Después del COVID-19

Vivir estos tiempos inusuales y difíciles invita a una seria reflexión sobre cuestiones importantes y existenciales. Todos nos estamos haciendo las mismas preguntas fundamentales: ¿Cómo superaremos esto, y cómo será nuestro mundo después del Covid-19? Hasta ahora hemos aprendido, nos guste o no, que estamos completamente interconectados y somos totalmente interdependientes y que, sin solidaridad, especialmente con los más vulnerables, todos perderemos. Nadie ha quedado al margen de la pandemia durante las últimas semanas, lo que ilustra de manera muy concreta e inmediata cómo los desafíos mundiales tales como el cambio climático o la desigualdad entre los géneros, nos afectarán a todos aunque parezcan menos concretos o apremiantes en este momento. Es más fácil entender lo que realmente sucedió cuando ha pasado suficiente tiempo para procesar la realidad de cómo esta pandemia ha dado forma a nuestro mundo. Pero no tenemos ese tiempo ahora. Tenemos que encontrar rápidamente un entendimiento común sobre la situación actual y acordar las medidas colectivas que debemos tomar hoy. El virus nos ha cambiado la vida de la noche a la mañana. Después de más de tres meses, seguimos enfrentándonos a un virus que registra récords y no entiende de banderas, de ideologías, de género o edad.

Aunque nos podemos relajar y pensar que ya ha pasado, no es cierto. Los rebrotes están ahí y los jóvenes, sobre todo, deberían ser más disciplinados y  más cumplidores de las normas sanitarias establecidas; porque quizá, a ellos no les afecte tanto, porque muchos son asintomáticos, pero cuando llegan a casa, tienen padres y abuelos que sí son personas de riesgo. Es inadmisible contemplar los distintos botellones y fiestas que se celebran en todos los sitios. Necesitan tener una mejor conciencia social que alimente la empatía y la solidaridad hacia los demás. Se dice que ahora toca volver a la normalidad, aunque lo más correcto sería decir la “nueva normalidad”. Y en esta nueva vida la amistad se entiende de otra forma. Ahora sí estamos aprendiendo a apreciar los pequeños momentos. Hoy distinguimos cómo es la amistad verdadera, aquella que es sincera y cercana. Durante el confinamiento, hemos estado más unidos que nunca, a pesar de estar tan lejos. Quién nos iba a decir que, desde la distancia, podríamos sentir el calor de los nuestros de una forma tan profunda.

Toser en el codo, no tocarnos la cara, lavarnos las manos, respetar el metro y medio de distancia entre personas, son algunas acciones que han venido para quedarse, que tenemos que seguir manteniendo aún cuando el coronavirus esté siendo derrotado muy lentamente y aprender, de una vez por todas, la importancia de mantener una higiene básica como cortesía y responsabilidad individual de cara a futuros contagios de otras enfermedades. Una alimentación más natural y equilibrada es crucial y lo importante de comer e incrementar alimentos como frutas y verduras para reforzar nuestro sistema inmune, sin olvidar el ejercicio físico necesario. El cambio climático es un hecho que está llegando a niveles preocupantes, ocasionando desastres naturales y demás situaciones que ponen en peligro nuestro planeta. El Coronavirus ha obligado a cerrar países, ha colapsado la economía. Sabemos que se avecina una recesión económica y las empresas que no sean sostenibles pueden irse a pique; pero también la contaminación ha bajado considerablemente, haciendo que la calidad del aire que respiramos sea mejor. Esta situación ha dado como resultado, un avance en las técnicas de teletrabajo para la progresión de nuevos sistemas de conciliación laboral, que se experimentan ahora y que pueden servir para el futuro.

Lo dicho, el virus nos ha dado la vuelta como a un calcetín. Ya no valen ciertas antiguas costumbres, dando paso a otra forma de mirar las cosas, adquirir otras nuevas. Podría ser una oportunidad para empezar a tratar el planeta de otra forma, y ver lo importante que es hacer políticas ambientales. Y aunque no se puede vincular la aparición del coronavirus con el cambio climático, que tiene más que ver con la superpoblación del planeta, tengo el convencimiento que este virus no es algo natural (los científicos aún no saben mucho de él), sino de laboratorio, que se les ha escapado; porque no quiero pensar que lo han soltado adrede. Un virus absolutamente desconocido que ha logrado confinar a más de 3.000 millones de personas en todo el mundo.

Destinar más recursos a la investigación es algo que se lleva pidiendo constantemente. Sin investigación, no hay cura y esto se ha hecho muy evidente. La puesta en valor del sistema público de salud, también ha sido un efecto colateral de esta situación inédita. Mucha calma y mucha esperanza. Seamos respetuosos con las normas sanitarias, porque de ésta, salimos seguro. “Begin the beguine” (volver a empezar)

Miguel F. Canser

www.cansermiguel.blogspot.com

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