Categoría: Mirar la vida

Atardecer

Sección de Santiago Sánchez Torrado

Participación

Sección de Santiago Sánchez Torrado

Palabras mayores

La realidad y el lenguaje suelen ir de la mano. Es la suya una relación conflictiva, tensa a veces, lánguida otras, penetrante, significativa, aleccionadora. La realidad y el lenguaje se enriquecen y se decantan recíprocamente. En el ámbito del lenguaje coexisten palabras mayores y menores. Aquellas son las que gravitan encima de nosotros, nos sobrevuelan y de algún modo nos determinan, establecen pautas y márgenes de actuación. Podemos buscar ejemplos ilustrativos tan cercanos como elocuentes, llenos de colorido o impregnados de sobriedad. A veces las palabras mayores se presentan en solitario, otras lo hacen en pareja. El equilibrio, por ejemplo, es un término expresivo y sugerente, que nos lleva a la equidistancia y nos enseña a distinguir la tibieza de la templanza, que son -respectivamente- las caras negativa y positiva de la misma realidad. Tampoco hay que confundir éstas con la carencia y la asepsia, términos privativos aunque de distinto signo. La complicidad es palabra grande porque abarca distintos niveles y cauces de expresión. La complicidad de pareja o de grupo, la complicidad laboral, política o intelectual… Unas y otras mantienen una vigencia de distintos tipos que dinamiza la vida cotidiana. Teniendo en cuenta estas leves notas previas podemos fijarnos en algunas palabras -en un escueto y apretado  resumen- cuyo contenido orienta y perfila nuestra vida. La esperanza es un horizonte global de certidumbre y, a la vez, un alimento cotidiano y doméstico que fácilmente se desgasta y consume. Existen esperanzas de distintos tamaños y colores: la esperanza de seguir adelante, la esperanza de resistir, de llegar a fin de mes, de vivir con dignidad, de lograr algún día ser nosotros mismos… Las luces del amanecer y del atardecer se conjugan con sus distintas tonalidades y nos templan la vida. Es ciertamente difícil vivir sin esperanza, pero resulta a veces esforzado y abrupto convivir con ella, merecerla y perfeccionarla cada día. El término solidaridad corre el inmenso riesgo de la retórica y la demagogia, pero su contenido mantiene viva nuestra dignidad de personas, la condición limpia de humanidad y de ciudadanía. Existen formas abundantes y generosas de solidaridad, como  lo vemos por ejemplo estos días en las elocuentes imágenes de esa impresionante patrulla de vecinos y no vecinos voluntarios en la búsqueda del pequeño Gabriel,  desaparecido en Almería. Pero la relación de las diversas expresiones de la solidaridad es densa y casi interminable. Todos hemos conocido o practicado alguna de ellas, sobre todo las formas silenciosas de la solidaridad, los quehaceres de la empatía, los distintos modos de acompañar… Vivir la densidad de la cercanía y del abrazo, de la cálida comunicación y de la concordia. Precisamente por ello el abrazo y el diálogo son  otras palabras mayores, de intenso simbolismo, que nos acompañan y suavizan las asperezas en los ámbitos personal, social y político, que construyen la armonía necesaria para sobrevivir con dignidad y holgura. . La esperanza tiene mucho que ver con la resistencia, que es una forma de lucha activa, pero  bastante menos con la resignación, que se configura como una virtud pasiva y acomodaticia. La creatividad  es un campo abierto lleno de sugerentes posibilidades y que se despliega en diferentes ámbitos y niveles. Existe la creatividad artística de alta envergadura, pero también la de carácter más doméstico y cotidiano, y ambas son un poderoso correctivo contra la esterilidad que destruye nuestras capacidades. Contemplación es un término clave para personas creyentes y con sentido religioso, que expresa la presencia de Dios en la intimidad de la conciencia y en el curso de las circunstancias del mundo y de la vida personal y social. Existen también, naturalmente, palabras mayores de carácter negativo que oscurecen el horizonte con reiterada insistencia, pero prefiero separarlas ahora para no enturbiar el posible brillo de estas reflexiones. Resulta difícil en el tiempo que vivimos sustraerse al impacto envolvente de la violencia en sus diversas formas, al ambiente de mediocridad que nos corroe, a tantas muestras de elitismo y superficialidad. Son palabras mayores pero engañosas y nocivas. Existen asimismo términos menores pero profundamente significativos, de los que hablaremos otro día.                                                                                                                      Santiago S. Torrado

