En España, el espectáculo del Parlamento empequeñece la política y muestra su cara más limitada: la de las discusiones encendidas e irrelevantes. Parece que están pendientes de quién gobierna que de nuestro futuro. Las cosas no mejoran, pues muchas comunidades autónomas están intentando sacar rédito de la situación, ya sea a través de sus anhelos independentistas o de negociar para obtener ventajas como siempre hacen los partidos nacionalistas, o de prolongar la pelea política contra el Gobierno de turno. Vemos que esto es un mal común. En el orden global, en el europeo y en el español, la fragmentación, las tensiones y el sálvese quien pueda es la regla. Cada cual vela por sus intereses y se desentiende del conjunto.
Es una muestra de irresponsabilidad que los poderes occidentales se comporten así en un momento de crisis tan grave. Actúan como si nada estuviera pasando, como si una vez que hubiera llegado la pandemia, lo prioritario fuese solucionar los problemas de posicionamiento y de poder, y no los estragos que está causando el virus. Y son todavía más irresponsables porque estos enfrentamientos ya eran visibles antes de la llegada del Covid-19. Cuando los problemas surgen, la unión desaparece y en lugar de cerrar filas y tratar de salir juntos, de buscar soluciones comunes, ni a nivel global ni a nivel local actuamos con unidad contra este enemigo que es doble: sanitario y económico. Es una pesadilla ver el nivel de algunos de nuestros políticos, que son representantes de la voluntad popular y, por tanto, representantes de todos y cada uno de los ciudadanos.
Las peleas constantes y las trifulcas diarias donde no sólo se insultan, sino que se desprecia la idea del otro; acusándose incluso de los errores que antaño protagonizaron sus antecesores, muestra primero la calidad humana de quienes protagonizan estos actos (miro a izquierda y a derecha) y segundo, el nivel de mediocridad que está instalado entre quienes nos gobiernan. Los debates en el Parlamento se han convertido en una pelea de chulos de barrio y matones de bar, sin espacio para el entendimiento, el consenso, sin mostrar interés por el bien común, sacando tajada: “si quieres que te apoye….”. Y mientras tanto, el ciudadano ve que nadie mira por sus problemas, que pocos se dedican a abordar y resolver los problemas que verdaderamente importan. Y para colmo, la Comisión llamada de la Reconstrucción, nos muestra que los políticos se han dedicado más a descalificarse que a trabajar para garantizar el futuro de nuestro País. Estoy en las antípodas de Vox, pero la actitud del Sr. Iglesias en esta Comisión, es impropia del comportamiento que debe esperarse de un Vicepresidente del Gobierno y, Patxi López, su presidente, que en principio rió las descalificaciones del Sr. Iglesias, también. Ambos tuvieron que pedir perdón por el espectáculo ofrecido. Parece que lo de pedir perdón se ha convertido en una costumbre, cuando lo que hay que evitar es llegar a eso. El desánimo y la desilusión son tan grandes, que el comportamiento en las calles, cansados también por los efectos de la pandemia, son el fiel reflejo de lo que sucede en el Hemiciclo. Es un mundo político fuera de foco, una versión más propia de las tertulias del corazón, cuyo fuego se encargan de avivar las redes, buena parte de los medios (los de izquierda y derecha), y los grupos de WhatsApp.
Y nos olvidamos que el virus sigue ahí, que cada día se contagian y mueren personas. La guerra de cifras y el modo de contabilizar es escandalosa. Echo realmente en falta, cuando hablamos de los fallecidos, que nos expresemos con un poquito más de respeto y concreción porque detrás hay familias rotas de dolor. A veces, la concreción es mucho más sencilla que empezar hablar de los muertos como si fuesen los precios de la lista de la compra (suben o bajan para maquillar el resultado); y son personas con nombres y apellidos que sus familiares lloran porque han fallecido solos, sin dedicarles un último adiós.
Lo que está en juego no es una simple pelea política, es una operación de acoso y derribo jugando con algo tan serio como es la deslegitimación del propio sistema parlamentario. Es paradójico que tanto el PSOE como el PP, frivolicen con la idea que son “partidos de Estado”, cuando en realidad, deberían decir “partidos de Gobierno”. No se entiende la bilis política, el rencor y hasta la mala leche que desprenden muchos de sus dirigentes cuyo origen, es muy anterior al virus; es una patología política que se ha vuelto crónica. El virus era imprevisible y lo estamos superando poco a poco, pero el futuro que ya tenemos encima es peliagudo.
Cuando ha llegado el virus, se ha encontrado con muchísimas empresas, grandes y pequeñas, que estaban en situación de no poder soportar siquiera un imprevisto. Se espera un brutal descenso del PIB y un incremento importante del desempleo. La destrucción de puestos de trabajo, cuando terminen los ERTES, va a ser impresionante; van a desaparecer pequeñas empresas y pequeños negocios porque les va a ser imposible subir la persiana. El turismo, aún no sabemos su trascendencia, también se resentirá bastante. La deuda pública será exorbitante porque hay que ayudar (y es necesario) al paro y a los beneficiarios del Ingreso Mínimo Vital (IMV). Este es el panorama y me gustaría saber qué idea de España tienen para el futuro, qué plan de salida hay, de dónde van a conseguir el dinero para que no esté un tercio de España en paro o con los negocios cerrados, qué propuestas tienen para revertir la situación. Porque de esto no escucho nada. Y sin esto, todo lo demás es completamente irrelevante; es indignación convertida en espectáculo. Es increíble.
Miguel F. Canser