Si no fuera por la complejidad que supone y el desasosiego que produce en la mayor de las familias iniciar una andadura con hijos, la cosa daría no para uno, sino para docenas de monólogos que, habiéndose producido ya, el asunto parece que sigue dando material más que suficiente con el que sacar punta a una situación que badea desde el puro ejercicio de observación, experimentación y análisis de datos, hasta el delirio más absoluto en el cual, por supuesto, nosotros nunca somos el objeto a observar… esos son otros.
Mucho ha cambiado el área urbana de Rivas Vaciamadrid, su población y el modo en que las necesidades han procurado moldear el tejido de servicios esenciales donde, todo hay que decirlo, la corporación municipal ha puesto voluntad y recursos hasta donde alcanzan las competencias sobre las que tiene responsabilidad. No olvidemos que cuando estamos hablando de maternidad-paternidad resulta esencial abordar el territorio de unos servicios públicos que nos permitan el mejor desarrollo posible de nuestro hijos e hijas en materia educativa y sanitaria. Y ahí las competencias son de la Comunidad de Madrid. ¡Oh, sorpresa!
Nunca llueve a gusto de todos y lo habitual es pensar que el resto de la población tiene más suerte que nosotros en el reparto, adjudicación o sorteos a los que la población tiene que someterse para alcanzar algunos de los servicios y actividades que hagan de nuestra maternidad una situación sostenible en los parámetros deseables.
Cierto es que desde el ayuntamiento se han implementado iniciativas que mitigan el posible colapso que una localidad como Rivas pueda experimentar a expensas de un proceso de crecimiento aún en marcha. Ser madre en Rivas, acaso, puede verse con cierto grado de alivio en cuanto a la dotación de servicios se refiere, más allá de los traumáticos procesos de escolarización que para algunos padres y madres se convierten en un verdadero quebradero de cabeza, a saber: puntos por cercanía, reunificación familiar, ratios saturadas en algunos centros o la restricción de plazas que experimentan las escuelas infantiles, son algunos de los primeros obstáculos que se han de salvar finalizados los permisos de maternidad y lactancia.
Sin duda, no es éste el principio. Cabría señalar la falta de dotación hospitalaria que hace de Rivas una localidad que atesora la singularidad de ser una población con más de cien mil habitantes, donde las mujeres se ven obligadas a acudir a otras localidades a dar a luz. Increíble, pero la Comunidad de Madrid niega a la ciudad de ripense este servicio indispensable para una atención que sí disfrutan otros municipios cercanos con un menor índice de habitantes. La política sí discrimina y enajena a muchos ciudadanos y ciudadanas de sus derechos. El “castigo” por parte de la Comunidad es manifiesto y tiene color.
Más allá de esto, resulta imposible obviar el necesario equilibrio para hacer posible esa tan cacareada “conciliación familiar”. Y esto no es poca cosa, pues todo este universo de necesidades, que la corporación municipal se afana en la implementación de servicios para cubrirlas, es la piedra en torno a la cual gira toda la construcción de los fantasmas que achechan ante la posibilidad de ser madre aquí o en cualquier otra localidad. Una realidad que, no en pocas ocasiones, provoca cierto sentimiento de culpabilidad en los padres. Las jornadas laborales y los nuevos modelos de éstas, hacen que los hijos alarguen de igual modo sus jornadas en actividades programadas. La conciliación familiar no debería ser asunto de ampliaciones horarias a los niños y niñas, sino de una buena política laboral que permita ser madre y padre con los tiempos necesarios para desarrollar en el entorno familiar. Ser madre o padre, no es sólo de puertas para afuera, sino sentirse con la posibilidad que exista relación hacia el adentro del ámbito doméstico sin prisas y tiempo compartido. Y mucho no tememos que los centros de trabajo no andan en facilitar este aspecto fundamental para el desarrollo de las relaciones familiares.
Horarios ampliados, acogidas, comedores, fútbol, baloncesto, ajedrez, inglés, yoga, artes marciales, música, tenis, teatro, danza, unas por devoción y otras por obligación se antojan actividades que se añaden al calendario escolar en una frenética carrera de inscripciones y nerviosismo previa a la adjudicación que, como apuntábamos al principio, si no fuera por lo que es y el motivo que lo suscita, daría para sainetes y comedias. Por supuesto, sin contar con las nuevas amistades resueltas en la entrada a los centros educativos, en las esperas de las extra escolares y las obligadas celebraciones de cumpleaños, dando lugar a padres y madres con mejor programa educativo que los docentes, mejores aptitudes que el monitor y, desde luego, con mejor agenda de teléfonos que un ministro con los infernales grupos de WhatsApp a cual más nocivo, edulcorado cuando todo marcha bien y, a lomos de la confianza cogida en el primer trimestre, más cuñadista.