Cuesta de enero: más desigualdad que resaca navideña

Cuesta de enero: más desigualdad que resaca navideña

Tras el esfuerzo de pagar regalos y comidas navideñas, viene el propósito de año nuevo de apretarse el cinturón. En una ciudad como Rivas, las familias se encuentran en las rentas medias y altas del país, pero aún así notan el impacto de estas fechas. La cuesta de enero cuesta más que el aceite de oliva.

Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que preguntó a las familias cuánto pensaban gastar por Navidad, el gasto medio previsto por persona era de 745 euros, un 1,3% más que el año anterior. Un dinero que permite comer marisco, turrones y otras delicias que no solemos comer en otras épocas del año. Las celebraciones en compañía de familiares y amigos son la norma para el 86% de los encuestados. Además, la mitad de la población hace alguna comida o cena con compañeros de trabajo. Y el famoso “cotillón” (u otras fiestas en discotecas y locales) estaba en la agenda del 36% de las personas encuestadas.

En una ciudad como Rivas, seguramente abunde ese 21% que preveía gastar más que en 2022, frente al 62% que mantuvo el mismo presupuesto y el 17% que, lejos de dejarse seducir por las luces navideñas, decidió reducir su presupuesto. Más de la mitad de esos 745 euros van a parar a la compra de regalos (396 euros de media), especialmente a los más pequeños de la casa (más de 200 euros).

Negocios que cierran y otros que sacan el champán

Estos gastos extraordinarios se pueden ver desde otro punto de vista: son ingresos vitales para muchos negocios. Otros, como el restaurante El Guachinche Guanche cierra sus puertas, lo que ha producido la despedida de la asociación de Comercios de Rivas de un miembro tan querido (y comprometido) como su dueño, Alberto Pardillos. Un escenario contradictorio que nos explica Ana López, Presidenta de Comercios de Rivas.

“Dependiendo del sector al que se dedique, la mayoría de los pequeños comercios tienen una subida de ventas considerable en el mes de diciembre”, explica Ana López. Para muchos comercios que ofrecen algún producto demandado durante las Navidades, lo que tienen son 15 días de máxima intensidad, tras el que asisten a cierto parón en las ventas durante el mes de enero. “En algunos casos, se salva con la llegada de las rebajas”, añade la presidenta de los comerciantes.

Lo que es común a PYMES y autónomos durante el mes de enero es la contabilidad. Con el cierre contable del año y del cuarto trimestre, los pequeños comerciantes asumen enero como el mes en el que la carga de gestión del negocio es mayor. “Nunca tienes tiempo, pero enero y febrero son buenos meses para coger esa perspectiva de negocio y aprovechar para renegociar productos bancarios, buscar nuevos proveedores o incluso nuevas oportunidades”, reflexiona López.

Por otro lado, la caída de la actividad hace que para algunos negocios sea el momento adecuado para cogerse los días de vacaciones que no tuvieron en Navidad. O bien se aprovecha para liquidar el stock en forma de rebajas, sobre todo en las tiendas de moda. Ana López añade que “la primera mitad de enero aún hay gente que acude a cambiar sus regalos por otros diferentes”. Después de enero, llega febrero, que “no es que sea tan malo, pero nos faltan días de facturación y eso se nota”, apunta Ana López.

La presidenta de Comercios de Rivas aclara que los negocios que no son del sector comercial viven una realidad muy distinta. Ella explica que “hay sectores, no solo el de la formación, en el que descansan o tienen un parón de actividad durante las vacaciones escolares y según comienza el colegio vuelven a la normalidad”.

El “boom” navideño también reparte billetes con más generosidad al ocio y a la hostelería. “Pero el frenazo en enero está siendo brusco, al volver la rutina y encima con bajas temperaturas y alta incidencia de virus y gripes”, alerta López. Así define ella esa “cuesta de enero” en la que son mayoría los comercios que ven resentirse el consumo: “un tiempo de nuevos propósitos y de ajustarse el cinturón”.

El verdadero origen de la “cuesta de enero”

No obstante, el invierno y las Navidades podría no ser el factor más clave en este asunto. El economista Carlos Sánchez Mato explica que el inicio del nuevo año “históricamente era cuando las empresas subían los precios y en décadas pasadas podíamos hablar de subidas mucho mayores a las actuales”. Y era un momento en el que las subidas de salarios iban “a remolque” y aún no subían lo suficiente para compensar el alza de precios.

Este asesor, que actualmente trabaja en uno de los Ministerios del Gobierno de coalición, no descarta que también influya “la tradición muy española de tirar la casa por la ventana en Navidad”. Sin embargo, señala las subidas de precios “importantes, de en torno al 4%” que ya han anunciado algunas empresas telefónicas como ejemplo de una causa inmediata de que haya menos dinero en el bolsillo de las familias.

Además, recuerda que con las últimas medidas aprobadas que van retirando bonificaciones de IVA e impuestos especiales lo que vamos a ver es subidas del precio del gas y de la luz (sube el IVA del 5% al 10% aunque aún por debajo del 21% original).

