Hoy, después de veinte días de la sentencia del ‘Procés’, seguimos como antaño, sin solución a la vista. Eso sí, con un veredicto injusto y exagerado que ha provocado un estallido social en Cataluña, pacífico en su mayoría pero con conatos violentos de primer nivel.
Y es que parece que todo el mundo –me refiero a los políticos responsables– habla de Cataluña pero poco se hace por tratar de solucionar un conflicto que se va inquinando y parece no tener un fin razonable.
Recordemos para empezar que los independentistas, según sondeos, han pasado –durante el ‘reinado pepero’ de Rajoy–, en siete años, del 25% a casi el 50%. Lo cual se define por sí solo.
Hoy nos encontramos con políticos en la cárcel de tres a trece años condenados por sedición y desobediencia, lo que ha sido la culminación de una verdadera venganza. Porque si exagerado es el precio que tiene que pagar Oriol Junqueras, que alguien me diga si es justo que dos activistas como los Jordi, sin otro delito que manifestarse y subirse y destrozar un coche de la Guardia Civil, hayan sido castigados con nueve años de prisión.
Una vez que hemos llegado hasta aquí, por errores de unos y otros, lo que hay que buscar es una solución política (nunca debió de salir este conflicto de la política) y encontrar, mediante el diálogo una solución pactada entre los actores. Y dejarnos de más represión, que de nada ha servido y que sigue siendo el caldo de cultivo de Casado –quién mandaría a las fuerzas armadas si fuera preciso–, de Rivera –que se ha abrazado al 155 y pretende hacer de juez y parte, y detener a Torra– y de Abascal –quién si le dejaran, fusilaría a los independentistas sin el menor reparo–.
Hemos llegado a una situación irreversible, pero de la que hay que salir lo mejor posible. Desde luego, nada favorece la violencia de algunos independentistas, ni la defensa que de ellos hacen algunos políticos como el mismo Torra. Como tampoco sirven las medidas deseadas por los líderes de la derecha española, que sólo piensan en la represión y a los que el diálogo les parece una rendición, algo que no tiene sentido, salvo que pretendan encarcelar a los millones de independentistas que existen.
Hay que sentarse a dialogar, lo antes posible. Dejémonos de tacticismos electorales. El PSOE, si forma gobierno. debe abrir una mesa entre las dos partes. Bien es verdad que la situación hoy no lo hace fácil. En primer lugar, porque el gobierno de España es provisional hasta no sabemos cuándo. Y, desde luego, porque Torra no parece un interlocutor válido cuando es discutido por muchos de su propia gente y no es capaz de pedir que pare la violencia.
Pero no se debe esperar más. Cada parte debe hacer su trabajo. Torra debe pedir el fin de la violencia y Sánchez dejarse de excusas. Se trata de un proceso largo que hay que empezar ya. Y que nadie juegue con este asunto, porque la derecha y también el PSOE, dicen no sentarse porque la petición de los independentistas es la independencia. Craso error. Todos los colectivos enfrentados se sientan a hablar, se empieza con posiciones de máximo para ir cediendo por ambas partes hasta conseguir un acuerdo, donde las dos posiciones de partida han quedado fuera de juego y se ha obtenido una solución intermedia.
Recordemos una de las grandes contribución de Hegel: Tesis, antítesis y síntesis. Se empieza en un afluente distinto para llegar al mismo río. Es difícil, seguro, pero es el único camino. Eso es lo que ha de ocurrir en Cataluña. Y démonos prisa porque este proceso está provocando la inquina y el odio entre catalanes, y también entre ciudadanos españoles, y eso puede ser una bomba de relojería.
Basta ya de tratar de sacar jugos electorales al conflicto y siéntense tirios y troyanos para arreglar la cuestión. No vaya a ser que pronto sea demasiado tarde.
Salud y República