Entrevista a Jesús de la Cruz, sacerdote responsable de la Parroquia de Santa Mónica de Rivas
Cualquiera pensaría que llamándose Jesús de la Cruz, el camino a seguir por este vecino ripense estaba ya marcado, pero la vocación de este sacerdote responsable de la Parroquia de Santa Mónica de Rivas está mucho más marcada por la influencia que le produjo el pensamiento de San Francisco de Asís. “Fue para la Iglesia lo que el humanismo del Renacimiento para la sociedad feudal: el fin del feudalismo, el paso del Dios-señor al Dios-padre”, nos cuenta De la Cruz. Continúa explicando que, si Dios es padre, “entonces el otro para mí no es un extraño, aunque piense distinto, porque todos somos hermanos”. Un punto de partida idóneo para el diálogo interreligioso que abordamos en este número.
Aunque las Sagradas Escrituras dicen que Dios descansó el séptimo día, podemos constatar que el trabajo de un párroco es frenético, ya que a los servicios religiosos se une el acompañar y aconsejar a sus feligreses en distintas situaciones vitales. Además, la formación en catequesis en una ciudad con tantos jóvenes se une a diversas actividades (grupo de jóvenes, de liturgia, de formación de adultos, etc.), también de ámbito más cultural que religioso.
Todas estas actividades las desarrollan en un moderno edificio situado en la Calle Libertad 17 que quieren que sea “casa común de todos” y que llama poderosamente la atención por su diseño arquitectónico. Más discretas, en Rivas encontramos también la Parroquia de San Marcos (en el pueblo) y la Parroquia de San Maximiliano María Kolbe (Covibar), todas dependientes también de la Diócesis de Alcalá de Henares.
Nuestro religioso vecino tiene aficiones como cualquier otro: le apasiona la cultura y es muy “futbolero”. De hecho, la pegatina de su móvil le delata como seguidor del club de fútbol A.S. Roma (“y del Real Madrid”, añade el párroco entre risas). Y es que Jesús de la Cruz guarda un grato recuerdo de la capital vaticana, en la que vivió durante 13 años, aunque se define como “muy ripense” y orgulloso de serlo.
Pregunta: Buenos días, Jesús. Lamentablemente la situación en Palestina da otro cariz a la conversación que queríamos tener sobre el “diálogo interreligioso”. Uno de los teólogos más preocupados por este tema, Hans Küng, dijo: “No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones. No habrá paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones”. ¿Qué es para tí el “diálogo interreligioso”?
Respuesta: Yo creo que lo fundamental es partir del respeto y del cariño hacia las religiones. Se profese un credo u otro distinto, lo bonito es aceptarse y quererse, porque hay muchas cosas que yo creo que compartimos todas las religiones, especialmente cuando hablamos de una religión que al menos busque la paz, la justicia humana, la libertad.
Esto lo puso de manifiesto sobre todo el Papa Juan Pablo II, cuando organizó un encuentro entre los líderes de las religiones en la tierra de Francisco (nota del editor: Asís, localidad italiana que da nombre a San Francisco de Asís, acogió un encuentro pionero por la paz el 27 de octubre de 1986). Esa cita de Hans Küng es, por desgracia, cierta. Durante siglos, en el pasado, las guerras eran guerras de religión. Es verdad que en la época contemporánea son otros los motivos, pero hay que aceptarse, convivir y, sobre todo, buscar más lo que nos una que lo que nos separe.
Muchas veces las religiones tienen postulados éticos o morales similares. ¿Qué elementos crees que son más compartidos?
Yo desconfío mucho de la que no busque la paz y la libertad de la gente, que creo que es compartida en la mayoría de religiones. Incluso la libertad de no creer en ninguna religión o de pensar diferente dentro de una misma religión, generando espacios que no son fáciles de tener, empezando por las religiones cristianas.
Otro tema fundamental es la búsqueda de la verdad. Creo que vivimos una crisis fuerte con eso que los sociólogos llaman “sociedades líquidas”. Y también ahora creo que nos une un poco a todas las religiones el respeto a la creación, a la naturaleza.