Por si fuera poco, la buena evolución del Euribor no evitará que sigan subiendo un poco más las hipotecas: “respecto al año pasado, una hipoteca de 150.000 euros a 25 años pagará 50 euros más al mes”, estima Carlos Sánchez Mato. “Y derivado de malas cosechas, siguen subiendo algunos alimentos”, señala Mato. “En cambio, seguramente veamos descensos en el precio del gasoil y la gasolina”, matiza.

Por estos motivos, la cuesta de enero de 2024 va a ser más complicada que la del año pasado para mucha gente, según el economista. En el lado positivo de la balanza, señala que las subidas salariales (en particular la subida del SMI) pueden aliviar la cuesta de enero a los trabajadores con salarios más modestos. También recuerda que el mantenimiento de las bonificaciones de transporte aprobadas desde el Gobierno central evitan una hipotética subida de precios que impacte también en el bolsillo del vecino de Rivas.

“Irá por barrios, como todo en la vida”, apunta Sánchez Mato, recordando también que las subidas de salarios que algunos sindicatos pelean que se incluyan en los convenios laborales (especialmente en medianas y grandes empresas) también se actualizan ahora. Otras personas más vulnerables, dice, sí sentirán más la crudeza de las subidas de precios.

La creciente curva de la desigualdad mundial

Una entidad como el Banco Mundial sostiene que en los últimos años hemos asistido “al mayor incremento de la pobreza y desigualdad entre países desde la Segunda Guerra Mundial”. Uno de los últimos informes de la ONG Oxfam Intermón alertaba de que el 1 % más rico del planeta ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza (valorada en 42 billones de dólares), generada a nivel global entre diciembre de 2019 y diciembre de 2021.

“Estamos ante una crisis alimentada porque algunas de las grandes empresas y los superricos se han aprovechado del contexto de incertidumbre, la pandemia y la guerra en Ucrania y están sacando tajada, inflando precios y márgenes, a costa de una gran mayoría” afirma Franc Cortada, director de Oxfam Intermón, quienes vienen trabajando en la campaña #TaxTheRich (“Pon impuestos a los ricos”) para reducir las desigualdades a través de la política fiscal.

Los grandes consorcios de la energía y de la alimentación habrían sido los grandes beneficiarios de una inflación que les ha deparado beneficios extraordinarios. Según las estimaciones de la organización, 95 grandes empresas de energía y de alimentación más que duplicaron sus beneficios en el 2022, generando unos beneficios extraordinarios por un total de 306.000 millones, y destinando 257.000 millones (el 84 %) a remunerar a sus ricos accionistas.

Unos montantes de dinero bastante similares a la inversión anual que bastaría para acabar con el hambre en el mundo (267.000 millones de dólares), según un estudio realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Una situación agravada por la inflación que afecta a una de cada diez personas en el mundo, que no tienen suficiente comida que llevarse a la boca.

¿En qué gastamos?

Según el economista Ángel Martínez, en los últimos años hemos asistido a un importante cambio en la estructura del gasto de los hogares españoles. Este investigador del Center for Economic Policy de ESADE compara los datos de 2020 con los de 1988. Y le llama la atención que si antes casi el 40% se dedicaba a alimentos y ropa ahora se dedica apenas el 22%, porque “esa diferencia ha ido a vivienda y suministros”.

Y es que la vivienda se ha convertido en uno de los nuevos factores de desigualdad y en una de las cargas económicas más importantes. Aunque Rivas es uno de los municipios donde más han subido los precios, no es una excepción: los precios subieron en 2023 un 3,6% respecto al año anterior y un 12,9% respecto a los últimos dos años, según recoge el informe “La casa a cuestas” de la ONG Provivienda.

La realidad residencial es tan contradictoria como que el 14,4% del parque de viviendas son viviendas vacías, mientras 4 de cada 10 hogares se empobrecen por culpa de los elevados precios del alquiler. Mientras los bancos recomiendan no dedicar más del 30% de los ingresos familiares a la vivienda, vemos como un 9,2% de la población en España destina más del 40% de sus ingresos. Además, el 60% de los hogares presenta algún problema relacionado con la vivienda.

En el caso más extremo de exclusión, se observa cómo el número de personas en situación de sinhogarismo ha aumentado un 25% en la última década. Como denuncia Hogar Sí (ONG especializada en este colectivo), en España hay de media 71,3 personas sin hogar por cada 100.000 habitantes.

Por otro lado, como alerta la plataforma JUVIP (Jóvenes Unidos por la Vivienda Pública), la cuestión de la vivienda se ceba con las generaciones más jóvenes. Durante el último año, solo un 15,9% de los jóvenes pudieron emanciparse.

Sube, sube la inflación

¿Cómo han impactado las subidas de precios en ricos y pobres? Curiosamente, hemos vivido tres momentos distintos en los últimos años, tal como revela un artículo del Center for Economic Policy de ESADE.

En un primer momento, durante el 2021, la subida del precio de la electricidad impactó más en los hogares más pobres. También los alimentos, que subieron un 30% en tres años. Las distintas medidas y, especialmente, la llamada “excepción” ibérica empezó a controlar el precio de la electricidad.

