«La gente si viene es porque lo necesita»

"La gente si viene es porque lo necesita"

Entrevista a Jorge López Cardiel, presidente de la Red de Recuperación de Alimentos de Rivas.

Todas las luces producen sus sombras. Por eso, tras las luces de navidad abordamos en este número una cuesta de enero que no impacta por igual a todo el mundo. En una sociedad acomodada y de “clases medias” como la de Rivas, es fácil olvidarse de las enormes desigualdades y del riesgo de exclusión social que viven muchas familias.

El sistema es pernicioso, si no contribuyes no existes”, explica nuestro entrevistado de este mes. El principal promotor de la Red de Recuperación de Alimentos de Rivas (RRAR), Jorge López Cardiel, se puso en la crisis de 2008 a recoger alimentos para las familias vulnerables de Rivas en un momento en el que se desbocaron las cifras de desempleo y de desahucios. Nadie está a salvo de que un golpe de mala suerte, una enfermedad o cualquier otra circunstancia le arroje a la exclusión social. Desde la RRAR, se han convertido en un colchón que amortigua la caída a esas familias.

Hoy, la aparente mejoría del empleo convive con las dificultades de acceso a la vivienda y sigue habiendo colas de familias a la espera de recibir el apoyo de esta ONG ripense. Hace años, cuando buena parte de lo que hoy es Rivas era un erial, López Cardiel plantó él solo un parque en la esquina de la calle Avenida de la Técnica con la Avenida de los Almendros. El parque sigue existiendo porque las semillas germinaron, igual que lo hicieron las semillas de solidaridad que plantó en 2008 y que hoy sitúan a la Red de Recuperación de Alimentos de Rivas (RRAR) como un ejemplo de solidaridad a imitar por otros municipios.

Buenos días, Jorge. ¿Cuándo surge la Red de Recuperación de Alimentos?

La Red de Recuperación de Alimentos de Rivas surge en la crisis del 2008, cuando se empezó a ver que había hijos que pedían a sus madres un almuerzo más para un compañero de clase. Y se transmitió esa inquietud a las AMPAS de los coles. Y esas mujeres descubrieron que había niños que no solo no llevaban almuerzo, sino que a lo mejor no habían cenado ni desayunado tampoco.

Entonces, en un grupo del Banco del Tiempo, un grupo de mujeres se vio en la necesidad y en el compromiso de crear la Red de Recuperación de Alimentos de Rivas y se fueron recorriendo los supermercados para recoger lo que los supermercados tiraban. Iban con sus coches y lo depositaban y seleccionaban en dos garajes particulares. Y de allí las AMPAS se llevaban las cajas ya preparadas para las familias que las propias AMPAS habían identificado que necesitaban ayuda.

Yo me jubilé en el 2009 y una mañana, en la Plaza Selene, Luisa Villegas y José Antonio (los antiguos responsables del supermercado Copima de Pablo Iglesias) me dijeron que les tenía que ayudar. Y así entré yo a ayudar como voluntario de la RRAR.

¿Y cómo recuerdas esas situaciones duras de algunas familias que se acercaban en ese 2009 y 2010, que eran los años más duros de crisis?

Yo en ese momento era presidente de la parcela 1 y en una reunión de la mancomunidad comenté la idea de colaborar con la ONG y se le ofreció usar el antiguo almacén del supermercado Copima, que ya había desaparecido. Allí se preparaban las cajas y se llevaban directamente a distintos colegios de Rivas. Entonces, nosotros físicamente no teníamos contactos con las familias necesitadas. Eran las propias AMPAS las que se encargaban de una forma, digamos, muy discreta, de darle a la familia necesitada lo que necesitaba. Así surgió la RRAR.

¿Cómo era la relación con los supermercados? ¿Colaboraban?

Como anécdota, uno de ellos se negó en redondo y llamó a la Guardia Civil. Pero fue el único caso. Es un trabajo sobre el terreno: ir a los supermercados, contarles el proyecto, etcétera. Cuando la mancomunidad cedió el local fue más fácil que antes con los garajes.

