Una de las decisiones más importantes que tomamos respecto a la educación de nuestras hijas e hijos es elegir el colegio al que acudirán. Allí pasarán muchas horas, muchos años. Su infancia. Esa etapa tan vulnerable y que queremos proteger a toda costa.
Y es, a veces, esa sobreprotección la que nos hace no decantarnos por aquel centro al que acude una determinada población. Creyendo así protegerles de lo que puede ocurrir en cualquier colegio. Harán amistades, algunas, con suerte, durarán toda una vida. Se encontrarán, también, con compañeras/os que les harán sufrir, o serán quienes hagan sufrir. Así es esta etapa. Y, quizá, no podremos hacer nada por evitarlo.
Pero sí hay algo que podemos y debemos hacer, conocer el Proyecto Educativo. Normalmente, cuando escucho a las familias en cada proceso de escolarización, buscan la cercanía a su domicilio. Cuando escucho a la gente hablar de alimentación, no les importa desplazarse más lejos por unos productos de calidad. O el médico, todas y todos queremos tener la o el mejor pediatra. Trabajar en lugar cómodo, tranquilo, con buenas condiciones, que mis jefas o jefes sean competentes, que los objetivos a cumplir sean realistas y coherentes. A nadie se le pasa por la cabeza comprar en una tienda donde la comida no sea de buena calidad por el hecho de estar cerca, tener cualquier médico porque es quien te ha tocado, o trabajar de cualquier manera. ¿Por qué no buscamos así el colegio de nuestras hijas e hijos? Ese lugar en el que pasarán 9 años de su vida.
Cómo se trabaja en un centro, su proyecto educativo, sus líneas de actuación, sus valores, su principio de identidad, serán elementos que marquen la escolarización de nuestras hijas e hijos.
Para un buen funcionamiento del proceso de enseñanza-aprendizaje, es fundamental compartir todos esos elementos. La educación de nuestras niñas y niños recae tanto en las familias como en el colegio. ¿Cómo ir en la misma línea del centro si no comparto sus principios y/o valores? Si queremos una formación integral de ellas y ellos, tanto a nivel intelectual como afectivo y social, familia y escuela deben caminar de la mano.
Por ello debe imponerse la coherencia a la hora de elegir el centro de nuestras hijas e hijos.