Esto hizo que durante el 2022 se fuera equilibrando el impacto de la subida del Índice de Precios al Consumo (IPC) entre ricos y pobres. En este último año, el IPC es menor para los hogares con menos recursos ya que dedican menos dinero que los ricos (proporcionalmente) a la restauración, los servicios de alojamiento y otros bienes cuyos precios han seguido subiendo.

Pero no es tan idílica la foto final. Según un estudio del Banco Central Europeo, España dedicó el 0,1% de su PIB en transferencias directas de dinero a las familias como respuesta a la crisis (10 veces menos que Italia o Portugal). De este modo, mientras otros países protegieron a sus hogares más pobres, España es el único país (junto a Alemania) donde el 10% más pobre perdió poder adquisitivo. En concreto, un 7% menos.

Además, la retirada por parte del Gobierno de algunas de las medidas extraordinarias se ha saldado ya en enero con una subida del 9% en el precio medio de la luz y del 4% en el gas, lo que impacta más en las clases bajas. Los ricos también lloran: al viajar más se van a ver más afectados por las subidas previstas en los peajes de las autopistas y en los precios de viajar en avión.

Según los últimos datos del INE, los pensionistas han sido los más protegidos, ya que sus pensiones han subido de media por encima del 3,55% de inflación en 2023 en España. No obstante, esta media estadística oculta el hecho de que seis millones de pensionistas siguen cobrando menos de 1.000 euros al mes.

En el lado de los perdedores, unos funcionarios cuyos salarios han subido un 3% (es decir, por debajo de la inflación y perdiendo poder adquisitivo). Rozando el equilibrio se encuentra la subida del 3,49% de las nóminas de los empleados privados, que aún así no mantienen su poder adquisitivo.

Un empobrecimiento que no se ve

En Rivas, de manera subterránea, se nota el empeoramiento de la situación de algunas familias. Personas del entorno directivo del CEIP Dulce Chacón comentan que este enero ha habido más devoluciones de recibos de comedor que nunca antes. Las declaraciones de insolvencia de personas particulares ya superan las 600 a la semana en todo el país, cuando antes de la crisis del COVID eran 10 veces menos. apenas 60.

Esto nos recuerda que cualquier vecino o vecina puede estar entre las una de cada cinco personas en España que está en riesgo de pobreza. “Sube el IPC, que putada, otra vez”, cantaban en el programa “Vaya Semanita” hace unos 15 años. Una melodía que nos sigue resultando dolosamente familiar.

Es fácil perderse entre tantos datos de inflación, inversión social o subidas salariales. “La evolución de la desigualdad de la renta y la riqueza en España” es un artículo en el que los investigadores Miguel Artola y Clara Martínez-Toledano se ponen las gafas del largo plazo para analizar la evolución de nuestro país entre 1898 y 2023.

Durante la primera mitad del siglo XX, la desigualdad era absoluta, ya que el 1% más rico poseía el 55-60% de la riqueza. Si ampliamos la mirada al 10% más rico, este poseía casi la totalidad de la riqueza del país, mientras los españoles vivían al día.

Esto era común a los países europeos, sin embargo, en Europa se estaba reduciendo la concentración del patrimonio debido al impacto de las dos Guerras Mundiales, mientras que en España los grupos de mayor riqueza salieron reforzados tras la Guerra Civil. El desarrollo de la fiscalidad progresiva tuvo que esperar hasta ya entrados los años 70 y 80 del siglo XX.

El 1% más rico pasó entre 1958 (cuando poseía el 45-48% de la riqueza del país) a “solo” el 25% a inicios de 1980. Esto se debió al fuerte crecimiento del desarrollismo franquista, que se notó especialmente en la mayor regulación laboral y la modernización de la casi inexistente Seguridad Social (en 1967), así como el acceso a la vivienda por primera vez de las familias más pobres. Otro efecto determinante fueron las crisis industrial y luego bancaria que se sucedieron en la década de los 70 y que supusieron la mayor caída en el valor de las acciones vivida en nuestro país, lo que solo notaron los más ricos, poseedores de dichas acciones.

El despliegue de un modesto Estado del Bienestar, menor que el de nuestros vecinos europeos, y un progresivo acceso a la vivienda, hicieron que las desigualdades se redujeran de forma moderada entre 1980 y 2007. Sin embargo, al impactar la crisis de 2008 fundamentalmente sobre la vivienda, fueron las clases bajas y medias las que más sufrieron sus consecuencias, lo que reforzó una concentración de la riqueza en el 10% más rico que sigue acelerándose desde entonces.

En nuestros días, España presenta un nivel de desigualdad de la riqueza considerado “moderado” en el contexto internacional y similar a la media de la Unión Europea, aunque con un sistema fiscal menos progresivo al que el “dumping fiscal” ha ido erosionando la capacidad de captación del Impuesto de Sociedades.

Esto ha hecho que, como vemos en el gráfico, el siglo XXI esté reduciendo la parte de la tarta que recibe la mitad más pobre de la población, mientras el 10% más rico casi ha recuperado sus posiciones de los “felices 2000” y acapara más del 42% de la renta. Mientras, sería el 40% de rentas intermedias el que habría visto mejorar su posición.

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