“Yo con Rivas tengo una relación abierta”

Entrevista a Pedro Pastor

Entrevista a Pedro Pastor.

Rivas es una ciudad joven, muy joven. Por eso es difícil encontrar «sagas familiares» de esas que “llevan siendo poderosas 300 años”, como dice nuestro entrevistado de este mes. Es alguien que no necesita presentación, a quien sus padres le transmitieron un profundo amor por la música: Pedro Pastor.

Hemos hablado con el músico ripense de su adolescencia en Rivas, de sus viajes a Latinoamérica, de política, de su nuevo disco (“Escorpiano”) y del amor que siente Rivas, una ciudad un poco “fea” (reconoce, pensando en el “Pepelito” de la entrada), pero donde está la gente que forma su “hogar” y un sentir comunitario, vecinal, que le llena de orgullo.

Cuéntame, lo primero, ¿cómo era el Pedro Pastor, alumno de instituto de Rivas?

Pues era tremendo, era rebelde. Le solían poner algunos partes, le expulsaron alguna vez del instituto. O sea, era ese perfil de alumno. Aunque luego era buen estudiante porque se me daba bien, lo saqué todo adelante siempre a la primera. Pero bueno, supongo que le di bastantes quebraderos de cabeza a mis profesores.

¿Y a esa edad ya sabías que querías ser músico?

Sí, desde los 13 años, yo tenía clarísimo que quería ser cantautor. Pero bueno, ahí como que había dos mundos paralelos al mismo tiempo: el del Pedro cantautor (sensible, músico, poeta) y el del Pedro “malote de instituto” (reguetonero, relaciones públicas de la Discoteca Light, …). Con 15 años, a lo mejor, hacía ya conciertos como Pedro Pastor y luego me iba por la tarde de Relaciones Públicas del Chocolat.

En muchos estilos musicales (pienso, por ejemplo, en el flamenco), innovar respecto a la tradición siempre ha sido muy conflictivo. ¿Cómo ha sido para ti definirte como cantautor y a la vez esa diferenciación respecto a referentes de tu entorno?

Al principio me era más sencillo definirme como cantautor, porque seguía la senda de mi padre. Después encontré mi propio camino, en el que no me distancio de la figura del cantautor, porque creo que hago canciones hacia la verdad y hacia la belleza, que es lo que para mí define al cantautor. Pero musicalmente, en realidad, estoy más cerca del “world music”, de la música del mundo, que del género de canción de autor.

Cuando hablas de tus influencias musicales, me llama la atención que mencionas el rap y otros estilos aparentemente más alejados. ¿Cómo planteas esas fusiones?

Desde adolescente escucho mucho rap, me gustaba escribir rap y lo he hecho hasta mi tercer disco. Creo que es una de las facetas que mejor se me da dentro de las canciones, lo que pasa que luego me he desconectado, siento que me he oxidado al no escuchar tanto rap o estar cerca del rap.

Pero claro, para ser un músico que hace músicas del mundo, para ser heterogéneo y versátil a nivel de estilos, tienes que consumir mucha música distinta. Es la fuente de la que uno bebe, los artistas beben de otros artistas para inspirarse. Entonces, yo siempre estoy muy atento a las cosas que pasan más allá de los artistas que a mí me gustan.

En este disco haces una cosa que creo que no es habitual en España, que es traer muchos ritmos y músicas de América Latina. Por ejemplo, el candombe, que yo no conocía, ¿qué tipo de estilos nos traes en el disco?

En este disco hay un candombe, efectivamente, que es una música afro-uruguaya y uno de mis géneros favoritos. Necesito estar en el lugar en el que la canción quiere nacer de esa manera. Es decir, yo necesito estar en Uruguay escuchando candombe muchos días seguidos, enamorándome del candombe, para que la canción me nazca con aires de candombe.

En este disco, hay otra canción (“Sapiens”) que es bastante inclasificable, pero tiene que ver con la champeta, con la música del Caribe colombiano, que viene desde el Congo y se fusiona ahí. Y en este disco también hay más rock, que no hay en otros discos.

Es la primera canción del nuevo disco. Te pregunto de lo que habla la canción: ¿cómo somos los seres humanos?

Imbéciles. Definitivamente, imbéciles. Creo que la fé en la especie está cada vez más cara. Es muy difícil creer en nuestra salvación. Obviamente, hacemos por construir un mundo más habitable. Tratamos de transformarnos y transformar nuestros círculos cercanos y nuestras realidades cotidianas.

El 14 de abril iniciaste la gira en Rivas. Hay un componente republicano en esa fecha. ¿Cómo abordas temas como la memoria histórica, que tienen tanto peso en la tradición de los cantautores?

Me he dado cuenta viajando por el mundo de algo que se repite en casi todos los territorios del mundo: en el mundo hay muy pocas personas que acumulan casi todo el poder y casi toda la riqueza. Y normalmente esa riqueza se distribuye por herencia. Es decir, las familias poderosas en nuestro país llevan siendo poderosas 300 años. Entonces, la amnesia es un ejercicio del poder. O sea, si tú quieres mantener el poder, tienes que generar una incapacidad del pueblo para recordar que se llevan utilizando los mismos mecanismos desde hace décadas.

