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Ayuso: simple, ignorante y mala gente

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Siempre ha habido dudas de quién es más peligrosa: una persona mala o tonta. Lo duda se diluye cuando se dan las dos cualidades en la misma persona. Es el caso de Isabel Díaz Ayuso: simple, ignorante y mala gente. Y su afán de demostrarlo constantemente le ha llevado a ser, junto con Teodoro García Egea y Cayetana Álvarez de Toledo, el trío fulero y castigador, el tridente diabólico, ariete de la mentira y el ataque constante al gobierno de coalición en el que Casado, el gran capo, se apoya.

Tres personajes detestables a los que lo único que les importa es hacer caer al gobierno, aunque sea a costa de utilizar mentiras, calumnias y muertos como armas arrojadizas. Al igual que sus antecesores peperos, en su momento, utilizaron a ETA, nos metieron en una guerra, inventaron una conspiranioa en el 11M o simplemente aprovecharon una crisis económica para forrarse y debilitar a los más necesitados, ella no va a ser menos.

 La señora Díaz Ayuso es una pija de armas tomar y, a pesar de su juventud, acumula odio y maldad a toneladas. De sus barbaridades anteriores a la pandemia (acordémonos de lo bueno del tráfico nocturno en Madrid, sus argumentos sobre el aborto, la defensa del trabajo basura, sus ataques al feminismo, su odio a Cataluña, su defensa de la corrupción del PP, el odio a la izquierda, etc.) no me voy a extender.

 Eso sí, quiero dejar claro algunas manifestaciones y hechos durante el periodo de la pandemia, donde responsabiliza al gobierno de coalición, para ella social-comunista bolivariano, de todo lo ocurrido debido al coronavirus. Son famosas, sus mentiras sobre los aviones cargados de material sanitario que estaban llegando y que tardaron semanas –creo que uno todavía anda perdido–, su mentira sobre la medicalización de las residencias de mayores –todavía siguen sin medicalizarse–, su constante afán de que Madrid parezca una comunidad donde no ocurre nada –la que más muertes acumula–, su incapacidad para reconocer los recortes monstruosos que su partido hizo en la sanidad pública de Madrid en los últimos ocho años –privatizaron hospitales y centros de salud, dejando la sanidad pública madrileña con 53.000 sanitarios menos–. Sus celebraciones en IFEMA, donde había bula para guardar distancias, y donde se jugaba a la conga y se repartían bocadillos de calamares mientras que la pandemia seguía provocando sufrimiento, contagios y fallecimientos ese mismo día. Ese es su ejemplo, esa es su impunidad.

 Y qué decir de los mayores fallecidos en las residencias. Ni más ni menos que dos tercios de los fallecidos en Madrid, en total 5600 muertos. Todo esto, a sabiendas de que la competencia de la sanidad en la región y de las residencias de mayores es de la Comunidad de Madrid –nunca se preocupó de controlar su situación y de mejorar sus condiciones–, y la ‘buena señora’ culpa de estos fallecidos a Pablo Iglesias y de Pedro Sánchez. ¡Increíble, pero cierto!

 Y qué decir de los datos referidos a la pandemia que mandan las CC.AA. al ministerio de Sanidad. La presidenta Ayuso ha pasado bastante días sin dar datos sobre lo ocurrido en residencias,, ha falseado datos y facilitados algunos que no correspondían con los de su propia página web. En fin un desastre con tal de obstaculizar la labor del gobierno.

 Pero ahí sigue, como punta de lanza contra el gobierno, creyéndose la lideresa capaz de derrumbar el gobierno ella solita. Hoy ha soltado la última prenda, la posibilidad de cambiar la ley del suelo para que los promotores no tengan que pedir licencia y baste con una declaración firmada. Se ve que ha olvidado –mejor que la importa un carajo lo que ocurrió, con tal de beneficiar a su gente– la burbuja inmobiliaria que tanto daño nos causó. Es lo que tiene ser buena alumna de Espe Aguirre y de Rodrigo Rato. Una ‘alhaja’, eso sí, bisutería pura.

 Salud y República

Rafael Almazán

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