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Los caminos del cielo

La comunicación empezó a tomar forma ya en los albores de la humanidad, cuando aquellos “monos” acurrucados en el saliente de la cueva de la película “2001, una Odisea del Espacio” miraban noche tras noche al cielo estrellado, tratando de dar significado a lo que veían y muy pronto, encontrar utilidad a aquellas luces. Entre ellas siempre les llamó la atención una singular y enorme, la Luna, que, a veces la veían de día y otras de noche. Se piensa que es muy probable que fuera el deseo de rastrear la trayectoria de la Luna lo que terminó conduciendo a una sistematización de las estrellas.  

Otro elemento de crucial observación fue la aparente rotación diurna y traslación anual del cielo. Ya los sacerdotes de la cultura babilónica determinaron este fenómeno como los “tres caminos” de los tres dioses llamados Ea, Anu y Enlil, que data de 1400 A.C., tomando Ea el camino de las estrellas del sur; su hijo Enlil el camino interior de las estrellas circumpolares y Anu el camino del centro, alrededor del ecuador. A lo largo de estos caminos, 12 dioses representados por 12 estrellas anunciaban los meses del año.

En el siglo II D. C., Claudio Ptolomeo confeccionó un catálogo con más de mil estrellas visibles desde los países mediterráneos, catálogo que perdura hasta en nuestros días y que es la base de la Astronomía actual. Ptolomeo las agrupó en 48 constelaciones (los 12 signos del zodíaco, otras 21 constelaciones del norte, y unas 15 en el sur). 

Aquellos conocimientos permitieron a la humanidad “orientarse”, ya que se dieron cuenta que, a pesar de la rotación visible, las estrellas no cambiaban sus posiciones absolutas y UNA de ellas siempre estaba inmóvil, señalando una dirección. Pronto, la “estrella Polar” marcó lo que hoy llamamos Norte y simplemente con extender los brazos y mirar hacia “Alfa polaris”, determinaron las otras direcciones: a la derecha, el Este, detrás el Sur y a la izquierda, el Oeste. 

Tal descubrimiento marcó la historia de las comunicaciones en la antigüedad. Porque “sentir” a dónde vamos y comenzar a creer que realmente la Tierra era esférica hizo desaparecer aquellos miedos ancestrales a caer por el abismo de la llamada “tierra plana”, que desgraciadamente hoy algunos tratan de resucitar. Los navegantes y exploradores comenzaron a sentirse más seguros.

Las comunicaciones, sobre todo las del hemisferio norte, tomaron una enorme importancia debido al intercambio cultural que supuso uno de los más importantes “caminos del cielo” que se han conocido a lo largo de la Historia: el “Camino de Santiago”, con el que se identifica en España a la Vía Láctea, nuestra Galaxia. ¿Por qué?

Las estrellas del “borde” de la Vía Láctea trazan una “nube lechosa” en el cielo (De ahí “láctea”). Esta línea, creían los peregrinos, la habría dibujado el propio Apóstol, marcando el lugar de su tumba. Estos, utilizaban, normalmente en verano, esta posición nordeste-suroeste de la Vía Láctea para comenzar su marcha hacia Compostela. Tuvo su apogeo en los siglos XIII y XIV y la infraestructura hospitalaria y monástica montada produjo un notable crecimiento del intercambio cultural y de información entre personas procedentes de diferentes lugares de Europa. 

Pero, aún nos preguntamos: ¿Qué más nos comunica el cielo?. Evidentemente la LUZ, y… ¿Qué es la luz?. Pues bien, es difícil hoy explicar lo que es la luz, porque con los conocimientos actuales ya no es sólo lo que “vemos” con nuestros ojos. La luz es realmente una radiación electromagnética, pero al hablar  generalmente nos referimos a la que podemos ver, pero la luz se transmite en forma de ondas (y me equivoco) cuyo reflejo ilumina las superficies, es decir, que los objetos NO son de color, sino que estos son simplemente la luz que no absorben, permitiéndonos, de esta manera, verlos. La luz se transmite mediante unas pequeñas partículas llamadas “fotones” (y me equivoco), que chocan contra los objetos que podemos ver. ¿Y por qué me equivoco?

La llegada, a primeros del siglo pasado de la Teoría Cuántica, que ha dejado de ser teoría para convertirse en aplicaciones prácticas cotidianas, nos dice algo a la vez misterioso y perturbador. La luz, ni es un corpúsculo (partícula) ni es una onda electromagnética, sino ¡¡LAS DOS COSAS!!. Pero ahí no acaba el misterio. La luz puede “decidir” comportarse como onda o como partícula y acaba “engañándonos” cuando queremos medir este fenómeno. 

La luz del Cosmos llega a nosotros desde muy, muy lejos; hoy día desde casi 14.000 millones de años-luz y nos envía información de toda clase de objetos estelares, desde cuásares y estrellas que nacen o que mueren a transmisiones de sondas que hemos lanzado al espacio hace ya casi 50 años. La humanidad, en su enorme deseo de “comunicación”, sin el cual no seríamos lo que hoy somos, lanzó una sonda, la Voyager 1, en 1977, que lleva una copia de un Disco de Oro, con un mensaje al cosmos que incluye saludos en 55 idiomas, imágenes de personas y lugares en la Tierra y música que van desde Beethoven hasta Chuck Berry.

Espero y deseo que, en los siglos venideros, e incluso en este XXI se puedan hacer aplicaciones prácticas a través de la mecánica cuántica para que estas comunicaciones re realicen incluso de manera instantánea, como la teoría predice según el fenómeno del “entrelazamiento cuántico” hoy ya demostrado por la Ciencia. 

La comunicación entre el hombre y el Cosmos se hará siempre…¡¡Mirando al Cielo!!

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