En un país como el nuestro, en el que tenemos grietas sociales por no haber podido contarnos las verdades, enterrar a nuestros muertos y enviar a prisión a nuestros verdugos, es algo que necesitamos hacer con cada vez más urgencia.

¿Y qué hay de generacional en la mirada con la que abordas este tema?

Nada. Mi generación no está pensando en esto y esa es la conquista. El poder trata de hacernos creer que lo que sucedía hace 40 años no tiene nada que ver con nosotros. ¿Cómo vamos a pensar que nosotros no cargamos con ese peso, con esa herencia? ¿Cómo vamos a pensar que eso no nos compete o no nos constituye? Creo que esa es la gran conquista que se firmó en la Transición y hasta el día de hoy se ha mantenido cubierta por un velo, conscientemente.

En la canción “El hambre de mi pueblo”, criticas cómo se fomenta la lucha del último contra el penúltimo. ¿Qué distracciones nos están llevando a ese tipo de enfrentamientos?

Vivimos en la década de las distracciones, en el siglo de la alienación (elegida, además). Antes se hablaba mucho del centro comercial, del entretenimiento, pero ahora elegimos todos tener un teléfono móvil y ocupar nuestra mente ahí casi todo el tiempo que no estamos trabajando. Y obviamente, eso nos está negando la capacidad de tener pensamiento crítico, de tener inquietudes, solidaridad y todas las capacidades que tenemos que tener humanamente para poder construir sociedades sanas y saludables.

Decías que nuestra generación no ha tenido en cuenta el tema de la memoria histórica. ¿Qué otras luchas, como el feminismo o el ecologismo, sí están presentes?

El feminismo es la lucha más interesante que hemos tenido a nivel político-social en las últimas dos décadas. Y en cuanto se ha visto lo peligroso que era realmente que un movimiento así pudiera realmente ocupar el espacio público y las calles, de repente, se genera una división contundente para que haya que enfrentar entre sí al movimiento. Y para que la gente que no esté dentro del movimiento de una manera constante y profunda, esté tan aturdida de la información contradictoria que le está llegando que se quiera alejar del movimiento.

Entonces, al final la historia se repite. Yo hace ocho años pensaba: “hostia, el feminismo va a arrasar con todo, esto es imparable”. Y ocho años después vemos qué fácil es, a través de la división, generar discordia y restarle fuerza a un movimiento como ese.

¿Y el ecologismo?

Supongo que es la generación que viene detrás de mí, yo no he vivido la movilización del ecologismo. Vamos a ver hasta dónde llega. Creo que es absurdo pensar en el ecologismo cuando no hay ninguna capacidad legislativa que haga que las grandes empresas dejen de reventar este planeta un día sí y otro también. Creo que estamos tirando palos de ciego con el ecologismo, me parece necesario que haya personas que están abanderando esa lucha, pero creo que el enemigo está un poco distorsionado. Hay un capitalismo feroz que absolutamente lidera absolutamente el planeta.

¿Quién es el enemigo, entonces, de la crisis climática?

El enemigo de la crisis climática son las grandes corporaciones, las grandes empresas y los gobiernos que permiten que hagan lo que les dé la absoluta gana con el planeta. Ese es el enemigo. El enemigo no soy yo. Obviamente, si tiro el plástico al contenedor de plástico, mejor, pero el enemigo no es eso. Que no nos vendan la moto. Que cierren los campos de golf, si quieren que haya agua, no que me digan que cierre el grifo.

¿Crees que es importante que los músicos y los trabajadores de la cultura se impliquen en campañas políticas, como hiciste en un mitin con Yolanda Díaz en Rivas?

Es importante que los artistas puedan opinar con libertad, políticamente. Eso es necesario, importantísimo, urgente y primordial. Creo que los artistas no deberían huir de sus ideas políticas o taparlas por miedo a perder oyentes. Pero no somos actores políticos como tal, lo somos desde la palabra, desde la música, desde la cultura, desde el escenario. Pero no creo que debamos ocupar los espacios políticos, partidariamente hablando.

Claramente, en este caso en Rivas, todo el mundo sabe cuál es mi postura y a quién voto. Entonces, yo decido personalmente participar en ese acto. Igual que decido no participar en las listas, como se me ofreció, porque no quise hacerlo, porque me parece que no es justo. Tampoco yo voy a cargar con los errores del Ayuntamiento, que los tiene. Entonces, hay que ser coherente con uno mismo y yo con mucho gusto voy y les cuento cuál es mi vivencia en Rivas y apoyo la candidatura, porque la apoyo, porque la voy a votar. Pero no creo que ese sea nuestro lugar.

¿Y crees que ha aumentado ese miedo de los artistas a identificarse políticamente, ante los casos de censura que ha habido?

No creo que sea por eso. Creo que es porque vivimos en una sociedad cada vez más derechizada y estamos viviendo un claro ascenso de la cultura del entretenimiento, incluso de la cultura más reaccionaria. Entonces, desde hace…no sé…seis, siete u ocho años a esta parte, parece que lo mainstream es ser de derechas. Entonces, claro, es difícil posicionarse en un contexto de las redes sociales en el que a la gente que es de izquierdas se le mete (tortas) por todas partes.

