Buscar

”Se ha normalizado que haya mujeres al frente de los negocios”

Ana López, presidenta de Comercios de Rivas

Ana López vino a Rivas hace 23 años, tras conocer a su marido. En una vida anterior a su faceta como autónoma y presidenta de Comercios de Rivas, tenía un trabajo asalariado en el que iba todos los días desde nuestro municipio a trabajar a las Torres Kio de Plaza Castilla (en Madrid), en el corazón financiero del país.

Ana López era informática en un despacho de abogados internacional, cuando aún la mayoría de nosotros no se imaginaba el potencial de Internet y las empresas apenas comenzaban a implantar Windows. Un mundo masculino hoy, aún más entonces. “Siempre he sido la única chica en todos los sitios donde he ido”, recuerda.

En muchos trabajos, directamente, la rechazaron por ser mujer. Ella nos cuenta que “ahora ya esto está más a la orden del día, pero yo soy técnico de campo, manejaba el cableado, los servidores y el hardware, hace veintitantos años no había chicas”. En ese momento, pese a las barreras de género, las empresas se rifaban perfiles técnicos como el suyo.

Dejó ese mundo al ser madre, no por libre elección. Ahora, como empresaria en Dpeluquería, es una de las figuras más destacadas de la asociación Comercios de Rivas, cuya junta preside y desde la cual pelea para que los autónomos tengan más voz y derechos, como ya tienen los asalariados. “Yo me he quitado la vía y el oxígeno, después de haber ido a Urgencias, para volverme a trabajar, mientras que una empleada podía cogerse una baja por un tobillo torcido” recuerda Ana López, constatando que la precariedad priva a los autónomos en apuros de derechos laborales que en otros entornos se consideran asegurados. No se trata de quitar derechos a quien ya los tiene adquiridos, aclara esta autónoma, sino de que luchemos para que los pequeños autónomos y empresarios los tengamos también.

Consciente de la importancia de la conciliación personal y familiar, ella reclama medidas como los permisos por lactancia para autónomas, para que no se siga perjudicando la trayectoria de las mujeres cuando quieren ser madres. “En la declaración de la renta te puedes desgravar el inglés, tócate los pies, y no contratar apoyo para conciliar u otras cosas”, se queja Ana López.

-¿En qué momento tu maternidad te hace chocar contra un muro de machismo en la empresa y cambias tu planteamiento vital para montarte una empresa que te permita conciliar?

-No cambié yo de planteamiento, me lo cambian, directamente. Ya no existes al ser madre, dejé de ser interesante para la empresa. La empresa no entendía que yo tuviera una reducción de jornadas. Estuve un año en el que me pusieron a hacer inventario de etiquetas y clips. Al final, pude irme con mi indemnización y usarla para montar mi empresa. Siempre he tenido el emprendimiento en las venas.

-Fue tu madre la que te despertó ese espíritu emprendedor, cuéntame.

-Nos despertó ese espíritu de buscarnos la vida. Desde pequeñas, tanto yo como mi hermana, no decíamos lo que queríamos ser de mayores, sino el negocio que queríamos tener. Las dos hemos tenido trabajos, pero siempre con esa perspectiva de “pues yo montaría…”, incluso ahora que las dos tenemos nuestras empresas.

-Tu hermana y tu madre eran comerciales en el sector de la peluquería. En un sector que cualquier diría que está feminizado les pasó también el chocarse contra el machismo de sus jefes.

-Un jefecillo un poco misógino que les hacía la vida imposible. Así que dijimos las tres: “Chicas, tiramos para adelante”. A mi madre casi le da algo, porque era un cambio enorme ponerse a emprender a los 50 y tantos años. Nos lanzamos a la piscina y montamos una distribuidora al por mayor de venta de productos de peluquería…al año siguiente teníamos 120.000 euros en tintes, solo en la nave. Según empezamos, nos llegó una oferta de una marca importante. No hubo “momento garaje”, desde el primer momento nos llegaron los novios.

-Fue un éxito poco frecuente en un contexto donde las empresas suelen tardar años en despegar, si es que sobreviven a los difíciles primeros años.

-Nuestro gestor flipaba, porque desde el primer día traíamos cartera de clientes. Crecimos como la espuma, una empresa familiar y de mujeres. Nos dieron desde la Comunidad de Madrid una subvención que decían que no habían visto antes que nadie la pidiera y se la concedieran, por ser una nueva empresa liderada exclusivamente por mujeres.

-¿Cómo se vivía ese cierto éxito?

-Hubo que trabajar mucho. Como madre, frustrada por no atender bien tu casa y tus hijos, y como empresaria frustrada por no atender bien tu empresa. Así es la vida de la autónoma. Todo lo haces a medias y tu vida consiste en correr y no dormir.

-¿Crees que esa presión la tienen también los hombres?

-Afortunadamente han cambiado las cosas, ya no es como antes y hay muchos muy implicados, pero siguen siendo las mujeres quienes más tiran del carro de los hijos y las que tienen que ver mermada su trayectoria profesional para conciliar.

-Llega la crisis de 2008 y, como a tantas empresas, os pasa por encima.

-En la anterior crisis tuvimos que cerrar la distribución y nos separamos. Yo me quede con la parte al por menor y mi familia con la parte al por mayor, fue reinventarme de cero: pasar de gerente a ser una dependienta más -aunque fuera mi empresa- con esa presión de “tanto vendes, tanto cobras”, tuve que aprender desde cero todo. Y pagaba a una persona que me cuidaba a los niños y que ganaba algunos meses más de lo que yo vendía. Pero era una inversión a largo plazo, ahora puedo atender mi casa también.