¿Y qué tipo de alimentos donan los supermercados? Tanto en qué tipo de productos (perecederos, no perecederos…) como de caducidades (consumo preferente, caducados, a punto de caducar…).

El 90% de lo que dábamos en esa época estaba dentro de la fecha de consumo. Y teníamos un frigorífico, además, para lo que necesitaba mantenerse con frío. Y en el 10% restante nos daban garantía de que había excedido la fecha de caducidad solo en un día o dos. Y nosotros siempre se lo comentábamos a las AMPAS para que lo supieran y no hubiera ningún problema.

¿Y cómo os organizábais con las AMPAS? Porque ahí hacían un papel importantísimo de bisagra con las familias.

Afortunadamente, en las AMPAS surgió el tema del voluntariado y del compromiso. Sobre todo, yo tengo que decir que son las mujeres las que siempre dan el primer paso y ofrecen su compromiso. Ellas venían el día que les correspondía a su AMPA y se llevaban las cajas que preparábamos.

¿Y cómo funciona ese proceso a día de hoy?

Ahora mismo, damos un carro mensual a cada familia necesitada de Rivas. Y todas pasan por Servicios Sociales, porque son los que tienen los medios dinerarios, si necesitan ayuda con el bono de transporte o ayuda para el alquiler.

Y dentro de la ONG tenemos la norma de que, a los tres años de estar ayudando a una familia, les damos un empujoncito amable y entonces ya no les damos el carro, para que -en cierta manera- no se acostumbren. Pero hay una línea de ayuda diaria, donde damos de lo que recogemos diariamente de los supermercados, incluido el fiambre. Es decir, que no dejamos desvalido a nadie.

¿Ahora a cuántas familias estáis atendiendo?

Oficialmente, tenemos a unas 270 familias a través de servicios sociales, pero ayudamos a otras 100 familias más con esa segunda vía de ayuda.

¿Cómo se valora que una familia necesita la ayuda?

Nosotros tenemos un equipo de valoración, al que yo siempre le digo en broma y de forma amable, “equipo de persecución”. Porque cada año a las familias les volvemos a pedir los papeles, les preguntamos por sus ingresos, por qué gastos tienen y sacamos una balanza y les decimos “¿cuánto necesitas?”.

Según la ONU, si no ha subido, cuando a una familia le quedan 100 euros por cabeza para comida, no necesitan que se le ayude. Nosotros ese ratio lo hemos subido a 150 euros y el equipo de valoración nuestro de la ONG son los que tienen que valorar si una familia, a pesar de que a lo mejor le queden más de 150 euros, necesitan que les sigamos ayudando por las circunstancias particulares que tengan.

¿Y qué tipo de productos básicos soléis meter en la cesta?

Como el origen fue atender a los chiquillos, buscamos que no les falte nada para desayunar. Está el Cola-Cao, la leche, los cereales… Y luego para las personas adultas buscamos que tengan siempre garantizada la entrega de pollo, patatas y huevos. Y también productos secos: leche, lentejas, pasta, arroz, tomate frito… todo eso. Y es importante que también les damos productos de higiene.

Además de eso, siempre nos llegan zumos o chuches. El carro que damos es variopinto. Y cuando se entrega el carro a las familias, las personas que están allí voluntarias entregándolos, siempre les dicen lo mismo: lo que no vayas a consumir, por favor, no te lo lleves. Porque nuestro objetivo es no tirar nada. Cuando se nos queda algún producto que ya no es recomendable para consumo humano, se lo lleva un refugio de animales para dárselo a los que sí pueden aprovecharlo.

Además de la alimentación, ¿qué otra ayuda ofrecéis?

De vez en cuando, creamos un grupo de búsqueda de trabajo. Cuando surgió que el Ayuntamiento de Madrid necesitaba personal para la limpieza, pues conseguimos -si los datos y la memoria no me fallan- que 15 de las 40 personas del grupo estén ahora trabajando allí.

Algunos trabajan de fin de semana o los festivos. Pero ya tienen ingresos. Y lo importante de trabajar es que existen. Porque el sistema es muy perverso contigo si no trabajas.