Equipaje de fondo

No resulta fácil describir- ni mucho menos explicar- una situación social y política como la que desde hace tiempo vivimos, y que no lleva trazas de despejarse. Pero sí que está al alcance de nuestra mano expresar subjetivamente la percepción que tenemos de ese entorno sociopolítico y cultural que incide en el ámbito de lo personal, de nuestras vivencias, criterios y emociones. Porque nos movemos siempre en la doble dimensión personal y colectiva, en la esfera íntima y en el espacio comunitario. Ambas dimensiones frecuentemente se interconectan y se potencian recíprocamente, enriqueciendo su dinamismo mutuo. Aunque lo cierto es que no puede afirmarse esto con carácter absoluto ni siquiera general, sino admitiendo que dicho dinamismo se encuentra sometido a las amenazas y los traumas de la realidad. El equilibrio entre un relativo ensimismamiento (tan frecuente y peligroso) y la apertura al exterior  en su pluralidad (personas, cosas, hechos) es beneficioso y hasta necesario para la convivencia social y el crecimiento personal. Dicho esto, podemos intentar una leve descripción del paisaje que nos envuelve y del efecto que este nos produce.Dicho efecto no es otro que un tejido de perplejidad, cansancio, hartazgo, monotonía, impotencia…, incluyendo por supuesto el papel de los medios de comunicación en su tarea informativa. La polarización obsesiva en la problemática de Cataluña llega a ocasionarnos una irritación exasperada y un desinterés creciente. Algunos de los perfiles políticos que nos visitan componen a diario un conjunto hosco y más bien sórdido, una afilada malicia o una mediocridad apabullante. Aunque son necesarias, por supuesto, las distinciones y también los matices, en los que no voy a entrar. Para eso ya están las informaciones y los análisis que nos suministran los medios, de muy desigual valor y entidad según los casos. Para sobrevivir dignamente en este áspero viaje se precisa un equipaje de mano que sea a la vez un equipaje de fondo, que contenga valores y actitudes morales, suficientes dosis de solidaridad y sentido humanitario. Un equipaje que abrace al mismo tiempo la densidad de lo cotidiano y la imprescindible apelación al realismo lírico de la vida. Un bagaje para discernir la autenticidad de nuestros sentimientos y actitudes, la veracidad y consistencia de nuestro compromiso con los demás y con la sociedad en su conjunto. Un instrumento vivo y útil para superar la indolencia y la inercia, acrecentar el humor, sentir la cercanía de las personas y de las cosas, combatir la atonía y la indiferencia, cultivar la empatía, mantener en el corazón el sosiego y la esperanza, tratando de deshacer los nudos que nos atan a la perplejidad y  a la inacción, no confundiendo la tibieza con la templanza. Se abren ante nosotros horizontes de valor y de sentido, destellos de luz que alivian la niebla permanente que nos acosa. La sencillez como talante moral, la introspección que consiste en mirar las cosas por dentro tratando de suavizar la erosión que nos producen. Todo ello forma parte de ese equipaje de fondo que necesitamos para vivir con holgura y coherencia, debatiéndonos entre la tensión combativa y la armonía, el vacío y las múltiples expresiones de la creatividad. Santiago S. Torrado