Es en el Concilio Vaticano II donde por primera vez la Iglesia Católica se abre a dialogar con otras religiones no cristianas, con una declaración llamada “Nostra aetate”. ¿Qué relaciones y encuentros genera la Iglesia católica con otras religiones no cristianas?
No se trata de reivindicarlo como mérito propio (de la Iglesia Católica), pero es verdad que fue ahí con el Papa Juan XXIII cuando se marcó un antes y un después. Él dijo que no podíamos hacernos la guerra entre nosotros, entre religiones, como luego Benedicto XVI dijo que no se trataba de hacer proselitismo. Ellos defendieron que tenemos que dialogar todos los que seamos creyentes, los que creamos en Dios, sea cuál sea el Dios en el que cada uno profese.
¿Qué oportunidades habéis tenido para desarrollar esto en Rivas?
Yo, personalmente, he visitado muchas de las iglesias que hay, al menos por conocernos. Pero tenemos mucho por hacer (y lo frustró un poco la pandemia). Hemos tenido alguna relación puntual con la Iglesia ortodoxa y con alguna iglesia protestante. Pero uno de mis sueños es poder promover un diálogo, un encuentro, no tanto a nivel de dirigentes religiosos como de la gente, que nos conozcamos, nos queramos y hagamos un frente común en cosas que nos unen. Todavía no lo hemos conseguido pero queremos hacerlo.
Un ejemplo importante que algunos no vieron muy bien es que, hace poquito, el Papa Francisco fue a Alemania y participó en algunos actos con motivo del centenario de Lutero. Ya no se trataba solo de que otras religiones fueran al Vaticano, sino de ir también la Iglesia al encuentro de otras religiones. La relación es muy fluida ahora.
Un matiz poco conocido: ¿cuál es la diferencia entre ese diálogo interreligioso y el ecumenismo, que es el encuentro entre distintas corrientes del cristianismo?
Sí, el ecumenismo es un movimiento fuerte que gracias a Dios está dando muchos frutos. Es el que se da solo entre las iglesias cristianas donde, además de creer en un Dios, todos creemos en Cristo, en el Señor, entonces en eso nos unimos mucho más. Responde precisamente a ese movimiento de Lutero y a otras herejías que se dieron en la Edad Media, que generaron una división a la que ahora se responde trabajando desde el ecumenismo.
En el diálogo interreligioso ya entran otras religiones, como puede ser el Islam. Fue precisamente la Iglesia en los tiempos de San Francisco de Asís la que promovió un primer acercamiento con el mundo islámico. Hay un gran diálogo con los judíos, pero también con las iglesias orientales como el hinduismo o cualquier otra religión.
¿Cuál es la relación con el judaísmo, que también tiene un tronco común con el cristianismo y no siempre hubo históricamente buenas relaciones?
Pues con el judaísmo la relación ahora es muy buena. Por poner un ejemplo concreto del Papa Francisco, ya sabes que se dice a veces que Argentina es la “verdadera patria judía” por el importante volumen de emigración judía que recibió. Pues cuando el Papa Francisco estaba en Argentina ya entonces tenía un diálogo muy bueno con el gran rabino de Buenos Aires, diálogo que ahora ha continuado con el judaísmo. También el Papa Benedicto XVI tenía buena relación con el rabino de Roma.
Es más fácil en este tipo de religiones que otras en las que no hay una cabeza tan visible o hay más división, como en el mundo islámico que hay dos corrientes un poco enfrentadas entre ellas (Sunitas y chiíes). Pero el trabajo más bonito y fructífero ya digo que es el diálogo a pie de calle desde las parroquias y las diócesis, con las religiones que haya.
En Rivas hay una comunidad budista importante y es una confesión religiosa más oriental, culturalmente más distinta al catolicismo, ¿ha tenido oportunidad de relacionarse con ellos?
