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A la Romería del «Cristo de Rivas» acuden gentes de toda la Comunidad de Madrid y más…

El pasado día 29 de octubre se celebró la “Romería del Cristo de Rivas” en la Ermita de Sta. Cecilia (El Cristo de Rivas) en Rivas Vaciamadrid.

Aunque éste municipio se hace poco eco del acontecimiento y muchos vecinos hasta desconocen la existencia de la ermita y menos aún la celebración de la Romería, según los Duques de Rivas, propietarios de esta reliquia histórica, a lo largo del año y durante la Romería más concretamente, llegan a pasar cerca de cien mil personas… En esta ocasión, solo el día de la Romería, más de 32.000 visitantes.

Seguramente en otro tiempo, la Ermita y todos sus ritos y manifestaciones, habrán tenido mucha más relevancia. Desde la llegada de la democracia, alcaldes y muchos concejales, han venido asistiendo a los actos religiosos, pero principalmente su visita se circunscribe a la recepción que hacen los duques y a la comida (tradicional) con la que agasajan a sus invitados (amigos, autoridades políticas y representantes de la curia). Este año también, además del alcalde Pedro del Cura, un número importante de concejales y concejalas han hecho acto de presencia.

Este acontecimiento, sin duda el más multitudinario en Rivas, es primeramente religioso, pero también lo es cultural y social, con lo que parecería apropiado, hacer conocedores del mismo a todos los habitantes de esta ciudad, que es donde se celebra…

A continuación reproducimos un artículo de F. De Pablo Tamayo (ya publicado anteriormente), pero  que nos parece oportuno para el momento:

     Apenas se había acabado de publicar mi último artículo sobre el Convento del Cristo de los Afligidos, habiéndome llegado hasta mi amigo y nuestro alcal­de Antonio Serrano para efectuar un intercambio de datos sobre viejos acon-teceres en estos territorios, veo entre los que recibo de su mano, unos que no pue­do por menos que publicar, con su permiso, pues modifican y complementan los que he descrito en anteriores relatos.

Indican las notas de Antonio que en el año de 1.156 un pastor de cerdos encuen­tra, en una cueva en Ribas, una imagen de Santa Cecilia. La cueva estaba situada donde ahora se encuentra «el ángulo oriental del claustro inferior cerca de la puer­ta por donde entra a la sala capitular y el refectorio», nos cuenta en 1.669 Fray Pedro de San Cecilio, pasando a continuación a describir con todo lujo de detalles, la ima­gen en cuestión.

Poco tiempo después, el Notario Mayor de Castilla, D. Juan Ramírez, tal vez descendiente del Gracián Ramírez del 720, tan devoto él de la Virgen de Atocha, comienza la construcción de una ermita en el lugar de aparición de la talla de Santa Cecilia.

Fallecido en 1.170 e interrumpidas las obras, su hijo D. García Ramírez las hizo continuar acabándolas en 1.207, siendo colocada la imagen en el altar mayor y pro­clamada la santa Patrona de Ribas de Jarama.

D. García se hizo construir una casa aledaña a la ermita.

Para reforzar mis teorías sobre la antigüedad del lugar como «hacedor de mila­gros», aunque cambien con el tiempo aquellos a los que se les atribuyen, atienda el lector a las líneas siguientes procedentes de las Descripciones Topográficas de Felipe II, escritas en 1.575:

«En tiempo antiguo se quenta que un caballero iba en caballo tras un toro por junto a la dicha hermita que estaba una peña muy alta que cae al dicho río xarama, y que cayó el caballero con su caballo la peña abaxo y el toro y se encomendó a la bienabenturada santa Cecilia, y cayó en el río y no se hizo cosa alguna»

Quien haya encontrado el angosto y, en invierno lluvioso, infernal camino que lleva a la orilla oriental del Jarama frente al Monasterio, podrá hacerse una idea de la suerte que tuvo el caballero en cuestión si salió del trance que el relato describe simplemente mojado, escarnecido, asustado y agradecido a la santa, pues aún hoy impresiona la pared de yeso que cae, como levantada usando plomada, sobre la otrora caudalosa corriente.

En un determinado lugar de la misma situado a la derecha del Convento y pró­ximo a la tapia que lo semicircunda, surge como por milagro una higuera que, espan­tada del abismo que a sus pies se abre, tuerce violentamente su tronco hacia arri­ba, ofreciendo a traición sus dulces frutos, unas veces higos y otras brevas, a los tal vez poco avisados caminantes que en ella reparen.

Si, así, fuera usted quién tentado se viera, como dicen que Adán lo fue por Eva, acuérdese de esta coplilla que oí cierta vez por aquí cerca:

En el Cristo de Rivas hay una higuera el que baja por higos allí se queda.

Francisco José de Pablo Tamayo

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