A la hora de empezar un tratamiento hormonal, será necesario conocer los riesgos que esto conlleva, como en cualquier otro tratamiento. El médico endocrino es el profesional sanitario más indicado para transmitir esta información. Los cambios hormonales que se van a producir en el cuerpo pueden aumentar el riesgo de osteoporosis, pero sin ser motivo de alarma; lo mismo puede ocurrir si una persona descuida el calcio de su dieta o se encuentra en la etapa de la menopausia, por ejemplo.
Las hormonas sexuales (estrógenos y testosterona) cumplen una función en la salud ósea. Por un lado, los estrógenos estimulan la actividad de las células que forman los huesos (osteoblastos) y disminuyen la actividad de las que los destruyen (osteoclastos), manteniendo así un equilibrio. Por otro lado, la testosterona ayuda al crecimiento óseo, jugando un papel importante en la densidad mineral y masa ósea. También mantiene un equilibrio entre los osteoblastos y osteoclastos una vez finalizado el crecimiento de los huesos. De este modo, si una persona asignada como mujer al nacer desea llevar a cabo la transición a hombre, comenzará tomando testosterona. Como resultado, su nivel de estrógenos disminuirá, siendo esta hormona necesaria para mantener la salud ósea y, en consecuencia, aumentará el riesgo de osteoporosis.
La alimentación es clave para mantener una buena salud ósea. Consumir lácteos para tener unos “huesos fuertes” es una creencia muy común, pero lo cierto es que el calcio se puede encontrar en otros alimentos como las bebidas vegetales enriquecidas, higos, almendras, tahini, alubias, tofu, brócoli, col… Además, hay que tener en cuenta que para una buena absorción de calcio es necesario que los niveles de fosfato se mantengan en equilibrio. No es que tengamos que hacer nada en especial más que llevar una alimentación saludable, pero para las personas con riesgo de osteoporosis puede ser interesante disminuir el consumo de refrescos o alimentos muy procesados por su alto contenido en fósforo. La vitamina D también jugará un papel importante en la salud ósea, es la que se encarga de dirigir el calcio hacia los huesos, controlar que se mantenga un ratio adecuado entre calcio y fósforo y estimular a los osteoclastos para aumentar la disponibilidad del calcio. Para conseguir la suficiente vitamina D, no bastará con consumir alimentos ricos en este nutriente como huevos, pescados azules, champiñones, lácteos o bebidas vegetales enriquecidas, sino que será necesaria la exposición solar. Nuestra piel actúa como filtro de vitamina D y cuando no necesita más cantidad, deja de absorberla. Es por ello que es importante hacer una exposición solar responsable, es decir, dar un paseo de entre 10 y 20 minutos (en función del color de piel y la estación del año) sin crema solar será suficiente para conseguir la cantidad diaria. Si después, se continúa con el paseo, habrá que aplicar protección solar. Y otra vitamina a la que hay que prestar atención es la vitamina K. Con unos niveles adecuados, la osteocalcina, una proteína que se encarga de un adecuado desarrollo óseo, no se excretará en exceso a la sangre y no debilitará al hueso. Unos altos niveles de osteocalcina en sangre pueden hacer sospechar al médico de que existe riesgo de fractura.
Lógicamente, desde casa, no vamos a estar echando cuentas. Una buena nutrición tiene que ser factible, por lo que una manera sencilla de asegurarnos todos estos nutrientes es hacer que nuestras comidas principales sean ricas en vegetales, no olvidarnos del calcio y dar un paseo en horas de sol. Además, el ejercicio físico ayudará a que el calcio se deposite en los huesos y será contraproducente la suplementación sin supervisión. Hay que recordar que un tratamiento hormonal lleva un seguimiento por parte de un médico endocrino y, si observa un déficit nutricional, le recetará un suplemento para corregir dicha deficiencia y no antes.