Pues no he tenido oportunidad, pero me gustaría saludarlos y conocerlos. A nivel de Iglesia, digamos, universal sí que hay iniciativas de diálogo como una que se llamó “Caminos de Oriente y de Occidente”. El budismo difiere mucho porque no hay un Dios unipersonal, digamos, como muchas religiones y tiene una parte más como de filosofía, pero tenemos mucho en común en torno a la meditación. La contemplación cristiana y la preparación para la oración son muy similares e incluso hay grupos católicos que usan técnicas de meditación o relajación que vienen de este mundo oriental.
Lo bonito es que todos creemos que no todo acaba aquí. Cada religión tendrá su idea de lo que será lo que viene después. Pero lo que significa creer en la vida eterna para mí no es desentenderse de esta, sino transformar la vida del presente. Y ahí entra el diálogo entre diferentes creencias.
Y en un contexto como el de España, en el que disminuye mucho la práctica religiosa, ¿cómo os relacionáis con el mundo laico y con el mundo de la ciencia?
Hay gente que lo vive como un drama, y es cierto que es una pena el individualismo y la cultura de ahora, pero hay otras cosas que nos pueden venir bien en ese diálogo que busque la verdad y los derechos humanos. Entonces, la religión nunca puede ser contraria a la ciencia.
Dijo el Papa Benedicto XVI, con esa cabeza privilegiada, una frase espectacular: una religión que no sea razonable no puede ser una verdadera religión o acaba en un fanatismo. O sea, la razón no puede ser anulada por la religión, todo lo contrario. Pero tampoco la razón se puede convertir en un absoluto, porque el método científico responde a unas cuestiones de la vida y la vida religiosa o espiritual responde a otro tipo de cuestiones.
No nos excluyamos por la etiqueta de “este es creyente” o “este es ateo o laico”. Es muy bonito dialogar y dialogar, también con el mundo ateo o laico. Decía San Agustín una cosa muy bonita: “busquemos juntos, para que juntos encontremos la verdad”.
En la encíclica Fratelli Tutti, el Papa Francisco desarrolla la idea de la fraternidad, de la “amistad social”. Y plantea que podemos dialogar desde la razón, el problema viene cuando se dialoga desde las vísceras. El Papa nos invita a intentar ponernos en el lugar de la otra persona, en lo que el otro cree, para respetarlo, quererlo y poder dialogar. Eso no implica negar nuestras convicciones, sino que niega el imponerlas a otros y nos abre a una idea muy bonita de convivencia, de esa “amistad social”.
En relación con este diálogo con la sociedad que desarrolla el Papa Francisco, ha sido muy celebrada en el movimiento ecologista la encíclica “Laudato Sí” estableciendo una doctrina comprometida con el medio ambiente y una llamada a la acción aún más reciente con la exhortación apostólica “Laudate Deum”. ¿Qué plantea el Papa y por qué ha sido tan novedoso?
La ecología o el cuidado de la creación es algo sagrado para un creyente, pero venía siendo considerado un tema menor, por eso ha sido novedoso. Ese capitalismo salvaje del que los últimos pontífices han hablado hace que todo se viera permitido en base a una cultura de bienestar material. Entonces, hemos cerrado los ojos a cuidar del planeta cuando es nuestra “casa común” y queremos que sea una casa habitable para todos, no un desierto o un bosque quemado.
Para eso hay que tomarse en serio las amenazas que hay. El Papa ha sido valiente porque, incluso dentro de la Iglesia, hay quién niega el cambio climático. Entonces el Papa ha dicho: “es absurdo negar esto, vamos a partir de esto que es la verdad”. Y esto escuece a la Iglesia y también a muchos dirigentes políticos de hoy. A veces nos confesamos de pecados y no vemos que lo que estamos haciendo es un pecado muy serio, que no tiene que ver con mi ombligo sino con las generaciones que van a venir.
Es verdad que al Papa algunos le acusan de que habla de la ecología sin el hombre o sin Dios. Pero es que se habla de Dios, aunque no se nombre. Porque para los creyentes defender la creación es defender a quién creemos que la creó, es decir, a Dios. Entonces está defendiendo unos postulados de fe muy serios en torno a un tema que hoy es urgente.
Tradicionalmente, la Iglesia no ha permitido participar a las mujeres en igualdad de condiciones. ¿Vamos a ver cambios en esta cuestión?
