El éxito del P.P. en las elecciones madrileñas que roza la mayoría absoluta, ha sido una sorpresa para todo el mundo. Nadie podía esperar que su victoria fuera tan contundente. Los conservadores, que gobiernan Madrid desde hace 26 años, capitalizaron la arriesgada política de medidas laxas promovida por Díaz Ayuso, que se tradujo en la apertura continuada de bares, restaurantes y salas de espectáculos. Una resistencia atroz a las presiones del gobierno central para que endureciera restricciones, le valió amplias simpatías entre la restauración que bautizó cervezas o pizzas en su honor. Pero, ¿por qué ese triunfo tan arrollador?, ¿qué ha hecho que la gente que antes votaban a PSOE y Cs, se hallan decantado por Díaz Ayuso?
Sin duda los vaivenes y cambios de opinión del ejecutivo han tenido mucho que ver desde antes de ser Presidente del Gobierno. Desde “el no podría dormir” si su socio fuera Unidas Podemos, a abrazarlo y ser compañero de viaje, pasar de ser un fervoroso defensor de la aplicación del 155, a ceder en algo tan simbólico como es el carácter del castellano como lengua vehicular en la educación, han podido ser algunas de las causas. Partiendo de la base de que cualquier cesión ante los nacionalistas no sirve para resolver el problema de fondo, sino que es un paso más en su camino hacia la independencia, y aquí incluyo al PNV que es más paciente que sus homólogos catalanes, pero que comparten el mismo objetivo, que “traicionan” su propia historia pues catalanes y vascos construyeron, con el resto de españoles, esta gran nación. Y es que, al margen de los slogans de ambos bandos, las elecciones en Madrid fueron planteadas desde Podemos, el PSOE y Más Madrid, como un combate entre “Democracia o fascismo”. En mi opinión, la campaña que han hecho los tres partidos de izquierda, ha sido sombría, con un discurso trasnochado, caduco y rancio, de otro tiempo, en la que sólo ofrecían rencor e ira y ninguna solución a los problemas de los ciudadanos.
Otro de los errores fue la prometida transparencia en la gestión del Ejecutivo. Después de lo prometido nada; sobre todo en lo referente a ciertos viajes del Presidente. Han sido transparentes como un gato negro flotando en un pozo de petróleo una noche sin luna. Que duda cabe que la gestión de la pandemia ha oscilado entre el voluntarismo y la propaganda, sin duda con las mejores intenciones, pero sin reformar el marco legal y establecer un equipo de expertos como sería exigible y que es lo que marca el sentido común. El 4M se votó con una alta participación (76%) y el PP de Ayuso ganó en todos los distritos de Madrid: en 177 de 179 municipios. Las elecciones madrileñas, que han sido mucho más que madrileñas como todos imaginábamos, habría que preguntarse qué parte de culpa tiene la izquierda en no haber sabido combatir determinados discursos, en haberse plegado a políticas económicas que no diferían, de lo sustancial, de las aplicadas por formaciones conservadoras, de haber abandonado, en la práctica, a su suerte muchos barrios y de gestionar un fenómeno tan complejo como la migración con una estrategia que lo mínimo que puede decirse es que es hipócrita.
La escuela concertada y privada es un valor seguro para la derecha. Según datos oficiales, el 46% de los alumnos se matricularon en colegios concertados y centros privados y es que el PP de Madrid arrasa en las urnas en aquellos distritos y municipios donde la escuela pública es minoritaria. Si la educación es competencia de las CCAA, y si en nuestra Comunidad lleva el PP gobernando más de un cuarto de siglo, blanco y en botella. El discurso de la izquierda no puede reducirse a dejar de subvencionar la enseñanza concertada, sin crear más recursos públicos. Por otra parte, Madrid es la comunidad autónoma con una mayor penetración del seguro privado en el conjunto del Estado. Es la región donde un mayor número de ciudadanos cuentan con seguros privados de salud y, por tanto, utilizan y hacen poco caso del Sistema Nacional de Salud. Según el CIS, en una encuesta de calidad de vida y satisfacción con los servicios públicos, sólo el 2,9% de los madrileños señalaron la calidad de la sanidad pública, la falta de servicios médicos o las listas de espera como preocupantes y que afectan a los ciudadanos.
Concluyeron las elecciones y, de pronto, todo fueron anuncios poco agradables para nuestro futuro procedentes del Gobierno: lo de subir los impuestos de manera inminente, suprimir los beneficios (más tarde o más temprano llegará) a las declaraciones conjuntas de la renta, sube la luz que ya se grava con el 21% de IVA, sube la presión fiscal al diesel, los billetes de avión y, quizá, (llegará también) habrá peajes en todas las carreteras que afectará a las ventas de coches que lastrará nuestros planes profesionales y de ocio sin un mínimo consenso con las fuerzas políticas y sociales, sin olvidar los indultos a los protagonistas del “procés”. La falta de seguridad jurídica, la opacidad como principio rector de las acciones gubernamentales, no son modos y maneras porque generan una profunda desconfianza hacia sus representantes, y no hay que buscar el varapalo sufrido por el PSOE, ni en que si las cañas y los berberechos de Ayuso, ni en la sosería de un candidato. Autocrítica y rectificación. Madrid puede ser sólo el principio. ¿Seguirán así?
Miguel F. Canser