Coches y la mala necesidad

Que el diseño y urbanización de las ciudades desde hace décadas viene determinado por la necesidad de dar curso a la movilidad del automóvil, no es cosa que vayamos a descubrir ahora. El impacto es tan radical como la dependencia que las sociedades urbanas tiene de él. Carreteras, circunvalaciones, túneles, puentes, aparcamientos, cruces, glorietas, semáforos…someten a la ciudadanía a una extraña relación con el vehículo compleja de definir.

Cualquier manual podrá advertirnos de todos y cada uno de los factores en los que el coche se ha inmiscuido y formado parte de nuestra normalidad. Independencia en la movilidad podría ser uno de los primeros argumentos que nos encontramos. Posibilidad de recorrer largas distancias en la misma jornada, otra de ellas. Y de ahí la proliferación de localidades cada vez más alejadas entre sí donde la interconexión queda habilitada por el automóvil, pero estirar el relato para dejar negro sobre blanco todos y cada uno de esos factores nos llevaría a una lista sin límite donde por cada uno de los elementos en positivo tendríamos otra pugnando en negativo.

La industria no ha parado de crecer y la competencia en el sector del automóvil es, posiblemente, la más activa y diversa en contenido. Porque de esta especie de necesidad fabricada también se derivan manifestaciones que trascienden la necesidad de su uso; trasciende a vanidad según la gama de la marca, a estatus, a un ilógico endeudamiento normalizado alcanzando al sistema financiero en forma de créditos, nuevas fórmulas de adquisición… y, en fin que, una concatenación con otra nos haría ver y entender que el automóvil, seamos propietarios o no de uno de ellos, ha modificado, modifica y modificará nuestra forma de movilidad y configuración de los entornos habitados. Una modificación y objeto de debate que, tal vez, poco podían imaginar los pioneros… o sí.

Hablamos de impacto porque de una forma u otra, para bien y para mal, tal es la realidad; tanta, que en pocas décadas ha movido la balanza también sobre la capacidad de influencia que ciertos países ejercen sobre el resto. Países y entornos productores de petróleo que han visto crecer tanto sus propias áreas como la hegemonía que ejercen sobre los países dependientes del crudo con el que hacer circular los miles de millones de ellos que ruedan por el planeta.

Y es de ese rodaje y sus efectos sobre la calidad del aire que respiramos, producto de la emisión de gases, de donde se deriva otro debate y la necesidad de dar cobertura a otras formas de movilidad que permitan un desarrollo más sostenible de las ciudades y entornos donde la población se concentra. Una necesidad que ha llevado a diversas corporaciones municipales a intervenir sobre las vías existentes, en unos casos creando áreas de rodaje prohibido para vehículos de motor a combustión con el consiguiente privilegio de quine puede cambiar de coche y pagar uno eléctrico, y en otros convirtiendo parte de las calzadas en carriles para potenciar el uso de la bicicleta y patines como forma de desplazamiento, en lo que suponer una nueva modificación no exenta de polémica.

En efecto, en lo que concierne a nuestra localidad, la implementación de los carriles bici supuso en su momento una fórmula a la que una parte importante de los vecinos y vecinas no adhirió. La iniciativa es buena y desde estas mismas páginas apoyamos y aplaudimos dicha intervención. Pero resulta que como los posicionamientos y razonamientos parecen atender a ese especial estado de polarización en donde nos quieren situar de forma continua para defender o tumbar iniciativas sin el más mínimo intento de consenso, resulta que no es incierto que, visto lo visto, podemos decir sin temor a que esto pueda resultar una opinión infundada, sino algo palpable, que algunas de las vías más importantes del municipio es ahora cuando sufren atascos y retenciones que antes no sufrían.

La modificación ha venido determinada a través de una señalización dividiendo la calzada de dos carriles a uno para vehículos a motor y otro para bicicletas y patines. Bien está y podríamos decir que dicha propuesta buscaba y busca incentivar el uso de medios alternativos para desplazarse en un intento valiente de mitigar la emisión de gases. Pero la realidad nos dice lo contrario. La realidad nos dice que, incluso con la señalización de bajas emisiones en áreas escolares, la concentración permanente de vehículos es más larga que antes, que las largas filas de coches y autobuses en horas punta son mucho más extensas y lentas, que las paradas de autobuses sin retranquear, paralizan el trafico rodado, que la mayoría de los vecinos de Rivas utilizan el coche para desplazarse a sus lugares de trabajo en Madrid y eso hace que el modus operandi no haya cambiado. Y no ha cambiado porque entre otras cosas las vías de entrada y salida de Rivas siguen siendo las mismas desde hace más de quince años dificultando tanto la salida como el acceso. De igual modo, el recorrido de los autobuses deja de ser efectivo para una gran parte del vecindario, dado que el recorrido que hacen por el municipio retrasa en más de medio hora la salida a la A·3 incrementando el tiempo no por las paradas, que también, sino por la imposibilidad de aliviar el tránsito con el doble carril que antes del carril bici existía.

Sin duda estamos en esa parte que defiende la existencia de un carril bici, y cuantos más mejor, pero el modo en que se ha implementado ha hecho, visto lo visto, no ha mejorado el trafico en la ciudad, no ha rebajado el uso del vehículo y si lo ha hecho no ha sido en más de una tres por ciento. Sin atender a esa lógica de la polarización, no es mala cosa que quienes defendemos una vía alternativa de movilidad, hablemos de la evidencia; y es que se hace difícil mantener unas mismas infraestructuras de movilidad mermadas a la mitad para una población mayor, se hace difícil entender que el deseo de hacer de esta ciudad una ciudad sostenible en todo lo posible, no haya tenido un estudio más pormenorizado del impacto a corto y medio plazo y analizado otras alternativas más allá que la decisión salomónica. Y esto, con toda la frustración porque la iniciativa la consideramos necesaria, es algo que no escapa a la vista, incluso, de quienes han pensado esta alternativa.

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