoprotección se suele dar a esos cargos públicos?

Como norma general, está la de no repetir los itinerarios, la de no anunciar antes de llevarlos a cabo los movimientos personales, esos «me voy de vacaciones aquí o me voy para allá». Tratar de ir siempre acompañado y, cuando uno se sienta en un bar o un restaurante, buscarse sitios más bien recogidos donde no sea fácil identificarle. O sea, cosas que al final son de sentido común, pero que mucha gente no percibe.

Era gente que se incorporaba nueva, muchas veces, a ese tipo de responsabilidades. Hay cosas que puedes no caer y ayudan, como que si en casa vas a contratar una alarma o no sé qué, que no sea tu nombre, que figure el de tu mujer, por ejemplo.

¿Y qué tipo de amenazas concretas os encontrabais?

Ha habido amenazas por escrito, amenazas verbales, personas que increpaban en eventos, que increpaban en la calle, de todo un poco. Ha habido gente en la propia casa que le han metido fuego al coche o que ha habido cosas un poquito fuera de lo normal, pero de forma muy puntual.

¿Qué medidas de seguridad se tienen que tomar en un acto electoral, digamos, con figuras de mucha exposición pública?

Casi todo es prevención y planificación. Porque así la reacción va a ser coordinada, va a ser rápida y va a ser más eficaz. Entonces, desde el control de accesos a tener planificado un punto de extracción por si pasa algo, con diferentes rutas despejadas para extraer a las personalidades, con un equipo de acompañamiento que tenga vehículos preparados con su conductor, por si tienen que salir. En fin, son medidas de coordinación que faciliten una evaluación y una actuación rápida.

Y, por supuesto, la prevención: antes del evento, ver las redes de otros partidos u organizaciones que puedan tener personas dispuestas a actuar porque se haya calentado el ambiente. Y en base a eso, también ahí contábamos con gente que identificaba perfiles, que conocían gente, que se movían en estos grupos más radicales y que en un momento dado podían dar la voz de alarma para poner en conocimiento de la policía o de la seguridad privada del espacio esa amenaza, de forma preventiva.

En Estados Unidos esas medidas de seguridad son extremas. ¿Qué crees que pudo fallar para que un tirador pudiera disparar contra el candidato a presidente de Estados Unidos?

Lo primero, hay que puntualizar que los datos que nos llegan, pueden no ser todos o los más fiables del mundo. Sin embargo, a mí me sorprende mucho que un edificio aislado (porque no había muchos más) con una posición elevada, tan próxima al presidente, no estuviera ya no vigilado, sino tomado. Normalmente, los equipos de francotiradores se ubican en esos sitios para hacer sus funciones y ubicar a su vez a posibles tiradores enemigos. Y allá donde no están ellos, también pones un policía en un tejado para ocupar el espacio y que no lo pueda tomar otra persona. Entonces, es sorprendente que no hubiera nadie físicamente en ese espacio concreto, que era tan evidente. Y luego, al parecer sí que hubo avisos, lo vieron con elementos de puntería y salió el aviso y no se intervino a tiempo. Entonces, habría que saber exactamente qué es lo que pasó, pero a mi me parece un fallo importante, porque no era un entorno lleno de edificios altos con un montón de posibles orígenes de fuego.

Es super interesante lo que nos cuentas. Nos guardamos tu contacto…y esperamos no tener que necesitarlo. Muchas gracias.

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