Tenemos una voluntaria, que en su momento fue receptora, que es muy cabezona y sigue trabajando en negro. Y yo le digo que luego el sistema, cuando se haga mayor, le va a decir “si no contribuyes, no existe”.

¿Qué perfiles de familias os encontráis?

Nosotros tenemos un grupo importante de las familias que ayudamos, en el que uno de la pareja tiene trabajo. Pero la balanza de los ingresos y los gastos…pues no da, porque el alquiler se lo chupa todo. Y luego vienen los gastos de la luz, etcétera, etcétera.

Hay mucha pobreza laboral, entonces, ¿y una causa importante veis que se deba a ese difícil acceso a una vivienda?

Sí, sí. La vivienda es una causa de que la gente esté en la pobreza. Ahora mismo todos quisiéramos vivir en Rivas, pero ahora mismo las construcciones que se están haciendo en el barrio de La Luna, si no me equivoco, son 300.000 euros y pico, más IVA. Entonces, ahí la gente que lo compra o ha vendido antes el piso para que el banco crea en ellos…o tienen unos sueldos dignos.

¿Y cómo habéis abordado la subida del precio de la luz?

Una de las tareas fundamentales que hace nuestro equipo de valoración en esa “persecución” que hacemos es orientar siempre a las familias. Darles los datos de dónde tiene que acudir, dónde tiene que pedir lo del Ingreso Mínimo Vital (IMV) o el bono social, etcétera, etcétera.

Esa es la labor importante que hace nuestro equipo de valoración, encauzar a la gente. De hecho, con el tema de las guerras de Ucrania y los terremotos de Siria y de Turquía, nos pusimos a centralizar el tema de la recogida de los víveres, de la ropa, etcétera, para enviárselo a estos países, a petición del Ayuntamiento.

¿Y cómo funcionaron esas experiencias? ¿Es Rivas una sociedad solidaria?

Sí, Rivas tiene más de 300 asociaciones, porque una de las ventajas que hemos tenido los que vivimos en Rivas-Vaciamadrid es que cuando vinimos aquí nada más que había 600 habitantes. Entonces, estamos en el mapa porque hemos tenido la oportunidad de crecer al unísono, todos juntos. Y eso crea empatía, buena relación. En las recogidas diarias tendremos más de 200 personas voluntarias. Y los miércoles vienen a ayudarnos ASPADIR con personas con discapacidad. Y los viernes vienen alumnos del María Zulueta (un centro educativo público de educación especial), que nos comentaron las tutoras que es una actividad que está teniendo un efecto muy positivo. También nos mandan a veces desde las instituciones penitenciarias a gente para que haga servicios comunitarios.

Casi nada. ¿Qué otros objetivos os marcáis?

El objetivo que siempre nos hemos marcado en la RRAR es que repartimos sonrisas. De tal forma que ahora los chiquillos descubren que somos un supermercado mágico. Porque vienen con sus padres, ellos saben que sus padres vienen aquí a coger cosas que no les cobramos y ellos siempre tienen juguetes o alguna cosa que llevarse.

¿Veis ese auge de la solidaridad por Navidad?

Sí. De hecho, hemos recibido hace unas semanas los juguetes de un evento de Policías sin Fronteras. Otros años lo llevan a hospitales y este año decidieron dárnoslo a nosotros para que lleguen a las familias de Rivas. También hay un grupo de familias que cada dos meses como mínimo nos llaman y dicen “¿qué necesitáis este mes?”. Y nos traen las cosas que nos hacen más falta, en diciembre nos compran juguetes.

¿Qué tipo de cosas son muy útiles pero se donan menos, por ejemplo?

Bueno, ahora mismo tenemos el tema del aceite de oliva, por la subida del precio. Nosotros en todos los carros metemos aceite de oliva y aceite de girasol.

Es increíble que tengáis esa capacidad y esa solidaridad de atender a las familias de Rivas que llegan y además hacer ese esfuerzo para llegar aún más allá de Rivas. Me contabas antes que habéis ayudado a gente de La Poveda y a familias refugiadas, especialmente de Siria y de Ucrania.

