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La lista

Hay una escena de la película “La lista de Schindler” dirigida por Steven Spielberg en 1994 que muchas veces me viene a la cabeza: en ella, mientras sus mayores no pueden hacer nada por evitarlo, las fuerzas nazis agrupan a los niños del campo de concentración y les dicen que los van a llevar de excursión; estos, contentos, aparecen de frente al espectador, marchando hacia adelante con los ojos abiertos y amplias sonrisas, sin sospechar el terrible futuro que les espera. Solo los más despiertos han sabido buscar los lugares más insospechados para ocultarse de la rapiña nazi e incluso compiten entre ellos por el escondite más nauseabundo, que seguramente es el más prometedor, a donde no llegaran las garras afiladas de las SS.

A veces me pongo a reflexionar y me pregunto cuál habría sido mi personaje en ese genocidio, qué carta me habría tocado jugar en el horrible tablero de la Segunda Guerra Mundial si hubiera estado en mi camino: dependiendo de la suerte, de la nacionalidad, de la minoría o mayoría étnica, del color de los ojos o del cabello, lo mismo podría haber sido una de las víctimas que uno de los verdugos, y esa sola posibilidad ya me espanta. Fueron muchas las personas que, dadas las circunstancias y tratando solo de sobrevivir al precio que fuera, enterraron  en los más profundo de su conciencia los planteamientos éticos y los principios de sus mayores. Todos, en mayor o menor medida, somos marionetas de los tiempos en que vivimos, mientras la historia sigue avanzando hacia una civilización cada vez más compleja y fundamentalmente desigual.

En cierta manera, esta sociedad superficial e infantilizada de hoy, abducida por las nuevas tecnologías, estupidizada por los deportes de masas, hedonista e individual, insolidaria y rendida al dios del dinero, a quien consagra sus energías y sus ideales en busca de una felicidad inasequible que se centra en la sacrosanta ceremonia del comercio de objetos y enseres muchas veces innecesarios, cuando no ridículos, es esa masa de niños de la película de Spielberg, a los que se les promete un horizonte feliz mientras se les dirige inmisericordemente al matadero. Solo unos pocos, aun a riesgo de parecer idiotas o misántropos se percatan de la trampa y tratan de huir de los tentáculos de empresas, compañías y multinacionales que poco a poco están convirtiendo este mundo en el estercolero global y definitivo que ya es. Pero, qué más da, si el destino de todos al fin y al cabo acabará siendo el mismo…

Pregunto en mi entorno laboral, social y familiar, qué les motiva en este mes de mayo y las respuestas no pueden ser más concluyentes: a unos les espera un mes de emociones con las finales de los equipos madrileños en las competiciones de fútbol europeo, a otros les motivan las fiestas de la Comunidad y de Madrid, con sus puentes, días de fiesta, y la promesa del buen tiempo, a otros la ceremonia de una Europa unida en torno a un festival de canciones que cada vez son menos cultura y más ruido, y a otros simplemente salir a tomar unas cañas con los colegas los domingos… Solo algunos mayores me hablan de tomar las calles para protestar por la injusticia de las pensiones, el copago sanitario o las sentencias judiciales que humillan innecesariamente a las víctimas. Seguro que será fácil comprarles con treinta monedas de oro.

En Italia comienza un año más el Giro, en esta ocasión la edición 101 del mismo. Y en esta ocasión, las tres primeras etapas transcurren por Israel, que ni siquiera tiene frontera con el país de Garibaldi, pero que ha pagado generosamente a la organización para lavar la cara de un país que ocupa tierras que no le pertenecen, levanta muros de insolidaridad y reprime a una población en situación de inferioridad, con el apoyo económico de los Estados Unidos de América. Si eres palestino, harías bien en buscar un lugar donde esconderte, donde refugiarte, antes de que se active el mecanismo de exterminio.

Víctimas o verdugos. Los que ayer fueron víctimas, hoy son verdugos, y al revés. Parece que no somos capaces de aprender nada, de entender nada, de denunciar nada de forma eficaz y definitiva. Mientras el sufrimiento continúa, algunos siguen sumando beneficios y la lista se hace interminable.

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