Sentir y pensar la vida

Los momentos de reflexión son pequeñas luces para alumbrar nuestro camino, gotas de lluvia para aliviar la sequía. En tiempos duros como el presente, estos pensamientos -de carácter más o menos lírico, filosófico o estético- nos acompañan de manera fiel y eficaz, suavizan las asperezas y enderezan los tramos torcidos de nuestra trayectoria.  La delicadeza, la gratuidad y la compasión son cualidades que humanizan nuestro entorno. Me impresionan por igual la fragancia clamorosa del campo y el poderío de la montaña. Necesitamos deslizarnos hacia el silencio y sumergirnos en él. Huir de la exageración y la desmesura, de la opción por el ruido y la palabrería, de la retórica engañosa. La melancolía se debe a la conciencia de lo no alcanzado y que ya no se alcanzará. La templanza y la bella elegancia son algunas características del otoño. Veo reflejada en los ojos de los niños la tristeza que provoca el hambre. Conviene siempre poner las cosas en su sitio y llamarlas por su nombre. La vida es un largo viaje con parada en todas las estaciones, una sucesión ininterrumpida de encuentros y desencuentros, también de momentos inigualables de sosiego y de silencio interior, de cercanía solidaria, de humor y de ternura. La vida es todo eso y algunas cosas más. La tibieza es carencia y vacío, la templanza es plenitud. Hablamos mucho (sobre todo los políticos) de “la gente”, “los que peor lo pasan”, etc. pero en realidad no configura suficientemente nuestra vida. La audacia y la osadía son actitudes positivas y necesarias, siempre que se mantengan en los límites del sentido común y de la racionalidad, del realismo no ingenuo y lejos de la  arrogancia. Es mejor estar solo que mal acompañado, pero es mucho mejor estar bien acompañado que solo.     Santiago S. Torrado

Días de ira

No resulta precisamente sencillo formular un diagnóstico certero del momento actual que vivimos en sus aspectos, sobre todo, social, político y cultural. Lo que sobrevuela y lo penetra todo es un clima de agresividad y violencia, de sórdida crispación, de hosquedad. Este clima se ha reflejado –y todavla persiste- en expresiones de especial contundencia como  días de ira o tambiéns delito de odio, formulación jurídica que me impresiona de modo singular. ¿Porque acaso no puede llamarse con justicia y racionalidad, sin exageración, “días de ira” a la acumulación cualitativa de violencia, o “delito de odio” a la agresividad concentrada hasta extremos indecibles? Esto es lo que más o menos venimos padeciendo hace tiempo en la escena social y política con motivo del problema del independentismo catalán. A pesar del intento objetivo  de recuento de pros y de contras, prevalecen  un empecinamiento y una crispación en el sector secesionista que perjudican a la convivencia plural. No es fácil, ciertamente, acumular y cultivar el odio hasta que alcance la consistencia de la expresión jurídica y la virulencia del delito. El tejido del odio es de una complejidad y malicia extenuantes. Para implantar sus correctivos hay que encender las  pequeñas  o grandes luces de la verdad y de la racionalidad, entrenarse en el arte de medir y aprender los sobresaltos y  quebrantos de la vida, colmar  los vacíos, resistir los embates. Todo ello buscando la armonía y el equilibrio dinámico entre las partes. La vida es también estatura y belleza, voluntad y aventura, estructura y tentativas de esperanza. A menudo nos asaltan las preguntas esenciales, las interpelaciones más penetrantes con las que vamos construyendo el perfil de nuestra madurez humana. Son asimismo las palabras mayores de nuestro vocabulario personal que nos ayudan a edificar “obras de arte” sobre una tierra sólida: creatividad, complicidad, fertilidad, sencillez, claridad humilde, rechazo a la agresividad… Las apelaciones constantes al diálogo y a la negociación son un reclamo invariable del discurso político. Pero para aumentar su eficacia y virtualidad se requiere formular y fundamentar un catálogo de propuestas viables y articuladas que otorguen cohesión al conjunto más allá de los tópicos. El crecimiento de los valores positivos garantizará la contención de actitudes nocivas que siembran un nihilismo corrosivo y desesperanzador. Siempre estamos a tiempo de corregir y enderezar lo exagerado, equivocado o insuficiente.      Santiago S. Torrado

Recuento de Navidad

No resulta fácil reducir los tópicos que acompañan a la Navidad.