Descubren en Rivas una especie de ajo desconocida en España

Descubren en Rivas una especie de ajo desconocida en España

Los investigadores Enrique Luengo y Rubén de Pablo encuentran en el barrio de La Luna un ajo, Allium cyrilli, que se había confundido hasta ahora con el ajo negro.

El observador de meteorología recién jubilado Enrique Luengo y el ingeniero forestal Rubén de Pablo, ambos vecinos de Rivas, están escribiendo algunas de las novedades más interesantes en las páginas de la botánica española. Suyo es el descubrimiento de la existencia de un ajo, Allium cyrilli, que hasta ahora en España se confundía con el ajo negro (Allium nigrum), y cuyos primeros ejemplares avistaron en Rivas Vaciamadrid hace seis años, aunque no revelaron el hallazgo hasta enero de 2023, tras un estudio comparativo meticuloso.

Antes, en 2021, encontraron otra planta que se creía desaparecida en el solar ibérico, sin constancia de ella desde 1974: el cardo madrileño (Carduncellus matritensis). “En el ‘Libro rojo de la flora vascular española’ aparece como extinguida, en color negro. La tendrán que recalificar y pasarla a peligro crítico de extinción, color rojo”, apunta Enrique Luengo, de 63 años, vecino ripense desde 2002 y geógrafo que trabajó hasta el año pasado en la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).

Trabajo conjunto en ARBA

Las investigaciones de ambos ripenses y sus compañeros de la Asociación de Recuperación del Bosque Autóctono (ARBA) de la zona del Bajo Jarama abren horizontes a la comunidad científica: “Hemos verificado que existe una vegetación argílica (de las arcillas) que hasta ahora nadie había reparado en ella. Hemos sido gente de Rivas y del sureste de Madrid quienes llevamos años detectándolo. Se trata de una vegetación que se da en suelos arcillosos de todo el mundo, con unos comportamientos determinados. Y eso no había sido detectado por botánicos de otros países. Y tanto el Allium cyrilli como el Carduncellus matritensis son especies propias de las arcillas”, explica Luengo.

“Estamos descubriendo cosas muy interesantes en sitios bastantes anodinos, como descampados o zonas abandonadas antes cultivadas”, confirma Rubén de Pablo, de 50 años, profesor de secundaria en un instituto de Arganda del Rey y ripense desde que, con ocho años, su familia se vino a vivir a la recién estrenada urbanización Pablo Iglesias. Quizá su apellido les suene: es hijo de Francisco José de Pablo, alcalde entre 1987 y 1991.

Un paseo en bici

Fue Enrique Luengo quien paseando con la bici por los descampados del barrio de La Luna, una tarde de febrero de 2018, reparó en una planta que le llamó la atención. Muy parecida al ajo negro. Pero algo no le cuadraba. Y llegó la floración de abril: “Me lié a recorrer con la bicicleta Vallecas y la periferia de Madrid (Rivas y Coslada) y encontré un par de poblaciones más. Y se lo comenté a Rubén. Y me dijo: tienes razón, no parece lo mismo que el ajo negro”.

“Empezamos a mirarlo mejor y encontramos más diferencias. Ya no era solo el color de los tépalos o los órganos florales, sino los bulbillos o el brillo de la planta. Si el ajo negro como planta es mucho más verde, este tira a colores grisáceos”, describe Enrique. La planta se yergue como una roseta con tres o cinco hojas de color verde glauco: “Las flores son blancas o rosa claro con línea media verdosa. Los bulbos no saben a ajo y producen estolones que desarrollan clones y se reproduce fácilmente”.

La primera publicación, en 2022

En 2021 consultaron con el especialista francés Errol Vela, gran conocedor de los ajos del Mediterráneo y lo identificó. Era Allium cyrilli, una planta originaria del Mediterráneo oriental: Turquía, Siria o Grecia. En enero de 2022, firmaron la primera publicación del redescubrimiento en la revista de la Universidad de Málaga, ‘Acta Botánica Malacitana’.

Actualmente, en Madrid, el Allium cyrilli solo sobrevive en dos poblaciones en Rivas: la mayor, con unos 200 ejemplares, en los páramos del barrio de La Luna junto a la M-50, en suelo no urbanizado catalogado como industrial. Otra más menguada, de unas 10 o 15 unidades, en el olivar de La Partija, en las inmediaciones de la charca de anfibios.

