Mujeres singulares en plural: Mujeres en la música y en el exilio

Mujeres singulares en plural: Músicas exiliadas

A lo largo de la historia las mujeres participaron con su talento, en el mundo de la música. Pese a todos los impedimentos destacaron en la composición, hay catalogadas más de 4.000 compositoras desde los tiempos medievales hasta nuestros días.

Fue muy difícil para la mayoría que sus obras trascendieran, muchas de las que lograron salir del anonimato lo hicieron tras un seudónimo masculino o sin su identidad como “autor anónimo”. Otro obstáculo para la difusión de las composiciones femeninas ha sido que las partituras encontradas tras minuciosas búsquedas, no se podían interpretar nuevamente o recibían escasa atención por parte de críticos y musicólogos.

La investigación musicológica feminista se inició con retraso respecto a otras disciplinas de humanidades y no se desarrolló plenamente, como nueva corriente crítica, hasta finales de la década de los 80 y los 90 del siglo pasado; propuso una línea de acción abiertamente política para acabar con la discriminación de género. Empezó reconociendo la importancia de la labor de recuperación histórica de las mujeres músicas, pues conocer la tradición musical femenina, legitimaría y fomentaría su trabajo en el presente y en el futuro.

Rechazo de Roma

La mera presencia de las mujeres en la música fue rechazada por la misoginia imperante, por ejemplo, en 1686 el Papa Inocencio XI declaró: «La música es totalmente dañina para la modestia que corresponde al sexo femenino, porque las mujeres se distraen de las funciones y las ocupaciones que les corresponden… Ninguna mujer… con ningún pretexto debe aprender música (ni)… tocar ningún tipo de instrumento musical»; este Edicto  fue renovado en 1703 por el Papa Clemente XI. Otro ejemplo, según algunas historiadoras, sería la existencia de los “castrati”: sólo mentes perversas podían haber optado por castrar muchachitos para interpretar roles femeninos, en lugar de aceptar que las mujeres cantaran públicamente.

Y más adelante el filósofo y abuelo de Félix y Fanny Mendelsson (S.XVIII) escribió: «El saber moderado sienta bien a una dama, pero no la erudición. Una joven que gastó sus ojos leyendo merece que se rían de ella». Más adelante argumentó: «Las mujeres pueden llegar a igualar e incluso superar intelectualmente a los hombres, pero como la biología ha impuesto que ese progreso intelectual se realice a costa de sus funciones reproductoras, corresponde condenarlas por razones biológicas.»

Se podría comenzar una brevísima historia de las mujeres músicas españolas en el esplendor de Al-Ándalus donde había esclavas cantoras, herencia de la etapa preislámica de la sociedad árabe; que se asentaban en los principales centros comerciales, recitaban versos y cantaban en honor de sus amos, consiguiendo gran notoriedad.

Gracia Baptista

En la sociedad cristiana, la iglesia presentaba un espacio para las mujeres que como encargadas de la liturgia, debían iniciarse en los caminos de la música y así desarrollar dicha actividad en los monasterios femeninos. Una buena parte del patrimonio musical español reposaba en esas instituciones de monjas como el famoso Códice de las Huelgas hallado entre sus muros. La primera compositora española fue la monja, Gracia Baptista, autora de una obra para teclado sobre el himno Conditor Alme, que Luis Venegas de Henestrosa (S. XVI) editó en su Libro de Cifra Nueva.

Fuera del mundo eclesiástico era en la corte o en los palacios donde se comenzó a oír la voz de las mujeres. En el siglo XVIII, destacó la reina María Bárbara de Braganza por su maestría en el canto y la composición, además de ser una gran clavecinista.

Rosa García Ascot

Saltando al siglo XX: en 1930 se presentó en la Residencia de Estudiantes de Madrid un grupo de jóvenes compositores autodenominados representantes de la «música moderna» española. Tomando a Falla como referente musical, y a Adolfo Salazar como el ideológico, estos autores renovaron el panorama musical en el Madrid de los años veinte y treinta. Fue conocido como Grupo de los Ocho o Grupo de Madrid, estaba formado por Rosa García Ascot, Salvador Bacarisse, Fernando Remacha, Gustavo Pittaluga, Julián Bautista, Juan José Mantecón y los hermanos Halffter: Rodolfo y Ernesto.

Rosa García Ascot nació en Madrid en 1906, en su formación destacaron Falla, Pedrell y Granados; fue la única mujer del Grupo de los Ocho donde jugó un destacado papel en sus actividades, ya como compositora o pianista. La mayoría de sus obras se perdieron en la Guerra Civil y el posterior exilio en México de donde regresó en 1965. Se han conservado unas pocas partituras para piano, como Preludio fechada en Cambridge en 1938. Se le reconoce su personalidad y buen conocimiento de los lenguajes de la vanguardia. Falleció con 100 años.

Mª Teresa Prieto

Mª Teresa Prieto nació en Oviedo en 1895 y falleció en 1982 en México a donde se tuvo que exiliar y en donde compuso íntegramente su obra. Estudió en su ciudad natal y en Madrid. En su evolución estética caminó desde unos inicios nacionalistas muy cercanos a los de otras figuras de su generación hasta que, a partir de los cincuenta, se adentró en el género del cuarteto de cámara incorporando después su estilo al dodecafonismo, simultaneando estas nuevas formas con su estilo tradicional. Su amplio catálogo recoge obras iniciales como Impresión Sinfónica, la Sinfonía Asturiana o el poema sinfónico Chiché Itzá, junto con una producción camerística en la que destacaban tres cuartetos y, ya en su madurez, 24 variaciones para piano, o Tema variado y fuga para orquesta. Fue gran intérprete de arpa, instrumento para el que también compuso piezas.

Las músicas exiliadas sufrieron el cierre de sus posibilidades profesionales y vitales, como todas las mujeres y hombres que se vieron obligados a partir fuera de España para salvar sus vidas, dejando un páramo cultural que se mantuvo durante toda la dictadura.

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