Mira, como anécdota, durante un mes vino un particular en coche con una persona de Piedralaves (Ávila) que no tenía para comer. Y le decíamos: “¿pero por qué no le da el dinero que se está gastando usted en gasolina?”. Y nos contaba que es que esa persona no quería ni aceptaba el dinero, así que él gustosamente la acercaba hasta Rivas para que pudiera tener comida. Luego lo estudiamos con el equipo de valoración para poder derivar a esa y otras personas a sitios cercanos a su municipio donde pueden acudir por ayuda.

Eso quiere decir que sois más conocidos que otros servicios municipales y asociaciones.

Sí, aunque nosotros implicamos al Ayuntamiento cuando vimos que crecíamos mucho y tuvimos que dejar el local de Vía Láctea para ir a las antiguas escuelas del casco. Cuando aterrizamos allí, las asociaciones vecinales también pidieron un sitio, así que eso sirvió también para reactivar ese espacio. Y ahora tenemos un convenio por el que estamos en la nave de la calle Crisol.

¿Y cómo ves ahora que está afectando la inflación, la subida de alquileres e hipotecas a las familias?

Una de las cosas que no hacemos es preguntar a las familias “¿por qué te ha pillado el tsunami?”, porque las causas pueden ser muchas y es un tema…como muy “vergonzoso”. Durante un tiempo tuvimos un receptor que era empresario y venía con un Mercedes. Los signos externos llaman mucho la atención, pero que tuviera el coche pagado no significaba que no fuera una persona que vivía una crisis durísima y necesitaba esa ayuda. A lo mejor no tiene nada más que el coche. Sabemos que la gente, si viene, es porque lo necesita.

¿Qué más cosas hay que hacer para ayudar a estos sectores vulnerables, además del apoyo de la donación de alimentos?

Hace unos años (2016) nos reunimos con varios grupos políticos para poner objetivos en común, también nos reunimos con la Plataforma Antidesahucios (PAH). Y más periódicamente nos reunimos con Cáritas y con Cruz Roja, especialmente para cruzar datos, pero también para derivar a receptores a cursos de formación de Cruz Roja que puedan necesitar. Porque no sirve el “quiero trabajar”, hay que convertir eso en “qué sé hacer”. El equipo de valoración hace mucho hincapié en la importancia de la formación para recuperar un empleo. También animamos a que se acerquen al Centro de Actividades Municipales, donde un curso de cocina o de atención a mayores a lo mejor te acaba sacando de esa situación.

¿Qué pueden aprender las administraciones de vuestra labor?

Es muy complicado. La administración es un elefante que camina firme pero muy lento. Cuando lo de Filomena, cuando ya pudimos hacer una asamblea normal de la RRAR, invitamos al alcalde Don Pedro del Cura y a la concejalía de Servicios Sociales y él a su vez invitó a los portavoces de los grupos municipales. Y allí públicamente el señor Del Cura nos agradeció la labor que hacemos y reconoció que nosotros muchas veces íbamos un paso por delante de la Administración. Y es así. Es justo reconocer que nosotros, cuando alguien llama a la puerta, lo primero que hacemos es atenderlo. Y luego ya le decimos vete aquí, vete allá o presenta tal papel, etcétera.

El sistema va muy cojo, faltan medios, y eso fomenta el desánimo. Si un trabajador social tiene 80 familias asignadas y pide dos euros más, son 160 euros más…y el presupuesto no es un chicle y si no puede estirarse para atender un cambio de situación…no se llega.

Ahora que ya hemos entrado en el 2024, ¿cuál es tu deseo para este año?

Mi deseo es simplemente que podamos seguir ayudando a toda aquella persona que llama a la puerta de la RRAR. Con eso me conformo.

Donaremos uvas, entonces, para que se cumplan esos deseos.

Sí, sí, recibimos uvas, turrón… El año pasado les dimos a las familias redondo de ternera. Se lo encargamos al Ahorramás y cuando fui a pagar era un pago de 4.000 y pico de euros y me saltaba el límite de la tarjeta y no me dejaba pagar. De repente, la persona que estaba detrás de mí, llega y dice “trae que pago yo con la mía”. Es un ejemplo de la solidaridad que crea la RRAR.

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