-Y luego llega la pandemia, por si fuera poco, ¿cómo te afecta en tu negocio?

-A nivel personal fue para volverse loco. La mayoría de autónomos somos gente que vivimos al día y para los que el trabajo es nuestra vida. Entonces, no fue solo la parte económica sino el “tienes que quedarte en tu casa”, eso fue un castigo hecho a mi medida, yo siempre estoy trabajando y no sabía por ejemplo hacer “comida de guerra”. Para mí fue un castigo, tener que aprender a hacer lentejas (aunque parece una cosa muy básica), por la incertidumbre de no saber si el día siguiente ibas a poder salir, ¿y al otro?

-De repente, esos comercios no podían trabajar y tenían tiempo. Usasteis ese tiempo para reactivar la plataforma de comercios de Rivas y dar el salto a constituiros como la asociación “Comercios de Rivas”.

-Al colectivo (de autónomos y comercios) la pandemia y el confinamiento nos unió mucho. Porque el que te entendía es el que estaba pasando por lo mismo que tú. Existía un grupo de Facebook y Whatsapp (desde hace diez años) y veníamos de actuar como plataforma (hace unos siete años), pero habíamos visto que para que el Ayuntamiento nos reconociera como interlocutor válido teníamos que constituirnos como asociación.

Durante la pandemia nos dio mucha vida: que si los estatutos, que si reuniones virtuales con el Ayuntamiento para buscar soluciones… Por ejemplo, hicimos un mapa con los comercios considerados esenciales que seguían abiertos para apoyarlos y que siguieran recibiendo gente.

-¿Qué situaciones comunes encontrasteis entre comercios?

-Teníamos la necesidad de estar en contacto con nuestros iguales. Cada uno tiene amigos, familia y demás…pero al final, el idioma que tú hablas de autónomos, no lo hablan otros. Hacen que te entienden, pero no es verdad, aunque hagan el esfuerzo de empatizar. Era necesario generar ese círculo de confianza donde preguntas dónde conseguir esto o lo otro, intentando apoyarse entre comercios de Rivas, cubriendo todas las necesidades desde lo local.

-¿Cómo evolucionó Comercios de Rivas?

-Muy bien, recuerdo que era imposible juntarnos a hacer la primera foto de Comercios de Rivas, todos teníamos trabajo y horarios distintos. Lo conseguimos en mayo, el día de las elecciones, porque era el único domingo que coincidía que todos parábamos un rato para ir a votar. Luego saltamos a las cenas, con 50 o 60 comercios, antes de que la pandemia parara todo. Salieron muchas alianzas de todo esto. Y al ser Asociación, se nos empezó a tener en cuenta. “Comercios a la calle” fue una campaña que se convirtió en la primera Feria del Comercio, en cuánto se relajaron las medidas de prevención de la pandemia y pudo ser viable.

-¿Qué fortalezas y debilidades habéis encontrado en Rivas para el pequeño comercio, en este tiempo de ir haciendo diagnósticos?

-Debilidades muchas, pero la principal es que Rivas está construida horizontalmente con viviendas que no son en altura en su mayoría, por lo que los núcleos comerciales no existen apenas, los chaléts unifamiliares no tienen locales comerciales. Quitando Covibar como el entorno comercial más asentado, ha habido pocos núcleos de ese estilo.

-¿Y fortalezas?

-Hemos encontrado que la mayoría de negocios somos vecinos y vecinas, que hemos montado el negocio aquí, para poder vivir y trabajar aquí, para poder conciliar. Eso quiere decir que está todo cerca y que al ser vecinos nos conocemos entre nosotros. Los ripenses tenemos nuestras particularidades.

-Ponme un ejemplo de esas particularidades.

-(Se ríe) ¡Estoy harta de vender tintes azules a señoras de 75 años, eso en Pozuelo no pasa!

Ahora más en serio, lo que quiero decir es que conocemos a la gente que vive aquí porque somos vecinos, nos conocemos y nos apoyamos.

-¿El mundo de la empresa es un mundo masculinizado?

-Eso ya no, eso era antes. Cuando monté la empresa tenía que aguantar unas diez llamadas al día de “pásame con tu jefe”, siendo yo la gerente. Y en las reuniones internacionales de distribuidores, en mi sector que es un producto mayoritariamente para mujeres, eran mayoritariamente hombres los comerciales. Desde entonces, hace 17 años, afortunadamente se ha avanzado mucho. He ido un poco de avanzadilla, ahora hay muchas emprendedoras de 30 años que emprenden para conciliar y que llegan con otra conciencia y se encuentran un entorno más normalizado en el que es normal que haya mujeres al frente de los negocios.

-Cuando las mujeres entran en esos espacios tradicionalmente reservados a los hombres, ¿cambia la forma en que se ejerce ese liderazgo?

-Yo considero que somos distintas, ni mejores ni peores. Podemos dar la teta, mientras hacemos una factura y atendemos el teléfono, a lo mejor habrá hombres que pueden hacer eso dando el biberón, pero no es ni mejor ni peor, es otro punto de vista.

-¿Qué le dirías a una chica joven que tiene miedo a emprender como le gustaría?

-A la que tiene miedo a emprender y a la que no, a la que quiere emprender y a la que quiere trabajar por cuenta ajena, le diría “haz lo que te guste hacer, lo que te haga feliz”. Y si es para ti, pues mejor, no te van a cortar las alas y no vas a tener ni techo salarial, ni -cuidado- suelo salarial. Es una ventaja porque en la mayoría de las empresas no se puede crear, te limitan. Siempre digo que los autónomos estamos en una situación muy crítica, pero si somos tantos es porque lo demás compensa.

¡Difunde la noticia!