En Vallecas y Valdemingómez, los movimientos de tierras y la urbanización del terreno han acabado con ellas. También han detectado su presencia en Zaragoza, en una zona vecina al desierto de los Monegros; en Toledo, en un descampado próximo a la capital manchega, y en el triángulo geográfico de las provincias de Albacete, Alicante y Valencia. Nivel de alerta: peligro de extinción.

“Quisimos elaborar un censo detallado este año en Rivas, pero no pudimos: vino una primavera horrorosa y el frío cortó su desarrollo. Si el clima no es favorable, se queda esperando y no florece hasta el año siguiente. Es una planta muy conservadora, no se la juega. Como este otoño ha llovido mucho, esperamos un 2024 bueno”, detalla Rubén de Pablo.

Millones de años

Sobre la importancia de preservarla, y a pesar de entenderse como lo que popularmente se llama mala hierba, De Pablo argumenta con lucidez casi filosófica: “Cualquier especie es valiosa per se. Todo lo que existe en el planeta, todo lo que ha estado aquí durante millones de años antes que nosotros, tiene derecho a existir. Los argumentos monetaristas o económicos no son éticos. Dejarla vivir, no provocar su extinción, es hacer justicia. Ha estado en toda la periferia de Madrid formando parte de nuestros paisajes. Y el ser humano ha convivido con ella. Su desaparición es una prueba de lo agresiva que es nuestra civilización”.

Enrique Luengo traza el rumbo para su supervivencia: la traslocación, trasplantar ejemplares a un sitio seguro si donde crecen actualmente no garantiza su futuro. Y sugiere el olivar de La Partija, aunque la colonia existente precisamente en ese espacio natural urbano “tiene muy mala pinta. Pero se podría recuperar con el proyecto de renaturalización del olivar. Estas especies están acostumbradas al maltrato. La parte pegada a los edificios lo lleva crudísimo ahora mismo, porque es donde la gente lleva a pasear al perro”.

Fauna y flora

La población de los solares entre la M-50 y el barrio de La Luna sería susceptible de traslocación, aunque se podría preservar en esa zona, pues “es su nicho ecológico”. “Por ahí también pasea la gente al perro, pero es una zona más amplia donde se ocasionan menos problemas”, apunta Enrique Luengo. De manera preventiva y para su conservación, han llevado ejemplares al Jardín Botánico de Alcalá. Y Rubén cuida otros en casa.

Ambos siguen con sus indagaciones, que revelan la riqueza floral que atesora Rivas Vaciamadrid. Sus nombres se unen al de otros empadronados investigadores, como el entomólogo José Ignacio López Colón, y colaborador de Zarabanda, que ha descubierto decenas de especies de insectos, algunos también autóctonos de Rivas como el escarabajo avispa.

“A estas alturas de siglo, cuando parece que en botánica está todo dicho, no solo encontramos una planta nueva, sin necesidad además de perdernos por las montañas, sino que encontramos cerca de nuestra casa toda una vegetación relacionada con un nicho ecológico muy claro, los suelos arcillosos, con un comportamiento mecánico muy peculiar: se hinchan y encogen y no todas las plantas están adaptadas a ello. Y en Rivas, afortunadamente, tenemos mucho suelo argílico”, relata Enrique.

El libro de Rivas

Rubén ultima desde hace 10 años un libro que recopila toda la flora ripense: “Me metí en esto para hacer un catálogo del Parque Regional del Sureste. Pero hemos localizado tantas plantas, que no se sabía que estaban allí, que el proceso se ha alargado. Vamos lentos, pero vamos”.

Ambos sostienen que Rivas tiene una paleta de nichos ecológicos muy buena, aunque excluyen los pinares artificiales: “Los cortados de Rivas, botánicamente, son una maravilla, zonas naturales de yesos y espartales. Los altos de los cerros son de arcillas y sepiolita. Y en las zonas bajas tienes todo lo fluvial y lacustre, y también vegetación de arenales. Es una gama botánica muy interesante”.

Ya saben, cuando estiren sus andares fuera del casco urbano, miren bien a su alrededor. Sus pies pueden estar merodeando por terrenos de alto interés para la comunidad botánica.

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