Pero no es que el poder se ensañe con ellos. Te pueden censurar obras, nos han cancelado, me han cancelado, conozco varios artistas a los que les han censurado. No creo que ese sea un miedo con el que vivimos. Salvando, claramente, los casos más drásticos como Pablo Hásel o Valtonyc, que claramente ya cruza todos los límites. Pero creo que el miedo no va por ahí, sino que tiene que ver más con que, al fin y al cabo, la gente no te va a apoyar igual si muestras tus opiniones políticas abiertamente.

En esa intervención en el mitin caracterizabas la ciudad de forma divertida, ¿cómo definirías Rivas?

Rivas es muy amplia, pero Rivas es un grupo de vecinos de Vallecas que deciden venir a un lugar que era campo. Y a través de una cooperativa de vivienda empiezan a hacer sus propias casas. Y a partir de ahí empieza a llegar más y más gente. Creo que eso la define muy bien: Rivas la ha construido siempre su propia gente. Hemos ido viendo y creando esta ciudad. Yo cuando era niño jugaba en un descampado, que años después era un parque. Y cuando yo era niño, iba a las fiestas a un descampado, que años después es un polideportivo. Y así, constantemente. Entonces, se ha ido transformando Rivas a la vez que nos transformábamos nosotros, lo que ha hecho que tengamos una cultura de la identidad muy arraigada.

Eso no pasa en muchas otras ciudades de la periferia de Madrid, esa cultura del arraigo. Y luego ves un vídeo que se ha hecho popular en Instagram, que dice que Rivas es la ciudad más fea del planeta. Y obviamente Rivas es feísima en muchos aspectos. El pirulí que nos metió el Ayuntamiento en la entrada es lo más feo que he visto yo en mi vida. Además, “faliquísimo”, que vamos aquí de feministas y ponemos un falo para que nos reconozcan en la entrada. Y Rivas tiene un polígono industrial, que no es bonito. Y todas las casas adosadas que son iguales, que no es bonito. Pero hay un sentimiento de belleza que tiene que ver con la construcción política e identitaria de un espacio, con todas las causas que hemos apoyado y compartido en esta ciudad, con todas las conquistas y logros que se han conseguido a nivel social y político, a nivel cultural, y creo que eso es lo que nos identifica a Rivas, y la hace una ciudad especial para los ripenses.

Te quería preguntar, ahora que vas mucho de gira por Latinoamérica, ¿qué echas de menos de Rivas cuando estás de gira por Latinoamérica?

De gira, mi gente y mi familia es lo que yo echo de menos de Rivas, porque los territorios y la patria tienen que ver con las personas, no tiene que ver con el espacio en sí. O sea, obviamente a mí me gustaría ir a ver el atardecer al cerro, pero si lo veo en el lago Titicaca, no voy a extrañar el atardecer del cerro, ¿me explico? Cuando estoy fuera, lo que extraño es el calor y la comodidad de mi casa, de mi hogar y de mis amigas, mis amigos y compañeras de casa.

¿Y qué echas de menos de Latinoamérica cuando estás por aquí?

Exactamente lo contrario: el fuego, la fuerza de la incertidumbre, de no saber qué te va a suceder. Es emocionante estar tan lejos de tu casa en un contexto tan distinto, en el que te están sucediendo un montón de cosas cada día. Ese fuego es lo contrario a la comodidad, con la incertidumbre y todo lo que conlleva.

Por último, quería preguntarte por la canción que da nombre a tu disco, “Escorpiano”. ¿Participas de esa reivindicación, entre banal e irónica, que se está haciendo del horóscopo? ¿O es una forma divertida de describirte a ti mismo?

Yo creo que soy bastante claro en la canción. Digo que “tengo que hacerme el interesado mientras averiguan sobre mi pasado”, digo que a mí “ni fú ni fá lo de la carta astral”. A mí la astrología nunca me ha interesado. Pero, a partir de ahí, mi público -que es muy astrológico- me interpela todo el rato con esto. Y hay un momento en el que quiero hacer un ejercicio de “sincericidio” y digo: voy a hacer esta canción.

Lo que pasa es que las canciones también tienen el poder del hallazgo. Y cuando empiezo a investigar, a hacer la canción sobre lo que se supone que tendría que ser, resulta que coincide conmigo. Entonces, al final, digo…bueno, ni tanto ni tan poco.

Para despedirte quería parafrasear una frase de una canción de tu disco: “ama a quien tengas que amar, pero guarda un pedacito” para Rivas, porque siempre va a servir mi vida.

Es que lo que yo tengo con Rivas es una relación abierta (se ríe). Yo tengo una relación no monógama con este barrio. A mí, el barrio me permite viajar por el mundo, conocer otros territorios, amar otros territorios, decir a otros territorios que los amo, tener noches apasionadas con ellos. Y luego, al final, es una relación muy estable, pero absolutamente abierta.

Muchas gracias, Pedro, por la entrevista.
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