Estrenamos 2019 con la habitual actitud esperanzadora que la convención nos aguarda al cruzar de un calendario a otro, como si de un rito de paso se tratara. Nada ha cambiado sustancialmente entre el 31 de diciembre que dejamos atrás y el 1 de enero, pero todo nos lleva a mirar estos días con los ojos de la oportunidad ofrecida. Aprovechémosla, pues: a fin de cuentas, éste no será un año cualquiera. En el mes de julio se cumplirán nada menos que sesenta años (sí, el 60º aniversario) del actual Casco Urbano de Rivas, el núcleo original de lo que hoy somos. Un pequeño pueblo levantado a orillas del kilómetro 19 de la carretera Nacional III después de que en la Batalla del Jarama, en la Guerra Civil, el antiguo asentamiento de Vaciamadrid quedase devastado.
Aquel pueblo empezó a crecer a principios de la década de 1980 a cuatro kilómetros de su Casco, con dos cooperativas vinculadas a los sindicatos de clase como primeros barrios. Rivas se acerca hoy a los noventa mil habitantes, siguen viniendo cada mes muchos nuevos vecinos y vecinas. En ese contexto, pensar en estos sesenta años andados debe ser ineludiblemente pensar en los próximos sesenta años. Hacer balance, mirar de frente a la ciudad que somos, pasa también por interpelar a la ciudad que queremos seguir haciendo y que queremos dejar a nuestras próximas generaciones.
En la legislatura que también concluye en este 2019 recién empezado, ya se han dado pasos en la línea de definir el futuro desde el reconocimiento y cuidado de lo que hemos conseguido. El CEIPSO de la Luna, abierto en septiembre de 2017 gracias al adelanto de la financiación y a la construcción municipales, unido a la definición de un gran área de servicios deportivos en su entorno, apuntan hacia la consolidación de este barrio, como la puesta en funcionamiento de la Biblioteca Gloria Fuertes o la cesión de parcelas a la Comunidad de Madrid para un nuevo colegio e instituto públicos hacen lo propio en la zona Centro. Pero mientras la ciudad crece, también sus zonas ya consolidadas necesitan una atención especial y tienen sus propios desafíos de futuro. Dentro del ambicioso Plan Municipal de Inversiones 2016-2020 y sus 29 millones de euros de dotación, no sólo hay actuaciones que están dando respuesta a la necesidad de mejorar y modernizar instalaciones deportivas, centros educativos, equipamientos culturales o el estado de calzadas y viales, sino que también hay una apuesta clara por la cohesión territorial cuando se prioriza una intervención en el Barrio de Covibar –cuya primera fase ha concluido y, desde las fechas navideñas, pueden disfrutar sus vecinos y vecinas- para ganar espacio para los peatones y reordenar racionalmente el tráfico, buscando la revitalización de los espacios de convivencia y del comercio de la zona; también en el Casco son ya visibles los primeros resultados del plan de accesibilidad que ensancha aceras y reduce barreras arquitectónicas.
Son sólo unos ejemplos de cómo el compromiso con una ciudad que no deja a nadie atrás, es un compromiso lleno de futuro, que mira hacia adelante, pero que sabe que no se puede seguir caminando si descuidamos lo que entre todas y todos hemos logrado. 2019 nos pone en el espejo de sesenta años andados y la emoción de lo que tiene que venir. Nos vemos en ese empeño.