Cuando se habla de contaminación, la acústica, es decir, la que es resultado del ruido o sonidos molestos, no ocupa los primeros lugares en las denuncias sociales. En parte, porque el ruido ha tenido incluso, en otros tiempos, una valoración positiva, como algo consustancial a las sociedades modernas y dinámicas. Hoy, esta concepción está ya superada, y la expresión contaminación acústica no sólo tiene plena vigencia, sino que ha dado lugar a estudios para su conocimiento y a políticas y legislación para combatirla.
Sin embargo, la mayor parte de los estudios hasta ahora realizados están centrados básicamente en las dimensiones técnicas del complejo problema del ruido. hoy día lo son el transporte y el ocio. Por otra parte, se señala que el ruido es un problema fundamentalmente urbano.
La creciente consideración del ruido como un factor negativo para la calidad de vida, ha dado lugar a la aparición de diversa legislación dirigida a reducirlo, la cual es por el momento parcial, escasa y necesitada, pero que en Municipos como Rivas Vaciamadrid supuestamente no se aplican. La gravedad de este déficit legislativo viene incrementada por la débil exigencia de su cumplimiento.
Por último, la evidente existencia de diversos niveles de contaminación acústica, exige tanto de elementos técnicos para valorarla como de estudios para su conocimiento es necesario la creacion en el Municipio de los llamados mapas del ruido.
El resultado es una situación de contaminación acústica generalizada de cuya causalidad nadie puede sentirse ajeno. Desde luego que no todos somos igualmente ruidosos, pero, en mayor o menor grado, todos actuamos como agentes contaminantes y sufrimos «democráticamente» sus efectos perjudiciales. Unas veces porque sin darnos cuenta, hemos levantado la voz, otras porque nos han invitado o hemos organizado una fiesta, otras porque hemos empezado a perder oído y necesitamos poner alta la música o la televisión; total, que de una manera o de otra estamos también contribuyendo a que en nuestro entorno se incremente el número de decibelios
En este contexto social se están llevando a cabo estudios sobre el complejo fenómeno del ruido, que aun siendo todavía escasos y centrados básicamente en las dimensiones más técnicas del problema, permiten constatar que el ruido perjudica en
múltiples dimensiones de un fenómeno que implica aspectos físicos, psicológicos,
sociales, legales y políticos. Parece que el ruido ha formado parte de nuestra convivencia y que la apelación al silencio se circunscribía a los conventos, a las iglesias, a los momentos de oración.
Hasta ahora, una sociedad ruidosa era entendida como una sociedad viva,
que hacía honor a sus ciudadanos; el silencio, por el contrario, era más bien
como «lo no social», y estaba asociado a la noche, al sueño y, por supuesto,
a la muerte, al silencio de los cementerios.
Pero todo esto ha cambiado, y el ruido, que se percibía como un acompañante socialmente necesario, ha pasado a ser algo molesto y un factor grave de contaminación. Estas son las dos claves principales del problema, que el ruido no sólo nos molesta, nos desequilibra, nos desasosiega, se ha revelado como muy perjudicial para la salud humana y la calidad de vida.
El ruido, que se aceptaba como un fenómeno natural, ha dejado de serlo, para convertirse en algo indeseado, pero consustancial a las sociedades modernas. Se observan tendencias sociales que son irreversibles, como el crecimiento de la población, la densificación de ciertos espacios a costa de otros que pierden población y el incremento de las concentraciones urbanas, creando, en contrapartida, espacios con muy pocos habitantes. Probablemente asistimos a procesos crecientes de especialización funcional entre los que se anotan la separación entre los lugares de residencia y los de trabajo; lugares para vivir y lugares para comprar; lugares de descanso y lugares de diversión. No está claro que estas dicotomías se correspondan con una línea divisoria entre lugares sin ruido, con poco ruido, o lugares ruidosos. El ruido es cada vez más un elemento ligado a nuestra civilización y está presente, de una manera o de otra, en los diferentes espacios.
Juan Carlos Ramos
Profesor de Medio Ambiente y Energías Renovables