Yo creo que sí, ya los ha habido. Cuando yo vivía en Roma era impensable que hubiera una mujer, como hay ahora, secretaria de un Dicasterio (el equivalente a un Ministerio) o que por primera vez haya una mujer como Directora del Museo Vaticano. Ahora también han nombrado a otra mujer para el Dicasterio para la vida consagrada. Y es la primera vez en el Sínodo que está habiendo ahora que van mujeres y pueden votar. Es una apertura tremenda.
Es verdad que, en este tipo de instituciones que tienen 2.000 años, somos una maquinaria que va poquito a poco. Pero ha habido muchos cambios en muy poco tiempo. Es parte del diálogo con el mundo contemporáneo al que la Iglesia no puede cerrarse, habrá quién no lo vea bien y por eso los cambios sólidos son fruto de un diálogo, de un poso y de una experiencia.
Sobre esas resistencias al cambio, te quería preguntar si está habiendo corrientes religiosas impulsando a movimientos de extrema derecha, como se ha dicho por ejemplo de la Iglesia Evangélica en América Latina.
Yo creo que sí y no es que lo diga yo. Hay estudios bastante serios sobre el papel de algunas iglesias que son, digamos más tradicionalistas, y que vienen influyendo desde Estados Unidos. Por ejemplo, el tema del creacionismo que niega incluso el tema de la evolución.
Vivimos un momento de crisis a muchos niveles, que si la vivimos bien significa un momento de crecimiento, como en nuestra vida misma, que podemos vivir una crisis en la adolescencia que es fundamental para madurar. Lo malo de las crisis es mirar hacia atrás, no hay que tenerles miedo a las crisis porque estarás alargando y agonizando algo que no tiene sentido.
La ciudad de Rivas tiene una relación especial con los sindicatos, por cómo se construyen barrios a partir de cooperativas ligadas a ellos, y también con el barrio de Vallecas, del que vino mucha gente. Esto provoca que haya bastante presencia de gente que está o estuvo en el entorno de las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC) o de las Juventudes Obreras Cristianas (JOC). ¿Qué opinas de este movimiento?
Fue un movimiento con un impacto super positivo en la Transición, no solo en la Iglesia, también en la comunidad política. Los logros fueron muy grandes. Ahora se ha intentado reactivar, porque vive un momento de debilidad, pero me lleva a pensar a nivel personal que en algún momento la Iglesia hemos perdido el contacto con el mundo del trabajo y con los sindicatos, que antes era muy importante. Allí había gente muy activa, católica y creyente. Sin embargo, algo no se entendió o hubo un perfil de creyente más tradicionalista que no acogió bien las expectativas de ese mundo.
Yo entono el mea culpa también: la Iglesia tiene que defender al trabajador porque es la doctrina de la Iglesia. Digo en las homilías, y puede parecer un poco fuerte, que hay causas en las que enseguida enarbolamos la bandera y vamos los primeros a defenderla…y otras que hemos dejado en segundo plano. Deberíamos estar igual, en primera línea con pancartas, defendiendo los derechos de los trabajadores o la ecología de la que hablábamos antes. Ese espíritu cristiano y obrero sigue siendo muy válido.
Además de la actividad propiamente religiosa, también co-diriges la Escuela de Arte y Fe “Beato Angélico”. De todo el patrimonio histórico-artístico que ha dejado el cristianismo en España, ¿qué templo recomendarías a creyentes o no creyentes que visitaran?
¡Este mío! Porque es un diálogo entre la cultura contemporánea y la fe, tanto en el replanteamiento de la luz de dentro como el acero duro de fuera (¡que tantas críticas provocó, porque la gente no se imaginaba que esto era una iglesia!). Hay una intención de vanguardia, de lenguaje contemporáneo. Un reflejo de lo que quiere ser Rivas y la Iglesia de hoy: un sitio en el que todos se sientan acogidos, independientemente de nuestro sexo, orientación, religión…
Pues con esa vocación de apertura al diálogo y encuentro entre diferentes, cerramos esta entrevista y te agradecemos, Jesús, el tiempo que nos has dedicado.